El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.

domingo, 31 de octubre de 2010

Molino de piedra coreano




Un molino de piedra coreano
Es una herramienta vieja presentada en Corea. Hay un molino de piedra, un colador, el recipiente del a'rbol grande.
Cámara: Canon EOS-1Ds Mark III , SIGMA MACRO 70mm F2.8 EX DG
Ubicación: República de Corea / Isla de Jeju
Estación: invierno
Categoría Utensilios
Tamaño: 5616 x 3744 Pixeles
Web www.yunphoto.net
Molino de agua japonés



Un molino de agua
Es el molino de agua que había cerca de barranco de Miyazaki, Takachiho - desfiladero de kyo (cinco desfiladeros de Segawa).
Cámara: Canon EOS-1Ds Mark II , SIGMA MACRO 50mm F2.8 EX DG
Ubicación: Japón / Prefectura de Miyazaki
Estación: invierno
Web www.yunphoto.net

jueves, 28 de octubre de 2010

La cosmogonía de un molinero

Un molino con vistas al cosmos

BRAULIO GARCÍA JAÉN

Un molinero del XVI fue quemado por su visión del origen del mundo

¿Qué pensaba un molinero del siglo XVI sobre el mundo que habitaba? Jamás lo habríamos sabido si sus opiniones no hubieran sido lo bastante incendiarias como para que la Inquisición, que administraba el espíritu de su época, decidiera quemarlo vivo.

Domenico Scandela nació en Montereale, en el noreste de lo que es Italia, en 1532. Todos lo llamaban Menochio. Casado, humilde pero no pobre de solemnidad, tuvo 11 hijos, de los que cuatro habían muerto cuando fue juzgado en 1584. Según su testimonio, era "molinero, carpintero, aserrador y albañil, entre otras cosas", pero fue sobre todo molinero, y vestido como tal se presentó el día del juicio: un abrigo, una capa y un gorro de lana blancos.

Según Scandela, ni Dios había creado el mundo ni el cristianismo era una confesión superior

Cuando todavía no hacía un siglo que se había inventado la imprenta, Menochio sabía leer y escribir y gastaba mucho de lo poco que ganaba en comprar libros. En 1581, llegó a ser alcalde de Montereale y alrededores. Pero el mismo obispo junto al que Menochio había administrado la iglesia local lo denunció ante el Santo Oficio el 28 de septiembre de 1583.

El queso y los gusanos

Gracias a los documentos de ese proceso, el historiador italiano Carlo Ginzburg pudo reconstruir en El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI, el pensamiento de Menochio y su contexto. "Veinte años después de celebrado el concilio de Trento, acabada la incertidumbre sobre lo que se podía y debía creer, [...] Menochio seguía lucubrando cosas altas, oponiendo sus propias ideas en materia de fe a los decretos de la Iglesia", escribe.

"Yo le he oído decir que el mundo, que no era nada, se coaguló como un queso", declaró un testigo

El ex alcalde y paisano de confianza pasó a ser un enemigo público por la gracia de Dios. No faltaron los testimonios de sus vecinos para condenarlo por "herejía". "Yo le he oído decir que al principio este mundo no era nada y que fue batido como una espuma del agua del mar y se coaguló como un queso, del cual luego nació gran cantidad de gusanos y estos gusanos se convirtieron en hombres, de los cuales el más poderoso y sabio fue Dios", declaró uno.

El tribunal no creía que él solo pudiera pensar tan torcidametne. Y apuntando a los que transmitían las enseñanzas de la Reforma protestante, lo torturó buscando cómplices. Pero Menochio dijo seguramente la verdad: todo salía de su cabeza. En efecto, según Ginzburg, no fue tanto la letra impresa (Los Evangelios, Florilegio de la Biblia y Decamerón, entre otros libros), como el cortocircuito producido entre esos impresos y su bagaje de cultura oral el que produjo en la cabeza de Menochio esa explosión de materialismo poético y rural. Hoy, un centro social de Montereale lleva su nombre.

Menochio, que negaba que Dios hubiera creado el mundo, dudó también de que el cristianismo fuera esencialmente superior a las otras confesiones. "Creo que cada uno cree que su fe es la buena, pero no se sabe cuál es la buena. Como mi abuelo, mi padre y los míos han sido cristianos, yo quiero seguir siendo cristiano y creer que esta es la buena", declaró.

Quizá lo más inasumible de todo fuera, sin embargo, que siendo molinero, tuviera ideas propias. Algo impensable, no sólo para las élites que lo juzgaban, sino también para sus compañeros de escalafón: "Yo soy un zapatero, y tú un molinero, no eres un hombre educado, así que de qué sirve hablar sobre eso", le había dicho uno de los testigos que declaró en el juicio. El 6 de julio de 1601 murió en la hoguera.



MENOCCHIO, DESCRIBÍA LA TIERRA COMO UNA GRAN BOLA DE QUESO


Domenico Scandella, era conocido en su pueblo Montereale, (Italia), como Menocchio, era molinero que vivió en el siglo XVI, culto y educado llego a ser alcalde de su ciudad, y administrador de la parroquia, trabajo como carpintero y molinero. Como formación espiritual estudiaba escritos religiosos.

La sociedad que vivió Domenico, era en lucha religiosa contra todo aquello que se considerase un peligro para la FE de la Iglesia, los vigilantes y guardianes correspondía a la los religiosos, y clérigos, y cualquiera podría denunciar a su vecino de herejía. Su locuacidad, era proverbial: "...siempre está discutiendo con alguien, incluso con los curas, sobre religión, sólo por el gusto de argumentar".

Menocchio expresaba su disgusto de que la tierra estuviera distribuida entre la aristocracia y la Iglesia, esto era conocido por todos los súbditos y las familias proletarias intentaban sobrevivir en este medio social injusto. Sin embargo, aquella sociedad inmersa en las luchas de la contra reforma le llevó a que sus palabras fueran consideradas como heréticas.

El molinero defendía una cosmovisión del mundo, donde la tierra era una enorme masa de queso y los gusanos que salen de él son ángeles, esta creencia llevaron a Menocchio ante el Santo Oficio acusado de herejía, y juzgado por el Santo Oficio. Sus vecinos conocían sus disparates religiosos y le escuchaban divertidos, sin concebir que llegara a una condena por tales perturbaciones, que no presentaban ninguna influencia maléfica y si un desajuste mental. Por sus pensamientos fue procesado y quemado vivo por la Inquisición.

El 28 de septiembre de 1583, Scandella fue denunciado por un miembro local de la Iglesia a la Santa Inquisición bajo los cargos de haber pronunciado palabras heréticas e impías Los testigos reconocieron haberle reconvenido a Scandella el pronunciar estas herejías, advirtiéndole sobre las consecuencias que podría acarrearle. Pero "Menocchio" hizo caso omiso y así siguió varios años. Al ser encarcelado, Scandella pedía perdón pero no renegaba de sus herejías.

