El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.

jueves, 29 de agosto de 2019


Pierre Rabhi
Agricultor biológico, filósofo de la tierra

Jose Luis - Economía Humana 03/03/2018




Pierre Rabhi:

«La civilización industrial, con la productividad, la eficacia y la velocidad, nos ha alejado de los eternos ritmos del cosmos y de las estaciones, a los que la civilización agraria nos mantenía unidos»


"Tuvimos ocasión de convivir unos días con Pierre Rabhi en diciembre de 2008 en Alboraia, en plena huerta valenciana y del que recibí una profunda impronta que me acompaña desde entonces. El anfitrión fue mi querido amigo Vicente Martí, agricultor y activista valenciano que participó en el origen de la Red Sostenible y Creativa.

Pierre Rabhi, nació en el desierto, y pasó del silencio, de los gestos imbricados con la tierra, con el agua y con el viento, del cosmos ordenado por la tradición, al caos y la densa oscuridad de los suburbios de París, la gran urbe alienante. El destino quiso que Pierre Rabhi conociese esas dos polaridades, descubriendo la esencia de la naturaleza por un lado, y el “leit-motiv” de la sociedad contemporánea por otro.

Con este bagaje eligió volver a la esencia y con su esposa compró una granja en las tierras áridas de la región de Ardèche. Con perseverancia y coherencia, como todos los héroes humildes que tienen alma campesina, y practicando una agricultura respetuosa con el medio, demuestra a todos los que le observan y visitan que es posible vivir de la tierra, en armonía con ella, y conservarla para generaciones futuras.

Ha dado innumerables cursos y conferencias a agricultores de todas las nacionalidades, ha puesto en práctica su método en países del Sahel y en otras partes de África y Europa, sembrando semillas de cordura y pensamientos de filósofo lúcido y coherente."

Fragmento del libro
"De la Reveldía Creativa a la Economía Humana"


Pierre Rabhi, uno de los activistas ecológicos más reconocidos en todo el mundo por su integridad y clarividencia nos abre su mirada y sus palabras acerca de las causas de la crisis, sus efectos y las posibles soluciones. Nació en el desierto, y pasó del silencio, de los gestos imbricados con la tierra, con el agua y con el viento, del cosmos ordenado por la tradición al caos y la densa oscuridad de los suburbios de París, la gran urbe alienante cuyo sistema adora al dios dinero. El destino quiso que Pierre Rabhi conociese esas dos polaridades, descubriendo la esencia de la naturaleza por un lado, y el “leit-motiv” de la sociedad contemporánea por otro. Con este bagaje eligió volver a la esencia y con su esposa compró una granja en las tierras áridas de la región de Ardèche. Con gran esfuerzo, como el de todos los héroes humildes que tienen alma campesina, y practicando una agricultura respetuosa con el medio, demuestra a todos los que le observan y visitan que es posible vivir de la tierra, en armonía con ella, y conservarla para generaciones futuras. Su ejemplo pronto trasciende las fronteras y la vida le insta a viajar por todo el mundo. Ha dado innumerables cursillos y conferencias a agricultores de todas las nacionalidades, ha puesto en práctica su método en países como el Sahel y en otras partes de África y Europa, sembrando semillas de cordura, advertencias sobre el fin de los recursos y pensamientos de filósofo lúcido y noble, acerca de cómo permanecer cerca de la tierra, es permanecer cerca de nosotros mismos.


Querido Pierre Rabhi, gracias por contestar nuestras preguntas. Lo primero es saber de dónde viene usted, cuáles son sus orígenes.
Nací en 1938 en un pequeño oasis de Argelia. De cultura musulmana y de tradición sahariana, perdí a mi madre a los cuatro años de edad, y mi padre, herrero de profesión, me confió al cuidado de una pareja francesa —un ingeniero y una institutriz— para ser educado conforme a la cultura occidental y, a la vez, según mi cultura tradicional. De este modo, he tenido una vida en la que se alternaban mis raíces originales, con mi familia de adopción. Desde hace 45 años vivo en Francia con mi esposa, que es francesa, y hemos tenido cinco hijos. En 1961 compramos una pequeña finca agrícola que, desde entonces, gestionamos siguiendo los principios de la agroecología.

Dicen los sabios que la naturaleza es un libro que enseña. ¿Qué le enseñó el desierto que le haya servido para edificar su vida?

Sí, es cierto, la naturaleza es objetivamente un libro abierto que, sin embargo, cuenta con pocos lectores. No son muchos los seres humanos conscientes de que la naturaleza es portadora de los fundamentos esenciales de la vida y de que encarna un mensaje. El desierto, que tanto he amado, me ha parecido posteriormente hostil, en el sentido de la evolución hacia la degradación de la envoltura viva que llamamos biosfera. Esto me ha llevado, progresivamente, a trabajar mucho en las zonas en desertificación, como el Sahel, ya que consideraba que el desierto era muy importante para poder comprender la vida, y también para alimentar el espíritu. Pero es evidente que si se extendiera por el planeta significaría su muerte.

Algunos autores piensan que haber negado el aspecto sagrado de la naturaleza es la raíz de la violación de todas sus leyes, y de la actual crisis medioambiental. ¿Qué piensa usted de ello?

Estoy completamente convencido de que la ruptura con la visión sagrada que tenían los pueblos primitivos, que ha sido la responsable de que la humanidad pasara de una concepción del tipo «yo pertenezco a la naturaleza y a la vida, y soy una de las obras de la vida» a la convicción de que «la vida me pertenece», supuso realmente un cambio radical. Precisamente entonces, la visión que teníamos de la naturaleza desarrolló nuestros instintos predadores, y de este modo la convertimos en un bien privado, exponiéndonos a todas las destrucciones que constatamos hoy en día.

Cuándo llegó a París por primera vez, ¿cuál fue la diferencia principal que encontró entre el mundo de la naturaleza/tradición y el mundo de la ciudad/modernidad?

Las ciudades me parecen, de algún modo, entidades minerales de las que la naturaleza está totalmente excluida, excepción hecha de algunos árboles que se aburren en los parques, algunos gatos o perros en las casas, peces rojos o macetas con geranios. Estamos en un universo sin tierra, del que la naturaleza queda excluida. Existe incluso una paradoja: el propio hombre ha creado ese mundo mineral y ya no se considera a sí mismo parte de la naturaleza.



«No son muchos los seres humanos conscientes de que la naturaleza es portadora de los fundamentos esenciales de la vida y de que encarna un mensaje»

¿Puede la actual ecología convertirse en un camino de retorno al origen y conectarnos incluso con el misterio espiritual que encierra la Naturaleza?
Sí, evidentemente. La ecología encarna la inteligenciade la vida. Puede ser un auténtico camino iniciático, siempre y cuando también sea abordada justamente desde la perspectiva del misterio, es decir, de lo que no se nos puede revelar por los meros fenómenos: Tras estos, opera esa inteligencia misteriosa que sentimos en lo más profundo de nuestra alma y de nuestra mente, que nos une a través del aspecto más sutil de nosotros mismos con esa gran sinfonía de la vida.

