El simbolismo religioso del Molino en el Siglo de Oro español
Autor: MORENO, José Luis
Tema: Simbología. Año: 1989 - Tomo: 09a - Revista número: 100 Páginas en la revista: 122-128
En un estudio sobre la utilización del molino como símbolo cristiano en la literatura patrística, hemos mostrado la riqueza de significaciones y de interpretaciones alegóricas que los escritores cristianos han encontrado en el tema del molino: la Sagrada Escritura, los negocios temporales, la carne crucificada de Cristo, la esperanza y el temor de Dios, el pensamiento del creyente son otros tantos temas que han encontrado símbolo en el molino (1). Ofrecíamos así textos que son los precedentes literarios de representaciones iconográficas y escritas, medievales y barrocas, que ha estudiado en el área francesa Emile Male (2), y en el área alemana, Alois Thomas (3). Por el área hispana ha abierto caminos Gabriel Llompart al hilo del estudio de un romance popular mallorquín que juega con el tema del molino y la contrición de los pecados (4). Lo que ahora presentamos quiere enriquecer los datos aportados por Llompart y ampliar los horizontes de posibilidades simbólicas de carácter religioso que el molino ha tenido en nuestra literatura, refiriéndonos solamente al período de mediados del XVI a mediados del XVII. Ordenando los textos, aparecen los siguientes temas simbólicos: 1) Jesucristo es el trigo molido, que se nos da como Pan en la Eucaristía; 2) Jesucristo es también, en un sentido original, el molino mismo; 3) Lo molido es el corazón, por la contrición de los pecados; 4) El molino en la vida mística es el alma todavía con el ruido de los sentidos; 5) Las dos muelas, finalmente, representan la amistad. I. Jesucristo, grano molido. En la época del Renacimiento y del Barroco el culto a la Eucaristía adquiere un desarrollo notable en la pastoral de la Iglesia católica por contraposición a la Reforma (5). Al presentar a Cristo como Pan de Vida resultaba fácil evocar cuándo fue molido ese trigo antes de hacerse pan, y recordar la Pasión salvadora en la que Jesús se convirtió en varón de dolores molido por nuestros pecados» (Is, 53, 5). Así, bellamente, Diego Sánchez de Badajoz (1549) en la Farsa del Colmenero: «Divino trigo sembrado, de tierra virgen nascido, de hombres bestiales pascido, rehollado y despreciado, a mill penas subjetado, tiempos fríos, calurosos; de enemigos maliciosos perseguido y enbidiado: yelos de gran desamor, vientos de crudas injurias, turviones de bravas furias, granizos de disfavor; de mill trabajos, calor, de disfames grandes nieblas, de infidelidad, tinieblas y rayos de gran dolor. Ves, hermano, por los ojos, cómo nasció Christo trigo y creció tan sin abrigo hasta segarlo en manojos; al tiempo de sus despojos que del huerto fue sacado y con azotes trillado, con mill injurias y enojos, ahechado y escojido, ¡o, qué paciencia divina!, molido, hecho harina y en tabla de cruz heñido, en horno de amor cozido con fuego de sus dolores; ¡o, dichosos labradores, que tal pan avéis comido!» (6). De modo similar se expresa «El Molino», una pieza a seis voces, que se publicó en Praga en 1581 en el libro de Ensaladas de Mateo Flecha el Viejo. Se debe a un compositor llamado Chacón, de mitad del siglo XVI. Por lo que hace a nuestro tema dice: «Este molino, donzellas, que veis vos, figura es de la Pasión que á de passar nuestro Dios por librarnos de prisión, en el qual como molida á de ser su humanidad, y en horno de caridad y perfecto amor cozida. Todo es aquí sacramento, nunca tal molino é visto, que tiene por fundamento, la piedra biva, qu' es Christo. Y pues tal es la harina, qu'es la propia medicina con que l' alma enferma sana, “el molino andando, gana”» (7). En este tipo de composiciones, a través del teatro y la música, la teología se acercaba