Ante el jurado del Santo Oficio en crueles interrogatorios, explico su creencia que el mundo estaba sumido en el caos, y que se asemejaba a una masa de queso donde surgen gusanos, siendo estos gusanos los ángeles. Los jueces encontraron causa de herejía cuando puso en entredicho el carácter virginal de la Virgen María, pues que hubiese parido a un niño y continuara siendo virgen. Afirmaba que se le decía “virgen” por el hecho de que la virgen María había estado en un templo que se llamaba el templo de las vírgenes. Esto lo había sacado de un libro llamado Rosario del la gloriosa vergine, donde se relata que la virgen María debía ser nutrida en dicho templo con las otras vírgenes y que se dedicarían de manera muy devota a la contemplación de cosas divinas, además de que en dicho templo la virgen María había sido visitada por ángeles. Así, podemos ver que llega a esa conclusión del por qué de la “virgen”.

Algunas ideas que Menocchio expresaba las había retomado de algunos libros que se le habían proporcionado: La Biblia, El florilegio de la Biblia, Il Lucadario, Il Lucerndario, Il Vavallier, Zuanne de Mandavilla, y otros. Menocchio, declaró que todos las personas eran capaces de hablar en un grado de espiritualidad podían hacer mención de cosas divinas e interpretaciones de ellas mismas, debido a que todas las personas tenían esa capacidad espiritual, etérea, de comprensión. También alegaba contra algunas de las prácticas religiosas como: el bautismo, la ordenación, el matrimonio y la confesión, él las reducía a simples mercancías de las cuales la iglesia sacaba un beneficio. Menocchio se lamenta de que convirtieran a su iglesia en un mercado, la idea de reducir las prácticas religiosas a meras mercancías lo extrajo de un libro llamado Sogno: en el que se menciona que es un mercado todo el acto religioso de la sepultura de la cual se rehúsan a realizar los padres sino reciben un pago por ello

Indagando los orígenes de su pensamiento, y sospechando que un simple molinero sin instrucción no podría diseñar semejantes teorías, se buscaron las influencias que lo llevaron a pensar así. Se llegó a la conclusión que el responsable de adoctrinarle fue un pintor de la región, un tal Niccoló di Porcia, reconocido popularmente como "un hombre hereje", que pertenecería a grupos religiosos disidentes, fue juzgado también, y no se le pudo comprobar esta acusación.

Scandella, tras dos años de prisión, obtuvo un afortunado "perdón" oficial: era excarcelado, aunque esta libertad era absolutamente condicional: no podía salir de Montereale y debía vestir el hábito con una enorme cruz. Esto le generó que muchos pobladores no quisieran acercársele, por considerarlo excomulgado. Así aunque el destino le había dado una segunda oportunidad, Domenico Scandella seguía siendo "Menocchio" y volvió a las andadas, desafiando a su destino. Exponiendo que su “arrepentimiento" no era sincero, sino que sólo era una treta para evadirse del castigo. Dos años más tarde, en 1598, el tribunal comenzó nuevamente a estudiar el caso. El Tribunal, sintiéndose burlado, endureció su posición, máxime teniendo en cuenta sus antecedentes. El 6 de Julio del 1601. fue quemado vivo por orden del Papa Clemente VIII, representante de dios en la tierra.

Eran tiempos donde la crueldad imperaba, hoy percibimos gravísimos errores en la defensa de creencias y el necesario respeto a la vida humana. Los clérigos en crueldad no fueron capaces de discernir, entre una herejía y un cerebro desordenado.




Menocchio y las brujas
Para Enrique Bonavides


“El aire es Dios (...) la tierra es nuestra madre”
Domenico Scandella (Menocchio)

El antropólogo Roger Bartra concluye su análisis del mito del hombre salvaje con una reflexión acerca de la obsesión occidental por el Otro y cómo ésta, en tanto que experiencia interior y forma de definición del Yo, ha velado la presencia de otras voces. El Otro ha ocultado al otro, concluye (Bartra 1998, 193).
En este trabajo, entiendo la subjetividad como una forma de articulación del mundo histórico y cultural; de la ética, del conocimiento, del imaginario. Hablar de otras formas de subjetividad implica pensar en aquellas que quedaron marginadas en el proceso que llevó a la modernidad. Concretamente, me refiero a los magos, bajo el signo de la melancolía, y a los representantes de la cultura popular a los que se persiguió, atribuyéndoles una condición brujeril. Para intentar una aproximación a las hechiceras, me asomo al estudio de Carlo Ginzburg sobre el mundo de un molinero de la región de Friuli acusado de herejía. Ginzburg analiza de qué manera construye este molinero, Menocchio, su visión del cosmos a partir de la superposición de remotas tradiciones campesinas a los siete u ocho libros impresos a los que tuvo acceso (almanaques y libros piadosos, sobre todo). Me planteo entonces la posibilidad de que la cosmogonía milenaria en la que se funda el mundo de Menocchio sea también horizonte de otros grupos integrantes de la cultura popular.
Los siguientes son apuntes. Trazos surgidos en la escucha de caminos evocados por escritores y estudiosos, que nos hablan de esos transcursos otros, de otras formas de sujeción y de que una modernidad menos amenazante hubiera sido posible.
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* Notas a partir del análisis de Carlo Ginzburg del mundo de un molinero del siglo XVI acusado de herejía.
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1. El vuelo de la melancolía

En el grabado de Durero Melancholia I (1514), se representa la melancolía en su fase imaginativa, la primera de tres: las otras son la racional y la contemplativa. Este grabado se inspira en la caracterización de la melancolía tal como la trata Cornelio Agrippa en su libro De occulta philosophia. Agrippa hablará de un vacatio animae, vaciarse del alma que se manifiesta como un sueño, de la elevación (raptus) y de la iluminación del alma por el divino furor.
Al fondo del grabado vemos el mar inundando la playa, un cometa y el arcoiris. El melancólico, según Agrippa, es creador y profético, pero sus poderes de invención se limitan al ámbito de la visibilidad.
El puño cerrado del ángel tiene que ver con la avaricia. En cuanto a los instrumentos de medición y números, hablan de una relación: la geometría rendida a la melancolía o la melancolía con un gusto por la geometría. Este arte, combinada con la capacidad de sufrimiento del alma humana, toma la forma de un genio alado. El compás de este ángel tiene un propósito intelectual unificador y pauta con el número el vuelo de la imaginación (Klibansky1991, 279-354).
Avaricia de los magos renacentistas quienes, en momentos de absolutización del estado y de ataques eclesiásticos a la cultura popular, no prestaron sus artes y capacidades discursivas para defender a los representantes de ésta. De los tres grandes, Pico della Mirandola, Marsilio Ficino y Enrique Cornelio Agrippa, será únicamente Agrippa (1486-1535), mago alemán en cuyo mundo la lucha contra brujas y herejes resultaba más despiadada que en los países católicos, quien defienda y en ocasiones salve de la hoguera a las brujas; su filosofía participa tanto de la filosofía natural de la alta cultura neoplatónica y hermético-cabalística, como de la magia popular (Cohen 2003, 114).
Si la melancolía del mago se asocia con el genio filosófico y la producción intelectual, la de la bruja tiene que ver con la pérdida de un mundo. En La bruja (1862), Jules Michelet explica la hechicería a partir de la desesperación de la sociedad campesina y en particular de las siervas, sometidas a los abusos de las jerarquías seculares y eclesiásticas. Estas mujeres invocarán, nostálgicas, a los antiguos dioses quienes, a la par de la represión y los abusos, irán creciendo hasta conformar una insurrección ceremonial.
                     