Antes se trabajaba para vivir, ahora se vive para trabajar. ¿Quedan aún trabajos que no alienen al hombre, y le permitan recuperar un tempo interior más armónico con la naturaleza? ¿Es una utopía pretender que el hombre tecnologizado de marcha atrás y vuelva a utilizar sus manos?
Con la revolución industrial, hemos entrado en un nuevo paradigma que se funda en la combustión energética, el caballo de vapor de la termodinámica, y ha establecido otra relación con el tiempo y el espacio. La civilización industrial, con la productividad, la eficacia y la velocidad, nos ha alejado de los eternos ritmos del cosmos, de las estaciones, a los que la civilización agraria nos mantenía unidos. En consecuencia, hemos creado un espacio-tiempo paralelo hiperactivo, que no se corresponde realmente con nuestra naturaleza. Los latidos de nuestro corazón y nuestra respiración, al igual que nuestros biorritmos, no dejan de recordarnos que pertenecemos a las grandes cadencias de la vida. Al haber roto con esas cadencias, estamos condenados al “siempre más”, al “siempre más deprisa”, y hemos convertido el tiempo en una presión que, en los estadios, se expresa en una centésima de segundo. Con una centésima de segundo, aun a riesgo de que el pecho y el corazón estallen, se consigue la victoria; lo que es un absurdo. Lo cierto es que, si el ser humano no quiere explotar en esa realidad, será indispensable volver al ritmo cósmico, a las estaciones, y a todo lo que imprime su cadencia a la vida desde sus orígenes.

¿Está preparada la sociedad moderna para decrecer o el virus del progreso globalizador acabará enfermando lo que queda de las sociedades tradicionales, que están aún arraigadas en la tierra en este hermoso planeta?

La revolución industrial ha instaurado un modelo hegemónico que ha gangrenado todo el planeta, partiendo del beneficio sin límites y del poder absoluto del dinero. El dinero se ha convertido en la divinidad dominadora y tutelar de todo individuo. En nuestras sociedades modernas, quien no tiene dinero no existe socialmente, lo que ha llevado a una exacerbación de la necesidad de poseerlo por ser el único garante de la supervivencia. El crecimiento económico indefinido, se fundamenta en un sistema financiero basado en la angustia por la carencia y no en la satisfacción por tener. El ser humano moderno funciona cada vez más conforme a una sensación de carencia permanente, con la obsesión de “siempre más” y, evidentemente, esta opción fundada en la adquisición indefinida de bienes arrastra con su violencia a comunidades para las que este principio no sólo carece de valor, sino que además es contrario a su concepción, con frecuencia frugal y moderada, de la vida.

«En nuestras sociedades modernas, quien no tiene dinero no existe socialmente, lo que ha llevado a una exacerbación de la necesidad de poseerlo por ser el único garante de la supervivencia.»



¿Por qué le es tan difícil al ciudadano medio darse cuenta y reaccionar ante la evidencia de que actualmente el sistema que dirige sus vidas se basa en el producto interior bruto y en la avaricia sin límites, y no en sus necesidades esenciales?
El hombre moderno está preparado desde su infancia y su etapa escolar, para integrar la ideología del beneficio. La escolarización, en lugar de formar seres completos en todas sus vertientes crea, más bien, soldados de la economía. Los medios de los que dispone un ser que es educado de esa forma en la posesión, la competitividad y el antagonismo le sirven para imponerse o someter sólo al dinero; en consecuencia, existe una neurosis colectiva, que no puede concebir la vida más que basándola en la insaciabilidad y en el “siempre más” indefinido. No nos queda más que deplorar esta situación que causa tanto sufrimiento. Es urgente volver a dar al dinero su auténtica función: La de atender y regular las necesidades entre los seres humanos, y no la de dominar su destino.

¿Despertará el cambio climático la conciencia dormida, o lo que despertará será más egoísmo en medio de las catástrofes anunciadas?

Parece que se pueden dar ambas cosas en función de la naturaleza de las personas, de su bagaje personal o de su actitud moral con respecto a la vida. Hay personas que, al contrario de esa concepción, pensarán que para salir bien paradas es necesario valerse de la solidaridad, pero, por desgracia, son ciertamente minoritarias. También existen los que, llevados por el pánico, pensarán que para encontrar la vía de salida se debe recurrir a la violencia y al antagonismo, con una actitud egoísta y de cada uno a lo suyo. Esta segunda actitud es evidentemente la más irracional y la más peligrosa, ya que, por querer salir solo del paso, nadie saldrá realmente.

¿Cuál es la diferencia entre agricultura industrial y agroecología?

La agricultura industrial se ha fundado en un principio que se basa en la restitución mineral de sustancias químicas que se añaden al suelo para obtener una productividad importante, lo que ha dado lugar a los abonos artificiales. Estos abonos se deben, en particular, a Justus von Liebig, quien, en su intento por comprender la fecundidad del suelo, quemó algunas plantas y analizó sus cenizas en las que descubrió cuatro elementos fundamentales: nitrato, fósforo, potasio y calcio. Él pensó que la planta extraía esas sustancias del suelo empobreciéndolo y, en consecuencia, bastaba con restituirlas. De este modo, creó la agricultura de la restitución mineral con abonos químicos y, por tanto, el dopaje de los suelos, considerados entonces como meros sustratos, destinados a producir masivamente vegetales con esas sustancias. Se ha llegado de esta manera a una incomprensión del carácter vivo del suelo, de su metabolismo, y así es como se ha producido su deterioro. La agroecología parte del principio de sustitución, es decir, que se inspira en las leyes que la naturaleza ha establecido desde sus orígenes para perpetuarse. La naturaleza es capaz de reciclar y de volver a introducir en el dinamismo general todo lo que ha creado. La agroecología, inspirándose en esas reglas, recurre a materias orgánicas que pueden transformarse en humus, ha comprendido que no se tienen que trastocar las estructuras del suelo, que es preciso evitar el monocultivo y que, por el contrario, hay que reconstituir ecosistemas acercando las plantas, integrando al animal en el ciclo y gestionando el agua de forma racional. De este modo, la agroecología participa en el mantenimiento de la vida, al tiempo que permite producir los productos alimentarios que la humanidad necesita.

¿Puede la agroecología dar de comer a un mundo de 9.000 millones de seres humanos en medio de los impactos del cambio climático en el campo?