al pueblo sencillo empleando sus referencias culturales. Y en este caso concreto es el proceso de hacerse el pan, que no es ya el ordinario, sino que «todo es aquí sacramento», donde el molino también «figura es de la Pasión», Por lo demás, el refrán popular «el molino andando, gana» le sirve a Chacón para expresar una idea religiosa: el molino de la Pasión de Cristo, que podría parecer un mal, produce el beneficio de la salvación para el alma. Contraste parecido expresaba Diego Sánchez de Badajoz animando a no quedarse en el dolor que produce recordar la Pasión de Cristo, sino dar paso a la alegría de saber que así Cristo se ha hecho pan para el hombre: «Ora, repósate, hermano, porque los sabios discretos an de tener dos respetos con este Pan soberano: que llore cualquier humano de ver que Christo murió y que el hombre lo causó es respeto de christiano. Mas este lloro y tristura que se pide en la Cuaresma, la sagrada Iglesia mesma oy nos lo torna en dulzura, recordando a la criatura de ser su Dios su manjar; esto no es para llorar , son bailar tan gran ventura,» Si en los populares versos anteriores el molino en el que fue molido Cristo es la Pasión, hay unos del culterano Góngora en los que, de manera original, la piedra del molino es la piedra del sepulcro. El problema teológico que Góngora quiere resolver poéticamente es que, aunque el pan eucarístico se dé partido y dividido para muchos en la comunión, Cristo se da entero a cada uno (8): «El pan que veis soberano un solo es grano, que en tierra virgen nacido, suspendido en el madero, se da entero adonde más dividido. Cuando el altar hoy ofrece desde el uno al otro polo, pan divino, un grano sólo, lleguen tres, o lleguen trece; invisiblemente crece su unidad, y de igual modo se queda en si mismo todo que se da todo al cristiano. Este grano, eterno pues, inmensamente pequeño, del vital glorioso leño cayó en la piedra después; la piedra que días tres en sus senos le abscondió, y nos le restituyó aun más entero y más sano» (9). Góngora quiere destacar que en la comunión se comulga a Cristo vivo, no como grano deshecho, sino como grano entero, porque la Pasión no fue el final, sino que culminó en la Resurrección. El poema está cargado de paradojas: «se da entero adonde más dividido»; «inmensamente pequeño»; y que habiendo pasado por la piedra, salió más entero y más sano. En el contexto de la alegoría del grano, la piedra del sepulcro le ha evocado al poeta la piedra del molino: piedra original en cuyo interior el grano, en lugar de ser destruido, se reconstruye. Aunque la alusión al símbolo del molino es sutil, sustenta toda la tesis del poema. Además, parece que está aludiendo también a la tolva como símbolo de la cruz, el leño del que el grano de Cristo cae a la piedra-sepulcro. 2. El molino, símbolo del Verbo Divino. Existe otra línea de referencia del simbolismo religioso del molino en conexión con Jesucristo. Esta ya no se apoya en el hecho de moler, que evocaba fácilmente la Eucaristía y la Pasión. Ahora el punto de arranque del simbolismo es el andar continuo del molino, y lo llamativo de ese movimiento es que permanece inmóvil, siempre en el mismo sitio. Esta paradoja había dado pie a la ingeniosa adivinanza popular que se expresa de modos diversos: «Andar, andar y nunca llegar.» «Anda, anda y no llega a Peñaranda.» «Qué cousa é cousa que anda e anda e nunca chega a sua casa.» La trasposición al simbolismo religioso la encontramos en la Ensalada de las adivinanzas, de Fernán González de Eslava, aparecida en Méjico en el siglo XVII. Se trata de un entretenimiento lúdico -catequético especialmente para las veladas navideñas junto al Belén. De las seis adivinanzas populares que propone, la que interesa a nuestro tema dice así: -«¿Qué es aquel que anda y anda y jamás nunca