                          Único médico por espacio de mil años, la hechicera rescata y alimenta a las deidades agrícolas de tiempos remotos, quienes le revelarán los secretos del pharmacon: la bella dama (belladona)     conocerá sus efectos sanadores y también sus propiedades destructivas. La bruja y sus filtros, sus hierbas e invocaciones infernales pueden cambiar todo esto, entreabrir la puerta a la sublevación, al desquite de un orden inhumano. (Michelet 1984, 13)

2. El aquelarre

Carlo Ginzburg (1991) explica el aquelarre como “una formación cultural de compromiso”, resultado híbrido de un conflicto entre la cultura folklórica y la cultura dominante. De este modo, al núcleo cultural mítico al que se ligan temas como el vuelo nocturno y la metamorfosis animal, se sobrepone la imagen de una secta hostil a la sociedad que había sido proyectada desde la Edad Media primero sobre los leprosos y los judíos y después sobre las brujas y los brujos.

El núcleo folklórico del aquelarre será entonces el viaje extático de los vivos al mundo de los difuntos. La compañía de difuntos, compuesta por hombres y mujeres, aparecía guiada habitualmente por figuras masculinas míticas o mitificadas y se manifestaba casi exclusivamente a hombres (cazadores, peregrinos, viajeros) por medio de apariciones tradicionales, particularmente frecuentes en el periodo comprendido entre Navidad y Epifanía. El cortejo de las mujeres extáticas, guiadas por figuras femeninas, se manifestaba por medio de éxtasis que se repetían regularmente en otras fechas igualmente definidas.
En un texto transmitido por Reginone di Prum, consistente en instrucciones dirigidas a los obispos, se advierte que:

                 "no hay que callar, que ciertas mujeres malvadas, convertidas en seguidoras de Satanás, seducidas    por las fantásticas ilusiones del demonio, sostienen que por la noche cabalgan sobre cierta bestia junto a Diana, diosa de los paganos, y a una gran multitud de mujeres, que recorren grandes distancias en el silencio de las noches profundas, que obedecen a las órdenes d la diosa como si fuera su señora, que son llamadas en determinadas noches para que le sirvan. " (Ginzburg 1991, 82)

Se decía que las seguidoras de la dama de Habonde, diosa nocturna, caían en estado cataléptico antes de emprender, en espíritu, atravesando puertas y paredes, sus viajes. ¿La experiencia de metamorfosis y vuelos nocturnos ocurría en sueños? ¿Sueños inducidos por espíritus demoníacos? ¿Era la experiencia del éxtasis, como pensaba Della Porta, un fenómeno natural provocado por los ingredientes de los ungüentos? ¿Debilidad, enfermedad, locura? Ginzburg hablará de la embarazosa contigüidad entre el intérprete de hoy y los artífices de la represión de entonces (Ginzburg 1991, 90).

3. El mundo de Menocchio

Pensar la magia, la hechicería o la herejía es entrar en contacto con esas otras formas de creación cultural e histórico social que quedaron en las márgenes de la modernidad, sofocadas y perseguidas por iglesias, dogmas y jerarquías, en la resistencia que ofrecieron a la cultura hegemónica y en las formas de posteridad de estas configuraciones de lo imaginario social:

                    Veinte años después de celebrado el Concilio de Trento, acabada la incertidumbre sobre lo que se podía y debía creer, el molinero Domenico Scandella, Menocchio, perdido en las co599 linas de Friuli, seguía lucubrando “cosas altas”, oponiendo sus propias ideas en materia de fe a los decretos de la Iglesia. (Ginzburg 1997, 71)

La cultura popular

El análisis del historiador Carlo Ginzburg del discurso de Menocchio interrogado por la Inquisición y muerto en la hoguera, (1) se abre con una pregunta por la cultura popular, universo al que también pertenece la cultura de las brujas.(2)
El molino, como la hostería y la taberna, explica Ginzburg, es un lugar de circulación de ideas. Así, los molineros, junto con posaderos, taberneros, artistas itinerantes, si bien distintos y en ocasiones enfrentados con los campesinos, no dejaban de ser ellos mismos campesinos vestidos de blanco. Probablemente las afirmaciones de Menocchio no debían parecerles a los campesinos de Monterealeajenas a su existencia, creencias y aspiraciones.
Para elaborar su visión del mundo, el molinero toma instrumentos lingüísticos y conceptuales de la literatura de la cultura dominante de almanaques, libros piadosos, literarios, filosóficos, teológicos. En las frases o retazos arrancados a éstos, encontró los elementos para formular y defender su propia idea, apoderándose de la cultura de sus adversarios. Y así, con terminología tomada del cristianismo, el neoplatonismo y la filosofía escolástica, construye un materialismo campesino fundado en cosmogonías antiquísimas, en remotas
tradiciones rurales.
De esta manera, Menocchio interpondrá inconscientemente entre él y la página impresa un tamiz a partir del cual acentuará ciertos pasajes o descontextuará significaciones que después elaborará con la sustancia de la
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(1) Domenico Scandella, Menocchio, fue denunciado en 1583 y sometido a la hoguera por herejía. El crimen contra Menocchio es contemporáneo al perpetrado en contra de Giordano Bruno.

(2) Ginzburg se preguntará si los razonamientos de Menocchio apuntan más a una “cultura” que a una “mentalidad”: “Lo que ha caracterizado los estudios históricos sobre la mentalidad es la recurrencia de elementos inertes, oscuros, inconscientes de una determinada visión del mundo. Las supervivencias, los arcaísmos, la afectividad, lo irracional, todo ello delimita de modo específico la historia de la mentalidad, diferenciándola con bastante nitidez de las disciplinas paralelas ya consolidadas, como la historia de las ideas o la historia de la cultura” (Ginzburg 1997, 28).
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memoria. Ginzburg advertirá una y otra vez el desfasamiento existente entre los textos leídos por el molinero y la manera como éste los asimila y refiere, diferencia que marca el tamiz, clave de lectura, “que remite continuamente a una cultura distinta de la expresada por la página impresa: la cultura oral” (Ginzburg 1991, 78).
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Los planteamientos del molinero, como son la tolerancia y la tendencia a reducir la religión a un concepto moral, se vinculan con los de grupos heréticos de formación humanística. Estos caminos aparecen cercanos a los que tomaron los campesinos sublevados de Munster.(3) Caminos del radicalismo campesino religioso provenientes de la tradición oral, del naturalismo de tendencia científica, de las aspiraciones utópicas de renovación social: “¿Quién os imagináis que es Dios? Dios no es más que un hálito, y todo lo que el hombre pueda imaginarse” (Ginzburg 1991, 39).