La agroecología es mucho más apta para alimentar al género humano constituido por poblaciones pobres, que una agricultura basada en el petróleo, ya que se necesitan alrededor de tres toneladas de petróleo para fabricar una tonelada de abono y, como el abono está indexado al dólar, ningún campesino pobre puede acceder a estos bienes, a estos insumos tan costosos. Se llegará a la satisfacción alimentaria del planeta haciendo que los campesinos sean autónomos, siempre y cuando sean suficientemente numerosos y estén movilizados en pro de la tierra para valorizar al máximo los recursos de su territorio y responder a sus necesidades alimentarias, a las de sus compatriotas y mucho más. Hoy en día, todavía contamos con suficiente agua, tierra, vegetales y animales como para poder responder a esa necesidad. Sin embargo, la configuración actual, con poblaciones concentradas en los polos urbanos, constituye un número de bocas que alimentar cada vez más numeroso y de individuos que ya no responden directamente a sus propias necesidades alimentarias. La agricultura ecológica puede alimentar al mundo, siempre y cuando se la incluya en un plan general de organización, dando al espacio rural su valor y movilizando una mano de obra actualmente ociosa.


«La escolarización, en lugar de formar seres completos en todas sus vertientes crea, más bien, soldados de la economía»


¿Qué es la soberanía alimentaria?
La soberanía alimentaria se basa en la necesidad de cualquier comunidad humana de alimentarse por sí misma y con sus propios recursos, sus conocimientos y sus habilidades. Esta necesidad es fundamentalmente humana, ya que permite a cualquier individuo reconquistar su legitimidad como ser vivo. Nosotros distinguimos entre seguridad alimentaria, que está relacionada más bien con un déficit alimentario, y salubridad alimentaria, que se refiere a la calidad del alimento, el cual, debido a los productos químicos y los pesticidas, se ha vuelto nocivo. Por supuesto, lo ideal sería disponer, cuantitativamente, de seguridad alimentaria y, a la vez, cualitativamente, de salubridad alimentaria.

Usted dice que la ecuación “una familia-una hectárea-un hábitat” es un modelo posible para asegurar la alimentación de un grupo familiar. ¿Cómo distribuiría esa valiosa hectárea?

Este concepto, que hemos experimentado y del que hemos extraído conclusiones muy positivas en una situación agronómica difícil, ha demostrado bien su validez. Sin embargo, para que pueda generalizarse, necesita de una política territorial a escala nacional que facilite el acceso de las familias a la tierra, lo que no sucede en absoluto actualmente. Esto depende, en la práctica, de una opción nacional de gobiernos, que son conscientes de que la sociedad urbana e industrial, indudablemente, no va a responder a las necesidades de trabajo, alimento y otras múltiples actividades de una población en crecimiento. Nos encontramos al final de una lógica: Hay que cambiar de paradigma y reconsiderar el trabajo de la tierra como medio para resolver los problemas de escasez laboral y de productividad alimentaria. Porque vemos perfilarse penurias sin precedentes; la humanidad corre el riesgo de tener cada vez más hambre.

¿En qué consiste su proyecto Terre & Humanisme (Tierra y Humanismo), y qué nos podemos encontrar en el centro Mas de Beaulieu? Y ¿cómo va el Mouvement International pour la Terre et l’Humanisme (Movimiento Internacional para la Tierra y el Humanismo) que usted inició recientemente?
La asociación Terre & Humanisme ya no es un proyecto, es la realización de una década que se sustenta en una base logística llamada Mas de Beaulieu, una estructura construida con una hectárea de terreno conforme a la fórmula de una SCI (sociedad civil inmobiliaria), que reúne hoy en día a más de quinientos suscriptores y que está a disposición de la asociación Terre & Humanisme. Gestiona programas locales, de formación en agroecología, promueve reflexiones y acciones, y programas internacionales de difusión de la agroecología en varios países: Malí, Níger, Burkina Faso, Marruecos, Túnez, Francia, por supuesto, y pronto en la Europa del Este, comenzando por Rumanía. Este emplazamiento es, pues, muy concreto, pero no es el único. También actuamos en un “ecositio” en construcción en la Drôme, llamado Les Amanins, que incluye una escuela y está destinado a acoger público en un centro ejemplar en materia de arquitectura, agricultura, educación, uso y empleo de materiales sanos. La capacidad de acogida de esta estructura será probablemente de trescientas personas. También nos hemos asociado a otro centro de agroecología, Le Monastère de Solan, una explotación gestionada por monjas ortodoxas, con una producción agrícola y un espacio de experimentación de interés general, de preservación del medio natural y de acogida de público. En lo que respecta al Mouvement International pour la Terre et l’Humanisme, se concibe como un intento de reunir el mayor número de conciencias en pro de la urgencia ecológica y humana. El objetivo de este movimiento es poner de manifiesto que existen alternativas realistas, que ya se están aplicando en varios lugares del planeta, y que pueden servir de inspiración para la política del futuro. Porque es evidente que, una vez que nuestro modelo de sociedad llegue a sus límites y a su fin, será necesario plantear otro modelo, basado en la autonomía, en la simplicidad de vida, para preservar los recursos del planeta y para evitarle los perjuicios que lo están deteriorando. A este movimiento pueden adscribirse todas las personas, instituciones u organizaciones que compartan los valores enunciados en su carta fundacional, lo que puede constituir no una fuerza de reacción, sino una fuerza de proposición.

¿Puede asociar una reflexión poética a estas tres palabras: silencio, agua, árbol?
Por supuesto, el silencio, el agua y el árbol ya resuenan poéticamente, pero el silencio puede ser de dos clases: Está el silencio que implica ausencia de ruido, y el silencio interior, que se basa en el cese de la actividad mental, en el sosiego de la mente. Y cuando conseguimos asociar el silencio exterior y el silencio interior, nos encontramos en la plenitud del silencio. El agua, por supuesto, evoca un bien precioso, límpido, en la poética, pero también puede ser malgastada, contaminada, degradada e incluso puede ser foco de enfermedades y causa de destrucción. El árbol es un ser vivo, pero también puede representar estéreos de madera. Creo que la poética sólo se abrirá paso si el observador tiene una disposición interior favorable. Se puede ver un árbol como un ser vivo, sensible, un auténtico canto de la tierra, o como un montón de madera. La admiración necesita un admirador.


Nota: Si alguien quiere profundizar en este autor, existe un libro publicado en español sobre su pensamiento y obra: Pierre Rabhí. El canto de la Tierra. de JeanPierre y Rachel Cartier. Editorial José J. De Olañeta.