traspone? -¡Es el molino!» Pero al final el juego y la enseñanza consiste en pasar al simbolismo cristiano, y aquí la solución de la adivinanza es: «¡EI Verbo Divino!» (10). De este modo el molino se convertía en una pieza catequética que explicaba el misterio de la unión hipostática de Cristo, la paradoja que también constituye su ser, pues es a la vez Dios y Hombre. El andar el molino representa la encarnación del Hijo de Dios que se metió en nuestra historia y en el devenir por su humanidad y se hizo camino para el hombre; mientras que el no moverse de su sitio ni trasponer simboliza la divinidad del Verbo, que es eterno e inmutable. 3. El molino, movido por las lágrimas. Otro campo semántico en el que se desarrolla el simbolismo religioso del molino es el de la contrición y arrepentimiento de los pecados. Se apoya en la raíz etimológica de «contrición», evocando el salmo penitencial de David: «un corazón contrito y humillado tú no lo desprecias, Señor» (Ps 51,19). En esta línea, Antonio Canals, en el siglo XIV, escribió un sugestivo opúsculo, Tractat del molí espiritual, que propone así la alegoría exhortando a una buena confesión: el molino es la contrición verdadera; la acequia es la confesión; el agua, la abundancia de las gracias divinas que invitan al arrepentimiento; la rueda, la memoria de los favores divinos; la muela inferior, el temor del Juicio, y la superior, la esperanza del perdón, y el trigo que se muele es el corazón contrito (11). Hemos mostrado en otro trabajo que este simbolismo hunde sus raíces en el Comentario al Libro de Job, de San Gregorio Magno, que tanta difusión tuvo en la literatura espiritual a lo largo de la Edad Media (12). Siguiendo fundamentalmente este sentido alegórico, pero sin concretar tanto los detalles y con alguna variante de significación, hemos encontrado un curioso texto del siglo XVI. Su autor es el enciclopédico franciscano Juan de Pineda, que nació y murió en Medina. del Campo (1516-1597), pueblo de molinos. El texto pertenece a un libro que es un comentario popular de carácter filosófico-teológico hecho al hilo de los distintos objetos, instrumentos y temas agrícolas que va presentando, proponiendo así una reflexión cristiana sobre el mundo. El libro se titula «Agricultura cristiana» (13). Bajo la forma literaria de diálogo, el pasaje que nos interesa se enmarca en un paseo a orillas del río, donde los cuatro protagonistas reflexionan sobre «dos ingenios de molinos, uno de agua y otro de viento». Ello da ocasión a unas eruditas noticias sobre el origen de los molinos, para pasar posteriormente a tres tipos de reflexiones: la primera de carácter cosmológico, explicando el elemento agua y el elemento aire, con sus propiedades respectivas; la segunda de carácter social, comentando la existencia de clases bajas y clases altas, con referencia a la posición de ambos molinos. Con esta explicación empalma una aplicación de carácter moral para criticar las ambiciones de muchos eclesiásticos de la época: la tesis de Juan de Pineda es que «ningún hombre que afecta a la perfección, arrostra a las dignidades y prelazias, ni rentas y honrras mundanas». El texto dice así: «Según esto postrero, bien podréis dar con quasi todos los seglares al través y con muchos de la clerezia, y con no pocos religiosos, pues todos vemos el agonizar por prebendas y rentas, y el procurar oficios de humos y de presunción: y no se que mala polilla roe la vestidura inconsutil del Redentor, que si muchos son a se coronar tresquilandose las greñas, muchos son a procurar mitras con que cubran las coronas porque no se les yelen las molleras: y por el pelo malo que dexaron con muestra de buen exemplo, crian coletas y copetes de mayorazgos que fundan en parientes carnales: cuyas casas labran con limosnas de pobres, y massan