El anticlericalismo

Para Menocchio, Cristo es un hombre como nosotros, pero de mayor dignidad. “Quisiera que se creyese en la majestad de Dios, y en ser hombre de bien, y hacer como dice Jesucristo, que respondió a los judíos que le preguntaban qué leyes debían tener, y él les respondió: ‘Amar a Dios y al prójimo’”. En esta religión simplificada, los deberes para con el otro se confunden con lo que se debe a Dios. “Creo que quien no hace mal al prójimo no hace pecado” (Ginzburg 1991, 87).
En el discurso del molinero, hay un rechazo a todos los sacramentos, a los que considera “mercancías”, instrumentos de explotación y opresión. “Creo que en cuanto nacemos estamos bautizados, porque Dios, que ha bendecido todas las cosas, nos bautiza...” (Ginzburg 1991, 57). Los sacerdotes, dice, empiezan a comerse las almas antes de que nazcan y las comen continuamente hasta después de la muerte. Así, la
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(3) La postura del molinero resulta cercana a la del radicalismo anabaptista en diversos aspectos: la insistencia en la sencillez de la palabra de Dios, el rechazo de las imágenes sagradas, la negación de la divinidad de Cristo, la adhesión a una religiosidad práctica y la exaltación de la tolerancia. Sin embargo, no es posible definirlo como anabaptista, dado que su racionalismo lo distingue de visionarios y predicadores: “Las opiniones que he sostenido las he sacado de mi cerebro”, dice en repetidas ocasiones.
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jerarquía eclesiástica aparece como la principal encarnación de la opresión, aparato basado en la explotación de los pobres. Así pues, en este discurso, la conciencia de los derechos individuales se articula en un plano específicamente religioso.
Menocchio reivindica, como Miguel de Servet, la plena humanidad de Cristo, humanidad deificada a través del Espíritu Santo. Dios, el Espíritu Santo y el alma no existen en tanto que sustancias separadas: sólo existe la materia impregnada de divinidad, la mezcolanza de los cuatro elementos: el hombre hecho de tierra.
Esta reinterpretación del cristianismo se funda en tradiciones, mitos y aspiraciones campesinos, transmitidos oralmente de generación en generación, intolerantes a dogmas y ceremonias y vinculados con los ritmos de la naturaleza.

La tolerancia

Menocchio exalta la equivalencia de todas las religiones como formas de iluminación concedida en igual medida a cualquier hombre. “La majestad de Dios ha infundido a todos el Espíritu Santo: a cristianos, a herejes, a turcos, a judíos, y a todos ama, y todos se salvan de igual modo”.4 De su racionalidad, unida a una fe en un Dios autor del mundo, “Dios de natura”, se desprenden ecos de la tolerancia medieval, esto es, de la convivencia respetuosa entre distintos grupos culturales y religiosos.

La cosmogonía

En la concepción de Menocchio, del caos primordial, materia espesa e indigesta, surge el mundo, batido como espuma marina y se coagula como un queso, del cual luego nacieron gran cantidad de gusanos y estos gusanos se convirtieron en hombres, de los cuales el más poderoso y sabio fue Dios (Ginzburg 1991, 106).
     Así, se conjugan, en el discurso del molinero, una cosmología milenaria con el mito de la ciencia.
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(4) Afirma Ginzburg que el molinero leyó en el Decamerón el planteamiento de acuerdo con el cual cualquier hombre puede salvarse independientemente de su religión.
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El paraíso campesino, tal como lo describe Manteville, uno de los autores de los siete u ocho libros leídos por el molinero, recuerda el cielo mahometano: “El paraíso es un lugar de dulzura, en aquel lugar se encuentran todas las estaciones y todo tipo de frutos, y ríos de leche y miel y vino que corren sin cesar, de agua dulce...” Fiesta de materia, transparente y dúctil.
            En cuanto a la utopía, el “mundo nuevo” que imaginaba Menocchio era una realidad exclusivamente humana: país de la abundancia, de la fertilidad acogedora, de la sexualidad no institucionalizada.

4. Los benandanti

Siguiendo a Ginzburg, en el tiempo de Menocchio se da un fenómeno de difusión del culto de los benandanti en Friuli, región de la que es oriundo el molinero. Las creencias de los benandanti se apoyan en el contexto mítico del ejército de ánimas errantes, orientadas por el dios de los muertos y de la guerra, cristianizado en la alta Edad Media.
               Las prácticas rituales de estos chamanes consistían en el combate por la fertilidad de los campos. Conducidos por un joven con el estandarte de Cristo, los benandanti combatían, enarbolando cañas de hino jo, contra brujos y brujas, armados de cañas de sorgo. Otra de las formas que adoptaba el ritual consistía en que el espíritu del benandanti abandonaba por algún tiempo el cuerpo del chamán, quien entraba en estado cataléptico. El espíritu surgía en forma de rata o mariposa, o en grupos de liebres o gatos para dirigirse, en éxtasis, hacia la procesión de los muertos o hacia las batallas contra brujas y brujos. Los benandanti comparaban este viaje del alma con una muerte provisional.5 Ahora bien, en momentos de absolutización y control social, estado e Iglesia sobreponen a este culto chamánico la imagen de la secta hostil, conviertiendo a quienes combatían por la fertilidad, en brujos.
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(5) Los benandanti llevaban por voluntad de sus madres la “camisa” con la que habían nacido y, para protegerse de brujos y brujas, buscaban, a través de los disfraces y metamorfosis animalescos, identificarse con sus enemigos. Morían de manera temporal al abandonar su cuerpo, convertidos en espíritu.

A manera de conclusión

En su libro Con el diablo en el cuerpo, Esther Cohen habla del lenguaje de la bruja, desordenadamente articulado y en contacto con la materia transformadora. Cuidadora del fuego, de la sexualidad y del disfrute improductivo, la bruja aparece como incapaz de defender, ante los tribunales, la práctica milenaria por la que se la condena. Acaso el discurso de Menocchio, su cosmogonía rebelde, ofrece un albergue a los cuerpos de las hechiceras, para que las sigamos escuchando desplegar el vuelo de la imaginación y la memoria.

CRISTINA MÚGICA

REFERENCIAS

BARTRA, Roger, 1998. Cultura y melancolía, Barcelona, Anagrama.
COHEN, Esther, 2003. Con el diablo en el cuerpo, México, Taurus y Facultad de Filosofía y Letras UNAM.
GINZBURG, Carlo, 1991. Historia nocturna (un desciframiento del aquelarre), Barcelona, Munchnik Editores. —, 1997. El queso y los gusanos, Barcelona, Munchnik Editores.
KLIBANSKY et al., 1991. Saturno y la melancolía, Madrid, Alianza Editorial.
MICHELET, Jules, 1984. La bruja, presentación de Robert Mandrou, Barcelona, Labor.