Fuente://ecologíadelalma.es/agendaviva



Joaquín Araujo

El MuIniciar sesiJoaquín Araújo: "Necesitamos una economía de guerra contra la crisis climática


JOAQUÍN ARAÚJO: "NECESITAMOS UNA ECONOMÍA DE GUERRA CONTRA LA CRISIS CLIMÁTICA"


Joaquín Araújo, naturalista, escritor y guionista.ANTONIO HEREDIA


Es un referente de la divulgación ambiental y un símbolo del movimiento ecologista. Joaquín Araújo (Madrid, 1947) publica Laudatio Naturae (La Línea del Horizonte Ediciones) para celebrar que acumula medio siglo volcado en la militancia naturalista. Siguiendo la estela de visionarios como Thoreau, Araújo es un naturalista que pondera los beneficios de la serenidad, la contemplación sosegada del paisaje y la soledad voluntaria. Su refugio natural está enclavado en el valle del río Guadarranque, en la comarca cacereña de las Villuercas. Allí, a caballo de las cuencas del Tajo y el Guadiana, reside en una finca de 400 hectáreas que adquirió en 1977 a un precio asequible y que alberga la mayor población de madroños de Europa. Por el camino de entrada corren cervatillos y corzas mientras los estorninos engullen los frutales. El autor cultiva hortalizas y legumbres, cuida a cuatro ocas y trata con sus cabras, yeguas y gallinas. Lleva más de 25.000 árboles plantados. Preconiza un modo de vida autosuficiente que guarda relación directa con su pensamiento. Y escribe en un estudio con vistas a un entorno virgen: en lontananza se extienden 60 kilómetros sin signos de urbanización. Un vergel que atalanta. En estos perdederos, a los que se accede por una carretera por la que apenas pasan 10 coches al día, ha cuajado una bibliografía orientada no sólo a divulgar la ecología como disciplina basilar, sino a alertar sobre las consecuencias de lo que denomina "masificación contaminadora". Sigue entregado a la tarea de combatir esta ceguera. Para ello no duda en compaginar su labor agrícola y ganadera con su función intelectual. Dedica un tercio del año a impartir conferencias, colabora con varios medios y acoge seminarios en su remanso extremeño. En EL MUNDO escribió tanto en la edición digital como en el extinto suplemento Natura. Felipe VI le invitó a almorzar para que le explicara la emergencia climática y la izquierda le ha tentado para saltar al circo electoral. "No creo en los liderazgos políticos, solo en los morales", puntualiza. Su palabra insufla dosis de armonía a aquello que Rubén Darío llamó la sagrada selva.

¿Qué ha aprendido de la naturaleza? 

Casi todo. He aprendido a entenderme, a conocerla, a descubrir lo esencial de lo que es la vida, a contemplar y a disfrutar del silencio, y a ser pacífico. Soy un hombre tranquilo porque vivo rodeado de naturaleza. Solo salgo del bosque para contar a los demás cómo es el bosque. 

Vive en soledad en el campo extremeño. Escribe: "Si uno no sabe estar solo, nunca será libre del todo". 

Si no eres capaz de estar solo estás condenado a obedecer a otros, a servir a otros intereses. La gente se agrupa por miedo y luego se supedita a retahílas inabarcables de obligaciones. 

En su texto en 'Laudatio Naturae', Antonio Muñoz Molina reconoce a Miguel Delibes como pionero en España en su visión de la naturaleza frente al estereotipo de provinciano. ¿Sigue sin considerarse como debiera la información ambiental? 

Desde luego, Delibes fue pionero. Cualquier cosa que abordemos es menos importante que el medio ambiente. En el debate público está a punto de dejar de ser el patito feo por la rebeldía de los jóvenes, que se ve en movimientos como el de Fridays For Future. Está cuajando la desobediencia de los viernes a cuenta de la corriente impulsada por Greta Thunberg [activista sueca que se ha erigido en icono de la lucha contra el calentamiento global]. Y hay que reconocer que por primera vez un presidente del Gobierno ha dicho que su punto número uno es la transición ecológica. Todos sus antecesores ignoraron el medio ambiente como prioridad. Lo que haya dicho Pedro Sánchez se quedará en la mitad de la mitad, pero ya es un salto situar este tema en primera línea. Y si crea una Vicepresidencia verde y su titular es Teresa Ribera, mucho mejor. La conozco y está muy preparada en esta materia. 

¿La inacción de los políticos para combatir el cambio climático se debe a la ignorancia o a intereses? 

Se debe a que, en política, el futuro ni existe ni vota. Es así. En cambio, un campesino naturalista siempre trabaja para el futuro. El tiempo de los políticos, que son analfabetos medioambientales, es el presente y, por tanto, centrípeto y acomodaticio. Es un cóctel abiótico y agresivo. Los que nos gobiernan no saben lo que es la vida. Nos gobiernan los algoritmos. Es una empanada devastadora muy poco humanista. Me río cuando los socialistas hablan del socialismo humanista: ¡Si habéis dejado de ser humanistas hace bastante tiempo! El humanismo exige un respeto extraordinario a la condición viva del ser humano. 

¿Además de completar la descarbonización, qué debe hacer España en su transición ecológica? 

El primer paso lo puede dar todo el mundo y no hace falta ningún tratado internacional: debemos asumir que se puede vivir muy bien consumiendo mucho menos. Se necesita un proceso de educación masiva encaminada a la restricción del gasto o a la limitación del despilfarro. Incluso los objetivos de París, como reducir un 25% las emisiones, se podrían cumplir mañana. Se trata de gastar la energía necesaria, pero esto no se potencia con campañas de publicidad. ¿Por qué? Porque interesa que el gasto eléctrico sea elevado porque es una de las principales fuentes de financiación del Estado. De esta forma, el Estado se convierte en cómplice de una enfermedad asesina. Esto está ocurriendo con Madrid Central. El Ayuntamiento de Madrid está adoptando medidas que dañan la salud. Eso debería ir a juicio. El segundo paso es que un país como el nuestro, que tiene una factura descomunal por vías fósiles, tendría que entender que es especialmente oportuno abaratar la balanza de pagos. Somos primera potencia en energías limpias, pero no se ha hecho un plan a largo plazo. Y, por último, hay que calibrar el impacto del turismo, que ha destrozado el litoral, y respaldar esto que ha venido a llamarse kilómetro cero, es decir, la tendencia a preferir lo local y el lugar que pisas. El movimiento generado para no viajar en avión es esperanzador. Yo ya no me subo a ningún avión para viajar por la Península y ya he decidido no volver a cruzar océanos. Los gobiernos deberían tener como prioridad el cambio de modelo energético. 

Los Verdes han ganado presencia y consistencia después de las últimas elecciones europeas. ¿Por qué no cuaja en España un partido verde? 

Primero, porque no hay suficiente masa crítica en la sociedad. Sigue habiendo un desprecio olímpico a la preservación de los paisajes. Y, segundo, porque parece inexorable que lo verde sea un derivado de la izquierda, y la izquierda en España siempre ha sido una agonía. 

¿Es más preciso científicamente hablar de emergencia climática que de cambio climático?

Es una crisis de proporciones inabarcables que debería provocar una emergencia más allá de las declaraciones. Necesitamos una economía de guerra contra el cambio climático. Esa es la estrategia adecuada. Sin embargo, vamos a peor. El año pasado contaminamos más que el anterior, y el anterior más que el otro. Ni en España ni en la UE cumplimos los objetivos, por mucho que critiquemos a Trump. 