la cal con la sangre de Jesu Christo: como las devieran massar con tantas lagrimas de contrición, y con tantos sospiros de devoción; que con aquellas pudiera moler aquel molino de agua, y con estotros estotro que muele con viento. Y ambos molinos nos enseñan la verdad de lo que nos enseña, que el de agua elemento menos digno hace mejor su labor asentado en lugar baxo, pues su movedora el agua se cae de lo alto: y el de viento requiere lugares altos, pues su movedor el viento alcanza mejor a lo encumbrado: y como agentes naturales son enseñamiento para con que los hombres se avisen de buscar lo que alcanzado, por ventura no asentará bien con la humildad del molino de agua, que deve moler lagrimas que sirvan de pan al alma (como dize David: Ps 42,4) y por ventura no asentará bien con la alteza de la charidad del molino de viento, que debe moler sospiros del natio de aquellos de Job (3,24), que dezia que antes que comiesse sospiraba: porque el buen eclesiastico que goza rentas de yglesia, deve considerar que son fundadas sobre la sangre de Jesu Christo para los que le ayudaren a llevar la cruz de la penitencia en favor de la salvación de las almas». El agua y el viento, fuerza motriz de los molinos, evocan al fraile franciscano la manifestación de la contrición del corazón que se expresa en lágrimas y en suspiros. Se trata del molino interior del corazón, que siguiendo otro camino de la alegoría, también muele lágrimas y suspiros, puesto que son su alimento, según la metáfora que sugieren los textos bíblicos. La metáfora de las lágrimas como el agua que mueve el molino del corazón, será también utilizada por Lope de Vega, aplicada al sufrimiento del amor no correspondido: «Molinito que mueles amores, pues que mis ojos agua te dan, no coja desdenes quien siembra favores, que dándome vida, matarme podrán. Molinico que mueles mis celos, pues agua te dieron mis ojos cansados, muele favores, no muelas cuidados, pues que te hicieron tan bello los cielos. Si mis esperanzas te han dado las flores, y ahora mis ojos el agua te dan, no coja desdenes quien siembra favores, que dándome vida, matarme podrán» (14). Y la metáfora se amplifica en alegoría en los siguientes versos de la comedia «El molino», del mismo Lope de Vega: «Y es molinero el amor; que también dentro del pecho un molino tiene hecho para moler mi dolor. La piedra del pensamiento con el agua de mis ojos, moliendo trigo de enojos, hace harina de tormento. De aquesta se cuece el pan del dolor que me sustenta; que cuando más me alimenta es cuando menos me dan» (15). 4. El molino ruidoso del alma. El «molino interior», referido al corazón, al alma, al pensamiento, que hemos visto en los textos anteriores, es un viejo tema que recurre con alguna frecuencia en la literatura espiritual. De ello nos prestan ejemplos antiguos autores cristianos como Ambrosio de Milán (siglo IV) y Cesáreo de Arlés (siglo VI) o Verecundo de Iunca (siglo VI) (16). También lo utiliza un maestro espiritual de la primera mitad del siglo XVI, Francisco de Osuna, de la Orden Franciscana de la Observancia, en su Tercer Abecedario espiritual, verdadero libro de texto de la mística española. El pasaje que nos afecta pertenece a la explicación de la letra C, que se enuncia con este dístico: «Ciego y sordo y mudo debes ser / y manso siempre», y más en concreto, a la justificación de por qué la persona que quiere entrar en caminos de oración ha de hacer oídos sordos a la imaginación y a las distracciones que son como los ruidos interiores: «...desechando la imaginación y el distraimiento que de ello nace, para que así nos quedemos solos sin ruido de voces que atruenan nuestra ánima, como molino que nunca cesa de hacer estruendo dañoso al que mora en él» (17). Como se ve, el término de la comparación entre el molino y el