Acta Poetica 26 (1-2)
PRIMAVERA-OTOÑO 2005
http://132.248.101.214/html-docs/acta-poetica/26-1-2/595.pdf

Molinos y pintura



Alberto Durero. Molino

Alberto Durero
Fecha: 1489-90
Características: 28,6 x 42,6 cm.
Museo: Kupferstichkabinett

Durero llevó a cabo este dibujo muy tempranamente, antes de la serie de paisajes a la acuarela que realizó con motivo de su viaje a Venecia. En cambio, estos molinos fueron realizados pocos meses antes de su viaje de estudios por Alemania, recién terminada su formación en el taller de Wolgemut. El paisaje está tomado idealmente desde arriba, para dar una amplitud panorámica a la vista. Recoge un motivo que en su serie de acuarelas volverá aparecer como Molinos sobre el río. Las diferencias entre ambos dibujos se basan sobre todo en el concepto detallista y minucioso de este dibujo, frente al conjunto luminoso y espontáneo del siguiente.
Copyright:(C) ARTEHISTORIA

 
Alberto Durero. "Los molinos de pasto"


Alberto Durero
Molinos sobre un río
Fecha: 1495-97
Museo: Biblioteca Nacional de París
Características: 25,1 x 36,7 cm.
Material: Acuarela
Estilo: Pintura Flamenca
Copyright:(C) ARTEHISTORIA

Las acuarelas de los alrededores de Nüremberg que Durero realizó a su regreso de Venecia incluyen esta vista de unos molinos junto a la ribera del río. Era la segunda vez que Durero se fija en ellos, puesto que conservamos un dibujo anterior, de 1489, con el mismo paisaje visto desde una posición ideal elevada. Aquí, el artista se ha situado a pie de tierra, junto al río, con el enorme roble como protagonista del primer plano, tras el cual se aprecian los edificios de los molinos. La diferencia entre el primer dibujo y éste que contemplamos estriba fundamentalmente en el protagonismo del conjunto que se aprecia en este trabajo final, mucho más sugerente que la fidelidad esmerada del primero.

Vincent Van Gogh. Molino de agua en Gennep


Vincent Van Gogh
Fecha: 1884
Título: Molino de agua en Gennep.
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Medidas: 85 x 151 cm.
Úbicacion: Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza.

Con su generosa forma apaisada de metro y medio de ancho, este cuadro es, con diferencia, el más grande de una serie de obras sobre el tema de los molinos de agua que Van Gogh ejecutó en 1884. Su original forma tal vez le viniera sugerida al pintor por una serie decorativa sobre el tema de las «cuatro estaciones» destinada a la nueva residencia de Antoon Hermans en Eindhoven. Todos los molinos estaban muy cercanos a la casa de sus padres en Nuenen, cerca de Eindhoven. El de este cuadro, con sus dos ruedas, puede identificarse con el que se halla en Gennep, en el río Dommel. Las estructuras de madera constituyen el molino propiamente dicho; por detrás se ve una alquería que era al mismo tiempo la vivienda del molinero. Marc Edo Tralbaut identificó el molino y reprodujo varias fotografías realizadas in situ.

La autoría de Van Gogh se confirma a partir de varias fuentes primarias y secundarias. En una carta que puede fecharse en la tercera semana de noviembre, el pintor escribió: «Estos días sigo trabajando al aire libre, aunque aquí hace mucho frío. Estoy atareado con un cuadro bastante grande (de más de un metro) de un viejo molino de agua en Gennep [escribe a su hermano Theo en noviembre de 1884], en la orilla opuesta a Eindhoven. Quiero rematar la obra al aire libre, aunque seguramente será el último cuadro que pueda pintar en el exterior este año». Al igual que la carta, el cuadro puede fecharse en la tercera semana de noviembre, pues aquella semana las temperaturas empezaron a descender bajo cero. Cuando Van Gogh llevó el gran cuadro preparatorio a casa, le llamó la atención a una persona: «Ayer traje a casa el boceto del molino de agua de Gennep, que disfruté pintando. Con él me he ganado un nuevo amigo en Eindhoven. Quería aprender a pintar a toda costa; así que fui a su casa y nos pusimos a ello inmediatamente». Este discípulo era Anton Kerssemakers, quien después recordaría que había visto a Vincent van Gogh trabajando en esta obra.
Kerssemakers comentó que Van Gogh utilizaba bálsamo de copaiva, sustancia empleada en la pintura al óleo para retrasar el proceso de secado, lo que permitía prolongar el tiempo de trabajo. Según Kerssemakers, el maestro ponía demasiada cantidad: «El cielo del cuadro se derretía, por lo que tuvo que rascar la pintura con una espátula y volverlo a pintar». Analizando la superficie con atención todavía se advierte este repinte. De hecho, si se observa el agua de la derecha, se ve un reflejo azulado del cielo, y junto a la rueda queda una manchita azul. Es probable que decidiera pintar las nubes más tarde.
Las observaciones de Kerssemakers llaman particularmente la atención porque lo que Van Gogh explotó con gran acierto estético fue precisamente la relación entre el cielo luminoso aunque nublado y la masa más oscura del río y las casas.
Su hermano Theo le había reprochado que su pintura era excesivamente oscura; Vincent consideró que en este óleo del molino de Gennep había «progresado tanto en la técnica pictórica como en el color». Las oscuras masas del agua y las casas están tratadas con distintos colores; los toques de rojo y azul crean una vívido sensación de espacio y de luz. Una fila de pálidas nubes teñidas por la luz del ocaso refuerzan el marcado efecto horizontal de la composición. Ligeramente a la derecha y por encima del molino, los rayos del sol atraviesan las nubes y la luz cae sobre el agua por detrás de la rueda. Estas manchas claras en el lienzo producen destacados reflejos verticales en el primer término de la superficie del río, que contrarrestan claramente la composición horizontal. A la izquierda, el pintor anima el oscuro y delimitado espacio mediante contrastes de color; a la derecha colma la profundidad del espacio mediante una luz cenital. Van Gogh dominaba este tipo de efectos, para los que se inspiraba en la obra del paisajista francés Jules Dupré, al que admiraba. Al parecer Van Gogh sólo consiguió este magnífico efecto de contraluz al verse obligado a repintar la obra. Estaba tan satisfecho con el resultado que ejecutó una copia a acuarela del cuadro (F 1144a; JH 523, en la actualidad en paradero desconocido). En la acuarela, da la sensación de que se han reforzado los contrastes de luz. Annet Tellegen adjudica otra acuarela que representa prácticamente la misma vista a Anton Kerssemakers. (Fred Leeman)

 
El molino de Dedham (Dedham Mill)

John Constable
Fecha: 1820 
Óleo sobre tela • Romanticismo
53,7 cm × 76,2 cm
Museo Victoria y Alberto, Londres, Reino Unido

El molino de Dedham (Dedham Mill) es un cuadro del pintor romántico británico John Constable. Está datado en 1820. Se trata de un óleo sobre tela que mide 53,7 centímetros de alto por 76,2 centímetros de ancho. Actualmente se conserva en el Victoria and Albert Museum de Londres, Reino Unido.
Constable pintó este molino, que perteneció a su padre, el molinero Golden Constable, en tres ocasiones, entre 1818 y 1820. El propio pintor trabajó allí durante su niñez.