El Gobierno socialista, con el fin último de que todos los procesos productivos sean sostenibles, lanzó en la anterior legislatura dos iniciativas que ahora deben concretarse: la Leyes de Cambio Climático, y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima. ¿Van en la buena dirección? 

Los primeros pasos están bien arrumbados. Falta profundizar. Y debemos tener en cuenta que hay mucha distancia entre la aprobación de una ley y su verdadera puesta en marcha. Llevamos 30 años de retraso en adoptar medidas contra el cambio climático. 

¿Hay que cerrar ya todas las nucleares? 

Sí. Hay muchos que son partidarios de las nucleares como instrumentos para gastar petróleo, carbón o gas. Pero necesita el uso de uranio, que es extraordinariamente peligroso. Hay que cerrar las centrales que están abiertas, aun sabiendo que su clausura no soluciona el problema porque los residuos de alta actividad van a estar ahí miles de años. El Gobierno no debería alargar el periodo de las nucleares ni mucho menos hacer otras nuevas, en línea con lo que se está haciendo en Alemania y Suecia. 

Rajoy aplicó una moratoria a la industria renovable después del impulso inicial durante el mandato de Zapatero. ¿Qué debe hacer Sánchez? 

El apoyo económico a las renovables hizo que mucha gente destinara sus ahorros a una forma muy fácil de ganar dinero, por ejemplo, con las plantas fotovoltaicas o los parques eólicos. El Gobierno del PP liquidó a decenas de miles de inversores y ahora el Estado tiene que abonar indemnizaciones millonarias. En este momento, los incentivos a las renovables intentan movilizar voluntades individuales, pero creo que la gravedad del cambio climático exige no orientar esta política al beneficio personal y la especulación. Ya sé que soy un socialista utópico, pero creo que los sectores estratégicos deberían estar nacionalizados. 

¿Cuáles son los mayores lastres de la gestión del agua en nuestro país? 

Los políticos no entienden lo que es el agua ni una fuente ni un río ni una laguna ni una cuenca hídrica. No puede reducirse la gestión a planes de cuenca o a normas y regulaciones. El agua es algo más importante. Forma parte del entramado básico de la vida. Si pones la palabra recurso al lado de agua estás insultando la esencia de la vida. El agua no es un recurso; es el todo de todos los todos. Si es una cuestión de tantos euros por metro cúbico, el desastre está asegurado. El agua exige una gestión totalmente pública, pero cada vez hay más privatizaciones. Además, la agricultura y la ganadería absorben el 75% del agua pero hay que mejorar su uso. El regadío o la ganadería usan hasta un 30% más del agua necesaria. Hay mucho regadío ilegal o en lugar improcedente, especialmente, en el Levante y Almería. Lo que pasa es que produce el 40% de los alimentos. Y la transición alimentaria es la más importante después de la energética. El agua es elemento básico para controlar el cambio climático. 

Usted se ha posicionado en contra de los trasvases y, particularmente, del acueducto Tajo-Segura.

Es insostenible porque no ha mejorado sustancialmente la cuenca del Segura y ha empeorado muy sustancialmente la del Tajo. Es aquello de vestir a un santo para desnudar a otro. Ha potenciado la creación de regadíos ilegales o en tierras muy salinizadas y marginales, que a su vez contaminan los acuíferos. El Tajo es el río más maltratado de Europa. 

Algunos partidos, como Ciudadanos, defienden la interconexión de todas las cuencas.

Pues demuestran que no saben lo que es un río ni cómo funciona la naturaleza. El agua está bien donde está y no sobra en ningún lugar. No podemos seguir en la dinámica del hormigón que concibe la gestión hídrica desde la construcción de grandes obras. 

¿Deberían implantarse tasas ecológicas para reparar los impactos ambientales? 

La fiscalidad verde debería ser una norma. Si el turista gasta el doble de agua, consume el triple de energía y provoca el triple de impacto por basura, ¿por qué no cobrarle un poco de dinero para enfrentarse a ese problema? Si los coches contaminan, ¿por qué no gravar la gasolina? No para recaudar, sino para combatir estos fenómenos. 

¿Estamos a tiempo de salvar la cultura rural? 

Hay que devolverle la dignidad a los agricultores y ganaderos. La cultura rural era la suma de conocimientos, habilidades y destreza para, aliándote con las mecánicas naturales de ciclos y procesos, conseguir un alimento. A eso se suma la música popular, la artesanía, los paisajes ordenados o el buen uso del agua. Debemos reconocer que la cultura rural casi se ha extinguido. Por tanto, lo primero para frenar el vaciamiento del campo es devolverle todo el elogio que merece al campesino, que no es el último de la fila. Lo segundo es transitar hacia un modelo alimentario que no destroce el planeta. El agricultor y el ganadero tienen que ganar al menos el 33% del precio de venta al público, y estamos en el 7%. 

¿En qué se traduce la pérdida de biodiversidad?

Hace 50 años había un 50% más de vida en España, aunque se haya incrementado la superficie forestal. Se han salvado algunas especies emblemáticas, como el águila imperial y el buitre negro, pero se nos va el 80% de los saltamontes, los grillos, las luciérnagas y las mantis religiosas. Parece que como son insectos no nos interesan. Y las enfermedades que amenazan a las encinas y los alcornoques podrían hacer desaparecer el gran bosque de la Península Ibérica. 

¿Es posible el equilibrio entre lo tradicional y el avance tecnológico

Si controlamos el avance tecnológico y desarrollamos mucho los usos tradicionales, sí. El objetivo de la especie humana es ser compatible con la vida. No necesitamos 5G sino que la gente tenga un huerto, haga grandes caminatas y lea mucho. Que todo nos lo digamos por WhatsApp equivale a la demolición del entendimiento. Daña incluso la alegría de vivir.

El Mundo.(Opinión-Raúl Conde)

De silencios

De silencio

(...) Es tan vasto el silencio de la noche en la montaña. Y tan despoblado. En vano uno intenta trabajar para no oírlo, pensar rápidamente para disimularlo. O inventar un pro­grama, frágil punto que mal nos une al súbitamente im­probable día de mañana. Cómo superar esa paz que nos acecha. Silencio tan grande que la desesperación tiene vergüenza. Montañas tan altas que la desesperación tie­ne vergüenza. Los oídos se afilan, la cabeza se inclina, el cuerpo todo escucha: ningún rumor. Ningún gallo. Cómo estar al alcance de esa profunda meditación del silencio. De ese silencio sin memoria de palabras. Si es muerte, cómo alcanzarla.
Es un silencio que no duerme: es insomne; inmóvil, pero insomne; y sin fantasmas. Es terrible: sin ningún fantasma. Inútil querer probarlo con la posibilidad de una puerta que se abra crujiendo, de una cortina que se abra y diga algo. Está vacío y sin promesas. Si por lo menos se escuchara al viento. El viento es ira, la ira es vida. O nieve. La nieve es muda pero deja rastro, lo emblanque­ce todo, los niños ríen, los pasos resuenan y dejan hue­lla. Hay una continuidad que es la vida. Pero este silen­cio no deja señales. No se puede hablar del silencio como se habla de la nieve. No se puede decir a nadie como se diría de la nieve: ¿oíste el silencio de esta noche? El que lo escuchó, no lo dice.