alma es el ruido. En este caso el maestro de oración exhorta a que nuestra alma no se parezca al molino, tomando el molino en su parte peyorativa. Es justamente el mismo motivo que recoge una famosa adivinanza comentada por Cristábal Pérez de Herrera en su enigma 22: «Una casa fabricada vi en un rápido elemento, de gran provecho y sustento, y otra, que sirve de nada, no falta de ella un momento» (18). El ruido que lleva consigo el molino, que a nuestra civilización del ruido estridente nos resultaría casi apacible y cordial en su monotonía, al hombre del Renacimiento le resulta molesto y dañoso, quebrantador de la vida natural y pacífica. Al fin y al cabo, era prácticamente el único ingenio de la industria humana que rompía los sonidos de la naturaleza. La «huida del mundanal ruido» en su sentido metafórico y el elogio de la vida retirada es un leit-motiv del alma del Renacimiento, como nos lo recuerda nuestro Fray Luis de León. Y el místico definirá al Amado con quien el alma se quiere unir como «la música callada, la soledad sonora», en expresiones de Juan de la Cruz (19). 5. La amistad de las dos muelas. Un último simbolismo religioso-moral que hemos encontrado referido al molino en nuestro Siglo de Oro es el de la amistad. Se apoya en el hecho de que para moler el molino necesita dos piedras. Así lo comenta Juan de Borja en sus Empresas morales, publicadas en 1581: «El que quisiere dar a entender que no quiere usar desta manera de soledad, ayudarse ha desta Empresa de la Muela con la letra de Salomón «VE SOLI» (Ecl 4,10), Pues assí como una muela es sin provecho sin otra, que le haga compañía, para moler, assí es de haver lástima a quien vive sin compañía que le aproveche y ayude» (20). Juan de Borja es en esta interpretación deudor del italiano Juan Pierio Valeriano, cuya obra Hieroglyphica a tantos autores de emblemas inspiró. También él relaciona las dos muelas con la amistad y alude al mismo versículo de Salomón (21). Una vez más un tema característico de una época -el elogio de la amistad en el Renacimiento- ha encontrado su símbolo en el molino, y esta vez en su mejor sentido. * * *Hemos espigado unos cuantos textos de nuestro Siglo de Oro que utilizan la alegoría del molino con sentido religioso. La pluralidad de connotaciones es rica y sugestiva, y abarca aspectos muy importantes de la fe cristiana: el misterio de la unión hipostática del Hijo de Dios, la Pasión de Cristo, su Resurrección, el sacramento de la Eucaristía, el arrepentimiento de los pecados, los caminos de la vida mística, la exhortación a vivir una virtud tan humana y a la vez tan cristiana como la amistad. Sin duda que nuestros autores, poetas populares o eruditos, maestros de místicos o catequistas del pueblo sencillo, en esa máquina ingeniosa y útil que es el molino, que en el Renacimiento adquirió una notable difusión, supieron descubrir su alma: su capacidad simbólica y evocadora de lo religioso.
(1) Vid. J. L. MORENO: El molino como símbolo cristiano. Un tema alegórico de la literatura patrística latina, en Los molinos en España hoy: Actas de las Jornadas de Sorzano (19-21 mayo, 1988), sobre "Los molinos: cultura y tecnología" (Logroño, 1989).
(2) E. MALE: L'art religieux du XII siècle en France (parís, 1928), págs. 167-168.
(3) A. THOMAS: Die mystische Mühle, en "Die christliche Kunst", 31 (1935), págs. 129-139.
(4) G. LLOMPART: "El molinet". Aspectos religiosos de un popular romance mallorquín, en R.D.T.P., 25 (1969), págs. 251-272; Otra nota sobre el molino místico, en R.D.T.P., 29 (1973), págs. 163-168.
(5) Vid. por ejemplo R. BERAUDY: El culto de la Eucaristía fuera de la Misa, en: A. G. MARTIMORT: La Iglesia en oración (Barcelona, 1967), págs. 483-519.
(6) DIEGO SANCHEZ DE BADAJOZ: Farsas, ed. J. Mª. Diez Borque (Madrid, 1978), págs. 248 55.