El destripador de antaño

El destripador de antaño
por Emilia Pardo Bazán


La leyenda del Destripador, asesino medio sabio y medio brujo, es muy antigua en mi tierra. La oí en tiernos años, susurrada o salmodiada en terroríficas estrofas, quizá al borde de mi cuna, por la vieja criada, quizá en la cocina aldeana, en la tertulia de los gañanes que la comentaban con estremecimientos de temor o risotadas oscuras. Volvió a aparecérseme, como fantasmagórica creación de Hoffmann en las sombrías y retorcidas callejuelas de un pueblo que hasta hace poco permaneció teñido de colores medievales, lo mismo que si todavía hubiese peregrinos en el mundo y resonase aún bajo las bóvedas de la catedral el himno de Ultreja. Más tarde, el clamoreo de los periódicos, el pánico vil de la ignorante multitud, hacen surgir de nuevo en mi
fantasía el cuento, trágico y ridículo como Cuasimodo, jorobado con todas las jorobas que afean
al ciego Terror y a la Superstición infame. Voy a contarlo. Entrad conmigo valerosamente en la zona de sombra del alma.


I

Un paisajista sería capaz de quedarse embelesado si viese aquel molino de la aldea de Tornelos. Caído en la vertiente de una montañuela, dábale alimento una represa que formaba lindo estanque natural, festoneado de cañas y poas, puesto, como espejillo de mano sobre falda verde, encima del terciopelo de un prado donde crecían áureos ranúnculos y en otoño abrían sus corolas morados y elegantes lirios. Al otro lado de la represa habían trillado sendero el pie del hombre y el casco de los asnos que iban y volvían cargados de sacas, a la venida con maíz, trigo y centeno en grano; al regreso, con harina oscura, blanca o amarillenta. ¡Y que bien componía, coronando el rústico molino y la pobre casuca de los molineros, el gran castaño de horizontales ramas y frondosa copa, cubierto en verano de pálida y desmelenada flor; en octubre de picantes y reventones erizos! ¡Cuán gallardo y majestuoso se perfilaba sobre la azulada cresta del monte medio velado entre la cortina gris del humo que salía, no por la chimenea —pues no la tenía, la casa del molinero, ni aún hoy la tienen muchas casas de aldeanos de Galicia—, sino por todas partes; puertas, ventanas, resquicios del tejado y grietas de las desmanteladas paredes!

El complemento del asunto —gentil, lleno de poesía, digno de que lo fijase un artista genial en algún cuadro idílico— era una niña como de trece a catorce años, que sacaba a pastar una vaca por aquellos ribazos siempre tan floridos y frescos, hasta en el rigor del estío, cuando el ganado languidece por falta de hierba. Minia encarnaba el tipo de la pastora: armonizaba con el fondo. En la aldea la llamaban roxa, pero en sentido de rubia, pues tenía el pelo del color del cerro que a veces hilaba, de un rubio pálido, lacio, que, a manera de vago reflejo lumínico, rodeaba la carita, algo tostada por el sol, oval y descolorida, donde sólo brillaban los ojos con un toque celeste, como el azul que a veces se entreve al través de las brumas del montañés celaje. Minia cubría sus carnes con un refajo colorado, desteñido ya por el uso; recia camisa de estopa velaba su seno, mal desarrollado aún; iba descalza y el pelito lo llevaba envedijado y revuelto y a veces mezclado sin asomo de ofeliana coquetería, con briznas de paja o tallos de los que segaba para la vaca en los linderos de las heredades. Y así y todo, estaba bonita, bonita como un ángel, o, por mejor decir, como la patrona del santuario próximo, con la cual ofrecía —al decir de las gentes— singular parecido.

La célebre patrona, objeto de fervorosa devoción para los aldeanos de aquellos contornos, era un cuerpo santo, traído de Roma por cierto industrioso gallego, especie de Gil Blas, que habiendo llegado, por azares de la fortuna, a servidor de un cardenal romano, no pidió otra recompensa, al terminar, por muerte de su amo diez años de buenos y leales servicios, que la urna y efigie que adornaban el oratorio del cardenal. Diéronselas y las trajo a su aldea, no sin aparato. Con sus ahorrillos y alguna ayuda del arzobispo, elevó modesta capilla, que a los pocos años de su muerte las limosnas de los fieles, la súbita devoción despertada en muchas leguas a la redonda, transformaron en rico santuario, con su gran iglesia barroca y su buena vivienda para el santero, cargo que desde luego asumió el párroco, viniendo así a convertirse aquella olvidada parroquia de montaña en pingüe canonjía. No era fácil averiguar con rigurosa exactitud histórica, ni
apoyándose en documentos fehacientes e incontrovertibles, a quién habría pertenecido el huesecillo del cráneo humano incrustado en la cabeza de cera de la Santa. Sólo un papel amarillento, escrito con letra menuda y firme y pegado en el fondo de la urna, afirmaba ser aquéllas las reliquias de la bienaventurada Herminia, noble virgen que padeció martirio bajo Diocleciano. Inútil parece buscar en las actas de los mártires el nombre y género de muerte de la bienaventurada Herminia. Los aldeanos tampoco la preguntaban, ni ganas de meterse en tales honduras. Para ellos, la Santa no era figura de cera, sino el mismo cuerpo incorrupto; del nombre germánico de la mártir hicieron el gracioso y familiar de Minia, y a fin de apropiárselo mejor, le añadieron el de la parroquia, llamándola Santa Minia de Tomelos. Poco les importaba a lo sdevotos montañeses el cómo ni el cuándo de su Santa: veneraban en ella la Inocencia y el Martirio, el heroísmo de la debilidad; cosa sublime.