La noche desciende con las pequeñas alegrías de quien enciende lámparas, con el cansancio que tanto justifica el día. Los niños de Berna se duermen, se cierran las úl­timas puertas. Las calles brillan en las piedras del suelo y brillan ya vacías. Y al final se apagan las luces más dis­tantes.

Pero este primer silencio todavía no es el silencio. Que espere, pues las hojas de los árboles todavía se acomo­darán mejor, algún paso tardío tal vez se oiga con espe­ranza por las escaleras.

Pero hay un momento en que del cuerpo descansado se eleva el espíritu atento, y de la tierra, la luna alta. En­tonces él, el silencio, aparece.

El corazón late al reconocerlo.

Se puede pensar rápidamente en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron. Pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aun el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga. Pues si al princi­pio el silencio parece aguardar una respuesta —cómo ar­demos por ser llamados a responder—, pronto se descu­bre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzga­dos por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justifi­caciones forzadas, humildes disculpas hasta la indigni­dad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento.

Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su in­dignidad. Él es el silencio.

Puede intentar engañársele, también. Se deja caer como por casualidad el libro de cabecera en el suelo. Pero, ho­rror, el libro cae dentro del silencio y se pierde en la muda y quieta vorágine de éste. ¿Y si un pájaro enloquecido cantara? Esperanza inútil. El canto apenas atravesaría como una leve flauta el silencio.

Entonces, si se tiene valor, no se lucha más. Se entra en él, se va con él, nosotros los únicos fantasmas de una noche en Berna. Que entre. Que no espere el resto de la oscuridad delante de él, sólo él mismo. Será como si es­tuviéramos en un navío tan descomunalmente grande que ignoráramos estar en un navío. Y éste navegara tan lar­gamente que ignoráramos que nos estamos moviendo. Más de eso, nadie puede. Vivir en la orla de la muerte y de las estrellas es una vibración más tensa de lo que las venas pueden soportar. No hay, siquiera, un hijo de astro y de mujer como intermediario piadoso. El cora­zón tiene que presentarse frente a la nada sólito y sólito latir alto en las tinieblas. Sólo se escucha en los oídos el propio corazón. Cuando éste se presenta completamen­te desnudo, no es comunicación, es sumisión. Además, nosotros no fuimos hechos sino para el pequeño silencio.

Si no se tiene valor, que no se entre. Que se espere el resto de la oscuridad frente al silencio, sólo los pies mo­jados por la espuma de algo que se expande dentro de nosotros. Que se espere. Un insoluble por otro. Uno al lado del otro, dos cosas que no se ven en la oscuridad. Que se espere. No el fin del silencio, sino la ayuda ben­dita de un tercer elemento, la luz de la aurora.

Después, nunca más se olvida. Es inútil intentar huir a otra ciudad. Porque cuando menos se lo espera, se puede reconocerlo de repente. Al atravesar la calle en medio de las bocinas de los autos. Entre una carcajada fantasma­górica y otra. Después de una palabra dicha. A veces, en el mismo corazón de la palabra. Los oídos se asom­bran, la mirada se desvanece: helo ahí. Y desde enton­ces, él es fantasma.

Clarice Lispector (Brasil, 1920-1977)
De Silencio
Traducció: Cristina Peri Rossi

Atardecer en el Molino de Damaniu 

domingo, 11 de agosto de 2019

Heidegger y budismo





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MARTIN HEIDEGGER CONVERSA CON UN MONJE BUDISTA SOBRE TECNOLOGÍA Y FILOSOFÍA (VIDEO)



EN 1963, HEIDEGGER CONVERSÓ PARA LA TELEVISIÓN ALEMANA CON EL MONJE Y PROFESOR TAILANDÉS BHIKKU MAHA MANI SOBRE LA TENSIÓN ENTRE FILOSOFÍA Y RELIGIÓN, ASÍ COMO DEL PAPEL DEL PENSAMIENTO EN LOS MEDIOS INFORMATIVOS



Martin Heidegger fue un filósofo alemán comúnmente estudiado dentro del existencialismo, aunque para él la filosofía se trataba de una laboriosa y rigurosa pregunta por el Ser. Su obra ha sido considerada una de las más importantes del siglo XX, y en su mayor parte está dedicada a la cuestión del ser, como es evidente en su trabajo más conocido, Ser y Tiempo, aunque abordó también cuestiones relativas a la crítica del sentido (la hermenéutica), la política, los mitos griegos y la poesía. Su influencia llegó incluso a Tailandia, donde el monje budista y profesor universitario Bhikku Maha Mani llegó a pensar que Heidegger era "elfilósofo alemán".

Maha Mani entrevistó Heidegger en 1963 para el canal SWR. Uno podría esperar consideraciones por parte de Heidegger con respecto a los problemas filosóficos comunes entre el existencialismo y el budismo u otras disciplinas orientales, como el taoísmo (que fue tema de un libro de Reinhold May); sin embargo, Heidegger no se refiere propiamente a problemas determinados por la geografía, sino por la necesidad de construir un pensamiento global, que pueda dar cuenta del ser humano en su relación con el ser, sin importar las categorizaciones políticas y tecnológicas que dividen a la gente, y nos previene en cambio del peligro de convertirnos en "máquinas" obedientes.

A continuación se muestra la entrevista en dos partes (para la que están disponibles subtítulos en inglés en el botón CC), y debajo se ofrece una transcripción y traducción.


Primera parte:



Segunda parte:




-Habiendo pensado vívidamente sobre la esencia del ser humano durante décadas, ¿a qué conclusiones ha llegado?

-La experiencia decisiva de mi pensamiento, y lo mismo aplica para la filosofía occidental, esto es, la contemplación de la historia del pensamiento occidental, me mostró que, en el pensamiento contemporáneo, una pregunta nunca ha sido postulada, esta es, la pregunta por el Ser. Esta pregunta es de importancia, debido a que en el pensamiento occidental. la esencia del ser humano está determinada, en su relación al ser, y en que existe, en su correspondencia con el Ser. Esto significa que el ser humano es esta correspondencia, esta esencia, que tiene lenguaje. A diferencia, pienso, de las enseñanzas budistas, el pensamiento occidental realiza una distinción esencial entre el ser humano y otros seres vivos, plantas y animales. El ser humano se diferencia por su lenguaje, esto quiere decir, que se sabe en relación al Ser. Y esta pregunta por el Ser no ha sido formulada en la historia presente del pensamiento occidental, o para decirlo más claramente, el Ser mismo ha permanecido oculto para el ser humano. Es por eso que ahora debemos formular esta pregunta, para obtener una respuesta sobre qué y quién es el ser humano.