(7) Texto recogido por G. Llompart: “El molinet", cit. pág. 258.
(8) Sobre este problema teológico y las distintas presentaciones, vid. por ejemplo, M. GESTEIRA : La eucaristía, misterio de comunión (Madrid, 1983), págs. 465-482.
(9) En J. Mª. PEMAN-M. HERRERO: Suma poética. Amplia colección de la poesía religiosa española (Madrid, 1944), pág. 383.
(10) Cfr. J. L. GARFER: Adivinancero popular español, I (Madrid, 1985), págs. 55-56.
(11) Vid. E. LLOMPART: Otra nota... cit., págs. 164-168.
(12) J. L. MORENO: El molino como símbolo cristiano...cit.
(13) JUAN DE PINEDA: Los treynta cinco diálogos familiares de la agricultura cristiana (Salamanca, 1589), 2 tomos. Los párrafos que nos interesan corresponden al tomo I, páginas 121-123. Conviene notar que de un paisano y contemporáneo de Juan de Pineda, Francisco Lobato, se nos han conservado en un manuscrito curiosos dibujos y explicaciones sobre distintos tipos de molinos, algunos inventados por él; él mismo hace alusión a varios molinos recién construidos en Medina. Vid. J. A. GARGIA DIEGO-N. GARCIA TAPIA: Vida y técnica en el Renacimiento. Manuscrito de Francisco Lobato, vecino de Medina del Campo (Valladolid, 1987). pág. 133 y N. GARCIA TAPIA: Los molinos en el manuscrito de Francisco Lobato, en "Los molinos en España hoy”. (Actas...), cit.
(14) Canción de molino de "La juventud de San Isidro", recogida en: LOPE DE VEGA: Poesías (Barcelona, 1982, pág. 234.
(15) LOPE DE VEGA: Comedia "El molino", en "Biblioteca de Autores Españoles", Comedias escogidas de Fray Lope Félix de Vega Carpio, I, pág. 32
(16) Vid. J. L. MORENO: El molino como símbolo cristiano... cit.
(17) FRANCISCO DE OSUNA: Tercer Abecedario Espiritual (Madrid, 1972), pág. 184.
(18) La explicación que da al enigma es la siguiente: "Fabrícanse las aceñas o molinos en partes donde algún raudal de río o arroyo pase por ellos, para que anden las ruedas y muelan. Su uso es de gran utilidad pues nos dan harina, que es el principal sustento, y jamás les falta una cosa que no les sirve de nada, que es el ruido, que un refrán lo dice vulgarmente: "No lo ha menester y no puede estar sin él": CRISTOBAL PEREZ DE HERRERA: Trescientas once emigmas filosóficas, naturales y morales con sus comentos. El texto lo hemos tomado de J. L. GARFER: Adivinancero. ..cit., pág. 46. Este erudito enigma equivale a aquella adivinanza popular que dice: "Qué cosa tiene el molino / precisa y no necesaria / no puede moler sin ella / y no le sirve de nada”.
(19) JUAN DE LA CRUZ: Cántico Espiritual, canción 14. En el comentario a estas expresiones dice: "Llama a esta música callada porque es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio (...). Aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales".
(20) JUAN DE BORJA: Empresas morales (Bruxelas, 1680) : Edición facsímil (Madrid, 1981), pág. 228. (21) JUAN PLERIO VALERIANO: Hieroglyphica (Basilea, 1556), pág. 363, da un primer significado de la muela así: "Algunos con la muela quieren significar las relaciones humanas, porque las muelas son siempre dos y cada una necesita de la otra de tal modo que solas no hacen nada. Por eso nuestras amistades se llaman necesidades, pues cada cual necesita tener un amigo al que consultar y que se dijo rectamente: "Ay del solo".
REVISTA DE FOLKLORE. Caja España Fundación Joaquín Díaz
No hay comentarios:
Publicar un comentario