A la rapaza del molino le habían puesto Minia en la pila bautismal, y todos los años, el día de la fiesta de su patrona, arrodillábase la chiquilla delante de la urna tan embelesada con la contemplación de la Santa, que ni acertaba a mover los labios rezando. La fascinaba la efigie, que para ella también era un cuerpo real, un verdadero cadáver. Ello es que la Santa estaba preciosa; preciosa y terrible a la vez. Representaba la cérea figura a una jovencita como de quince años, de perfectas facciones pálidas. Al través de sus párpados cerrados por la muerte, pero ligeramente revulsos, por la contracción de la agonía, veíanse brillar los ojos de cristal con misterioso brillo. La boca, también entreabierta, tenía los labios lívidos, y trasparecía el esmalte
de la dentadura. La cabeza, inclinada sobre el almohadón de seda carmesí que cubría un encaje de oro ya deslucido, ostentaba encima del pelo rubio una corona de rosas de plata; y la postura permitía ver perfectamente la herida de la garganta, estudiada con clínica exactitud; las cortadas arterias, la faringe, la sangre, de la cual algunas gotas negreaban sobre el cuello. Vestía la Santa dalmática de brocado verde sobre la túnica de tafetán color de caramelo, atavío más teatral que romano en el cual entraban como elemento ornamental bastantes lentejuelas e hilillos de oro. Sus manos, finísimamente modeladas y exangües, se cruzaban sobre la palma de su triunfo. Al través de los vidrios de la urna, al reflejo de los cirios, la polvorienta imagen y sus ropas, ajadas por el transcurso del tiempo, adquirían vida sobrenatural. Diríase que la herida iba a derramar sangre fresca.

La chiquilla volvía de la iglesia ensimismada y absorta. Era siempre de pocas palabras; pero un mes después de la fiesta patronal, difícilmente salía de su mutismo, ni se veía en sus labios la sonrisa, a no ser que los vecinos le dijesen que “se parecía mucho con la Santa”.

Los aldeanos no son blandos de corazón; al revés: suelen tenerlo tan duro y callado como las palmas de las manos; pero cuando no está en juego su interés propio, poseen cierto instinto de justicia que los induce a tomar el partido del débil oprimido por el fuerte. Por eso miraban a Minia con profunda lástima. Huérfana de padre y madre, la chiquilla vivía con sus tíos. El padre de Minia era molinero, y se había muerto de intermitentes palúdicas, mal frecuente en los de su oficio; la madre le siguió al sepulcro, no arrebatada de pena, que en una aldeana sería extraño género de muerte, sino a poder de un dolor de costado que tomó saliendo sudorosa de cocer la hornada de maíz. Minia quedó solita a la edad de año y medio, recién destetada. Su tío, Juan Ramón —que se ganaba la vida trabajosamente en el oficio de albañil, pues no era amigo de labranza—, entró en el molino como en casa propia, y, encontrando la industria ya fundada, la
clientela establecida, el negocio entretenido y cómodo, ascendió a molinero, que en la aldea es ascender a personaje. No tardó en ser su consorte la moza con quien tenía trato, y de quien poseía ya dos frutos de maldición: varón y hembra. Minia y estos retoños crecieron mezclados, sin más diferencia aparente sino que los chiquitines decían al molinero y a la molinera papaí y mamaí, mientras Minia, aunque nadie se lo hubiese enseñado, no los llamó nunca de otro modo que ”señor tío” y “señora tía”.

Si se estudiase a fondo la situación de la familia, se verían diferencias más graves. Minia vivía relegada a la condición de criada o moza de faena. No es decir que sus primos no trabajasen, porque el trabajo a nadie perdona en casa del labriego; pero las labores más viles, las tareas más duras, guardábanse para Minia. Su prima Melia, destinada por su madre a costurera, que es entre las campesinas profesión aristocrática, daba a la aguja en una sillita, y se divertía oyendo los requiebros bárbaros y las picardihuelas de los mozos y mozas que acudían al molino y se pasaban allí la noche en vela y broma, con notoria ventaja del diablo y no sin frecuente e ilegal acrecentamiento de nuestra especie. Minia era quien ayudaba a cargar el carro de tojo; la que, con sus manos diminutas, amasaba el pan; la que echaba de comer al becerro, al cerdo y a las gallinas; la que llevaba a pastar la vaca, y, encorvada y fatigosa, traía del monte el haz de leña, o del soto el saco de castañas, o el cesto de hierba del prado. Andrés, el mozuelo, no la ayudaba poco ni mucho; pasábase la vida en el molino, ayudando a la molienda y al maquileo, y de riola, fiesta, canto y repiqueteo de panderetas con los demás rapaces y rapazas. De esta temprana escuela de corrupción sacaba el muchacho pullas, dichos y barrabasadas que a veces molestaban a Minia, sin que ella supiese por qué ni tratase de comprenderlo.

El molino, durante varios años, produjo lo suficiente para proporcionar a la familia un cierto desahogo. Juan Ramón tomaba el negocio con interés, estaba siempre a punto aguardando por la parroquia, era activo, vigilante y exacto. Poco a poco, con el desgaste de la vida que corre insensible y grata, resurgieron sus aficiones a la holgazanería y el bienestar, y empezaron los descuidos, parientes tan próximos de la ruina. ¡El bienestar! Para un labriego estriba en poca cosa: algo más del torrezno y unto en el pote, carne de cuando en cuando, pantrigo a discreción, leche cuajada o fresca, esto distingue al labrador acomodado del desvalido. Después viene el lujo de la indumentaria: el buen traje de rizo, las polainas de prolijo pespunte, la camisa labrada, la faja que esmaltan flores de seda, el pañuelo majo y la botonadura de plata en el rojo chaleco. Juan Ramón tenía de estas exigencias, y acaso no fuesen ni la comida ni el traje lo que introducía
desequilibrio en su presupuesto, sino la pícara costumbre, que iba arraigándose, de “echar una pinga” en la taberna del Canelo, primero, todos los domingos; luego, las fiestas de guardar; por último muchos días en que la Santa Madre Iglesia no impone precepto de misa a los fieles.
Después de las libaciones, el molinero regresaba a su molino, ya alegre como unas pascuas, ya tétrico, renegando de su suerte y con ganas de animar a alguien un sopapo. Melia, al verle volver así, se escondía. Andrés, la primera vez que su padre le descargó un palo con la tranca de la puerta, se revolvió como una furia, le sujetó y no le dejó ganas de nuevas agresiones; Pepona, la molinera, más fuerte, huesuda y recia que su marido, también era capaz de pagar en buena moneda el cachete; sólo quedaba Minia, víctima sufrida y constante. La niña recibía los golpes con estoicismo, palideciendo a veces cuando sentía vivo dolor –cuando, por ejemplo, la hería en la espinilla o en la cadera la punta de un zueco de palo—, pero no llorando jamás. La parroquia no ignoraba estos tratamientos, y algunas mujeres compadecían bastante a Minia. En las tertulias del atrio, después de misa; en las deshojas del maíz, en la romería del santuario, en las ferias, comenzaba a susurrarse que el molinero se empeñaba, que el molino se hundía, que en las maquilas robaban sin temor de Dios, y que no tardaría la rueda en pararse y los alguaciles en entrar allí para embargarles hasta la camisa que llevaban sobre los lomos.