¿Piensa usted que deberíamos crear una nueva actitud fundamental hacia la vida, o que deberíamos profundizar las presentes enseñanzas de la religión?

-Me parece que a través de mi respuesta a su primera pregunta he dejado claro que una nueva forma de pensamiento es necesaria. Es especialmente necesaria puesto que la pregunta no puede ser respondida por la religión. También es necesario formular esta pregunta, puesto que la relación occidental con el resto del mundo ya no es transparente, sino confusa, en parte a causa de la liquidación de la fe, la iglesia, por parte de la filosofía, y por parte de la ciencia, y la extraña circunstancia de que hoy en el mundo moderno, la ciencia es vista como si fuera una forma de religión. Voy a aclarar este enunciado más adelante.

¿Por qué no trata de compartir sus ideas con la gente a través de los medios modernos, como la radio y la TV?

La tarea que se requiere del pensamiento hoy, tal como yo la entiendo, es nueva en un sentido de que requiere un nuevo método de pensamiento, y este método sólo puede conseguirse a través de la conversación inmediata, de humano a humano, y a través de una larga práctica y ejercicio en la sensibilidad de un mirar del pensamiento. Esto quiere decir que esta manera de pensar, en un principio, sólo es comprensible para unas pocas personas, pero puede, a través de diversos aspectos de la educación, ser comunicado a otras. Le daré un ejemplo. Hoy en día todo el mundo sabe cómo usar una radio y un aparato de televisión, sin comprender las leyes físicas que los gobiernan, sin comprender los métodos necesarios y la investigación de tales leyes. Estos métodos, necesarios para la investigación de estas leyes, en su contenido sustancial, son comprendidas únicamente por unos cinco o seis físicos.

En un principio, este pensamiento es tan difícil que sólo unas pocas personas pueden ser educadas en él, pero esto puede llevar a un equívoco: que estas serían personas extraordinarias. Pero la verdad es que cualquier ser humano, a condición de que sea un ser pensante, puede conseguir este pensamiento. Pero, en nuestro presente sistema educativo y de acuerdo con nuestra historia, sólo unas pocas personas cumplen con los requerimientos para este pensamiento.

¿Existe un punto de encuentro entre la tecnología y la filosofía?

A tu pregunta respondería que sí, existe de hecho una relación muy esencial. Está dada, en la emergencia de la tecnología moderna por parte de la filosofía, está en la filosofía moderna, que por primera vez estableció por principio que, sólo lo que podemos claramente, esto es, matemáticamente, conocer, es real.

Hay una frase muy famosa del físico alemán Max Planck, que dice: "Lo real solamente es lo que puede medirse."

Y esta idea de que la realidad sólo es accesible para el ser humano en tanto sea medible, en el sentido de la física matemática, es la idea dominante de la tecnología. Y cuanto más como que fue pensado por primera vez por Descartes, el fundador de la filosofía moderna, la relación entre la tecnología moderna y la filosofía se vuelve bastante clara.

En Occidente, a menudo se ha identificado a las personas sin religión como comunistas; otros, sin embargo, que viven de acuerdo a preceptos religiosos, son llamados locos. ¿Qué piensa de esto?

La afirmación de que la gente sin religión es comunista y la gente con religión está loca, son acusaciones ambas, que, me parece, pueden despejarse si uno piensa qué es lo que significa aquí la religión. La religión significa, tal como lo indica la palabra, una re-vinculación con los poderes, fuerzas y leyes que superan las capacidades humanas. Aquí podríamos incluso hablar de una religión atea, a saber, el budismo, que no reconoce un Dios, y que sin embargo es una religión, pues contiene en sí misma un vínculo.

También he de decir que gente como los comunistas tienen una religión, a saber, la fe en la ciencia. Estos creen incondicionalmente en la ciencia moderna. Y esta creencia incondicional, esto es, el crédito en la certeza de los resultados de las ciencias, es una creencia y es en cierto modo algo que va más allá del ser humano, por lo tanto es una religión. Debo decir que no existe ser humano sin religión y que cada ser humano está, en cierto sentido, más allá de sí mismo, es decir, loco.

¿Deberíamos abolir la religión y la filosofía las cuales, a pesar de sus múltiples milenios de larga existencia, nunca influyeron la vida humana como querían, y porque la religión y la filosofía parecen ser contradictorias?

No podemos y no debemos abolir el pensamiento ni la fe, porque en su larga historia no hayan alcanzado lo que trataron de lograr. No podemos abolir el pensamiento y la fe porque la esencia humana es finita. Porque en su esencia, el hombre siempre ha sido orillado a intentar de nuevo. Y especialmente en esta época, debo decir, y volviendo a tu primera pregunta, que una reflexión sobre lo que es el ser humano, es necesaria, ahora con el peligro de que el hombre esté a merced de la tecnología, y un día será transformado en una máquina controlada.

Usted también hizo otro comentario, con respecto a su país de origen, donde mencionó que su país y su gente pertenece a los países subdesarrollados. Si uno piensa el subdesarrollo, uno siempre debe preguntarse a qué fines se encamina dicho desarrollo. De acuerdo con la idea de la moderna Europa y América, es principalmente un enfoque tecnológico. Desde este punto de vista debería decir que su país, a causa de sus antiguas y continuas tradiciones, es altamente desarrollado. Los estadunidenses, por otro lado, con toda su tecnología y sus bombas atómicas, son subdesarrollados.

¿Existe una manera de armonizar a las personas, y dicha manera podría traducirse a situaciones globales reales, tales como la Alemania Oriental y Occidental?

Esta pregunta es tan general que primero debemos diferenciar entre las condiciones políticas para una posible unidad y las condiciones emocionales humanas para la confluencia de los seres humanos. Para ambas condiciones, debo decir, a causa de nuestra situación histórica entera, y a causa de la separación de los seres humanos en diferentes religiones, diferentes filosofías, y diferentes relaciones con la ciencia, no existe un terreno común hoy en día para el entendimiento simple e inmediato. Pienso que necesitamos diferenciar entre un país europeo, con su historia y su pasado, y un país, donde uno tiene su hogar. De modo que será necesario decir que, si existe alguna posibilidad del todo para el entendimiento en el futuro previsible, sólo puede ocurrir si, además de las condiciones políticas, los seres humanos de todos los frentes encuentran auto-consideración. Pero esta auto-consideración, como mencioné previamente en sus anteriores preguntas, es difícil, pues no sólo en Alemania, sino en toda Europa en general, no tenemos una relación alguna, clara, común y simple, con la realidad y con nosotros mismos. Este es el gran problema del mundo occidental, y en parte es la razón de la confusión de opiniones en todas las áreas.

h/t Open Culture
Versión de Javier Raya.



Byung-Chul Han y el budismo zen



Byung-Chul Han y el budismo zen como arma anticapitalista


"Bello es el ser sin apetito", escribe Byung-Chul Han en Filosofía del budismo zen, y en un mundo obeso, que exige ambición a todos sus individuos, con un ejército de ciclistas inmigrantes para saciar el hambre infinita, esa frase suena revolucionaria. ¿Qué sería del capitalismo tardío si se nos acaba el apetito, si nos conformamos con lo que somos? ¿Será posible atentar contra el sistema desde el no-hacer?

El filósofo surcoreano Byung–Chul Han, famoso entre quienes tienen resueltas sus necesidades básicas pero no sus angustias, lo es justamente porque describe con certeza y sencillez los motivos que nos tienen en esta desazón generalizada. Sus diagnósticos y sus libros son como agujas, breves pero agudas, que pinchan en las heridas que hoy nos hacen sangrar sin dolor: el declive del deseo, el flagelo de la transparencia o el auge de la autoexplotación.

Pero hace diecisiete años, antes de convertirse en una estrella de la crítica cultural –que no usa celular y cultiva flores en un jardín–, Han escribió un ensayo que si bien no buscaba identificar otro trastorno más de la sociedad neoliberal, leído desde ahora sí consigue entregar una respuesta al malestar posmoderno: el budismo zen.

Filosofía del budismo zen (2002, editado en español por Herder el 2015) no es, por supuesto, un libro de autoayuda, pero en la desesperación de estos tiempos desoladores, donde Carmen Tuitera es guía espiritual y no hay más referentes intelectuales que el Profe Maza, funciona sin quererlo como tal.

Lo que Han pretendía era dilucidar los conceptos que definen y diferencian al budismo zen comparándolos con la filosofía occidental de Platón, Leibniz, Hegel y Heidegger, y aunque lo consigue, el resultado además es una especie de receta involuntaria contra el tedio, la depresión y el narcisismo que predominan actualmente.

No se trata de volver a una retórica new age, de disfrazarse de Sting ni de colgar banderitas en la terraza. Tampoco de ir a un taller de meditación para obtener más rendimiento laboral. Es justamente lo contrario: intentar vaciarse de esa lógica occidental que pretende encontrarle una recompensa o beneficio a cada acción o decisión que tomamos, y simplemente liberarnos de la economía detrás de nuestros movimientos.


“Bello es el ser sin apetito”, escribe Byung-Chul Han, y en un mundo obeso, que exige ambición a todos sus individuos, con un ejército de ciclistas inmigrantes para saciar el hambre infinita, esa frase suena revolucionaria. ¿Qué sería del capitalismo tardío si se nos acaba el apetito, si nos conformamos con lo que somos? ¿Será posible atentar contra el sistema desde el no-hacer? ¿La inacción puede ser una amenaza?

Eso no se responde en Filosofía del budismo zen, pero de forma indirecta queda sugerido. Han opone el apetito de trascendencia, quizá el peor legado del cristianismo —esta incapacidad de soportar la idea de la muerte y querer sobrevivir a la propia existencia a como dé lugar—, con la inmanencia, el vivir aquí, experimentando la cotidianeidad, ese mundo de “hombres y mujeres, de anciano y joven, sartén y olla, gato y cuchara”.

Algo radical en este frenesí de notificaciones, todos adictos al último meme, paranoides de los spoilers y nunca satisfechos con el final de ninguna serie. El budismo zen, en cambio, “se trata de ver lo inusitado en la repetición de lo acostumbrado”.

La dificultad de asumir este espíritu vacío de apetito, entregado al aquí y al ahora, es que exige liberarse de lo sagrado, ya sea Cristo en la cruz, una foto de Felipe Camiroaga o la confianza en el mercado. Incluso al mismo buda. “Si encontráis a buda, matad a buda”, dijo el maestro Linji. “La nada del budismo zen”, se lee de mano de Han, “no ofrece cosa alguna que pueda retenerse, ningún fundamento firme del que podamos cerciorarnos, nada a lo que pudiéramos agarrarnos. El mundo carece de fundamento”.

Pero el vacío, por otro lado, permite que el sujeto no sólo esté “en” el mundo, sino que en el fondo “es” el mundo. Como anota Han: “El mundo está enteramente ahí, en una flor de ciruelo”.

También se sospecha de la idea del hogar, lo que en el léxico subdesarrollado se conoce como el sueño de la casa propia, y que últimamente ha perdido todo relato llamándose solamente inversión inmobiliaria. Un budista zen no echa raíces —ni bienes raíces— porque eso sería llamar a la trascendencia, proyectarse a un futuro que no existe. “Un monje zen ha de ser como las nubes, sin morada fija, y como el agua, sin apoyo firme”, dice el coreano-alemán. “Ni huésped ni anfitrión; huésped y anfitrión, sin duda”.

Habiendo fallado las revoluciones, y sin alternativas a la vista que reemplacen o se opongan a la metástasis imparable del neoliberalismo, quizá este momento poshistórico, como lo describió Fukuyama, o de no-historia, pueda ser combatido con el no-ser del budismo zen.

Patricio Corona
26 JUL 2019



Enseñanza de los árboles


LO QUE LOS ÁRBOLES NOS ENSEÑAN ACERCA DE LA VIDA Y LA PERMANENCIA, POR HERMAN HESSE


“Cuando hemos aprendido cómo escuchar a los árboles, entonces la brevedad y la rapidez y la precipitación infantil de nuestros pensamientos alcanzan una dicha incomparable” afirmaba el genial escritor alemán.


Herman Hesse Cultura Inquieta

Es difícil desasociar la sensibilidad artística de aquella que nos permite apreciar, y abrazar, el alma de la naturaleza. Incluso podríamos afirmar que la esencia primigenia de la estética, de las artes y de nuestras múltiples abstracciones en torno a la belleza, se origina en esa perfección retórica que pregonan las caídas de agua, las estructuras florales, los imperturbables desiertos o las intrigantes selvas.

Tomando en cuenta lo anterior, no debiera sorprendernos que Herman Hesse, el genial autor alemán, haya sido capaz de hilar un tributo literario a los árboles; esos pilares que irradian la más reconfortante sabiduría. Este fragmento fue tomado de su libro Wanderung: Aufzeichnungen (Berlin: Fischer, 1920; traducido al inglés como Wandering: Notes and Sketches y al español como El caminante).

En sus copas susurran el mundo, sus raíces descansan en lo infinito, pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar y más santo qué un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con facilidad todo su sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.


Herman Hesse Cultura Inquieta2
Herman Hesse en Montagnola, 1919


Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar por ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas; predican indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida.

Un árbol dice: en mi vida se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre Tierra. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.

Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo hasta el fin del secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es.


(Cultura inquieta)