Una persona luchaba contra la desorganización creciente de aquella humilde industria y aquel pobre hogar. Era Pepona, la molinera, mujer avara, codiciosa, ahorrona hasta de un ochavo, tenaz, vehemente y áspera. Levantada antes que rayase el día, incansable en el trabajo, siempre se la veía, ya inclinada labrando la tierra, ya en el molino regateando la maquila, ya trotando descalza, por el camino de Santiago adelante con una cesta de huevos, aves y verduras en la cabeza, para ir a venderla al mercado. Mas ¿qué valen el cuidado y el celo, la economía sórdida de una mujer, contra el vicio y la pereza de dos hombres? En una mañana se lo bebía Juan Ramón: en una noche de tuna despilfarraba Andrés el fruto de la semana de Pepona. .

Mal andaban los negocios de la casa, y peor humorada la molinera, cuando vino a complicar la situación un año fatal, año de miseria y sequía, en que, perdiéndose la cosecha del maíz y trigo,la gente vivió de averiadas habichuelas, de secos habones, de pobres y éticas hortalizas, de algún centeno de la cosecha anterior, roído ya por el cornezuelo y el gorgojo. Lo más encogido y apretado que se puede imaginar en el mundo, no acierta a dar idea del grado de reducción que consigue el estómago de un labrador gallego, y la vacuidad a que se sujetan sus elásticas tripas en años así. Berzas espesadas con harina y suavizadas con una corteza de tocino rancio; y esto un día y otro, sin sustancia de carne, sin espíritus vitales y devolver vigor al cuerpo. La patata, el pan del pobre, entonces apenas se conocía, porque no sé si dije que lo que voy contando ocurrió en los primeros lustros del siglo decimonono.

Considérese cuál andaría con semejante añada el molino de Juan Ramón. Perdida la cosecha, descansaba forzosamente la muela. El rodezno, parado y silencioso, infundía tristeza; asemejaba el brazo de un paralítico. Los ratones, furiosos de no encontrar grano que roer, famélicos también ellos, correteaban alrededor de la piedra, exhalando agrios chillidos. Andrés aburrido por la falta de la acostumbrada tertulia, se metía cada vez más en danzas y aventuras amorosas, volviendo a casa como su padre, rendido y enojado, con las manos que te hormigueaban por zurrar. Zurraba a Minia con mezcla de galantería rústica y de brutalidad, y enseñaba los dientes a su madre porque la pitanza era escasa y desabrida. Vago ya de profesión, andaba de feria en feria buscando lances, pendencias y copas. Por fortuna, en primavera cayó soldado y se fue con el chopo camino de la ciudad. Hablando como la dura verdad nos impone, confesaremos que la mayor satisfacción que pudo dar a su madre fue quitársele de la vista: ningún pedazo de pan traía a casa, y en ella sólo sabía derrochar y gruñir, confirmando la sentencia: “Donde no hay harina, todo es mohína.”

La víctima propiciatoria, la que expiaba todos los sinsabores y desengaños de Pepona, era.... ¿quién había de ser? Siempre había tratado Pepona a Minia con hostil indiferencia; ahora, con odio sañudo de impía madrastra. Para Minia los harapos; para Melia los refajos de grana; para Minia la cama en el duro suelo; para Melia un leito igual al de sus padres; a Minia se le arrojaba la corteza de pan de borona enmohecido, mientras el resto de la familia despachaba el caldo calentito y el compango de cerdo. Minia no se quejaba jamás. Estaba un poco más descolorida y perpetuamente absorta, y su cabeza se inclinaba a veces lánguidamente sobre el hombro, aumentándose entonces su parecido con la Santa. Callada, exteriormente insensible, la muchacha sufría en secreto angustia mortal, inexplicables marcos, ansias de llorar, dolores en lo más profundo y delicado de su organismo, misteriosa pena, y, sobre todo, unas ganas constantes de morirse para descansar yéndose al cielo... Y el paisajista o el poeta que cruzase ante el molino y viese el frondoso castaño, la represa con su agua durmiente y su orla de cañas, la pastorcilla rubia, que, pensativa, dejaba a la vaca saciarse libremente por el lindero orlado de flores, soñaría con idilios y haría una descripción apacible y encantadora de la infeliz niña golpeada y hambrienta, medio idiota ya a fuerza de desamores y crueldades.
...
II

La bella molinera

La bella molinera

Song Cycle by Franz Peter Schubert (1797-1828)
Original language: Die schöne Müllerin


1. Caminar

Caminar es el gozo del molinero,
¡caminar
ese debe ser mal molinero
que jamás pensó en caminar,
¡caminar!


Del agua lo hemos aprendido,
¡del agua!
No descansa ni de día ni de noche
está siempre deseosa de caminar,
¡el agua!


Lo copiamos también de las ruedas,
¡las ruedas!
No les gusta estar paradas
y ningún día se cansan de girar,
¡las ruedas!


Las piedras mismas tan pesadas como son,
¡las piedras!
bailan el animado baile
y quieren ser todavía más rápidas,
¡las piedras!


¡Oh caminar, caminar, mi gozo!
¡oh caminar!
Señor maestro y señora maestra,
dejadme continuar en paz mi camino
y caminar.

2. ¿A dónde?

Yo oí un arroyuelo murmurar
desde el manantial
hacia abajo, hacia el valle
tan fresco y maravillosamente claro.


No sé que sentí,
ni quién me aconsejó,
yo tuve también que bajar
con mi vara.


Hacia abajo y siempre adelante
y siempre tras el arroyo siguiendo
el curso del arroyo que cada vez murmuraba
más fresco y claro.


¿Es este entonces mi camino?
¡Oh arroyuelo! habla 191;a dónde?
Con tu murmullo
has embriagado mis sentidos.
¿Qué digo murmullo?
Esto no pueden ser murmullos.
Seguramente cantarán las náyades
allá abajo su canción.


¡Deja que canten, compañero, deja que murmuren
y camina alegremente detrás!
¡Pues las ruedas de un molino
giran en todo arroyo claro!

3. Alto

Un molino veo yo brillar
entre los alisos,
a través de murmullos y cantos
se oye el fragor de las ruedas.


¡Ah, bienvenido! ¡Bienvenido
dulce canto del molino!
¡Y la casa qué acogedora
y las ventanas qué relucientes!


¡Y el sol qué claro
en el cielo brilla!
¡Ay, arroyuelo, querido arroyuelo!
¿Era eso lo que me decías?

4. Agradecimiento al arroyo

¿Era eso lo que me decías,
mi susurrante amigo?
Tus cantos, tus sonidos...
¿Era eso lo que me decías?


¡Hacia la molinera!
¿Ese es el sentido?
¿Verdad, lo he entendido?
¡Hacia la molinera!


¿Te ha enviado ella?
¿O me has cautivado tú?
Eso quisiera yo saber
si ella te ha enviado.
Bueno, como quiera que sea, lo acepto.
Lo que busco lo he encontrado,
Pedí trabajo para mis manos y ahora tengo bastante,
también para mi corazón y ya tengo suficiente.

5. Tras la jornada

¡Si tuviera mil brazos
haría girar con energía las ruedas!
¡Si pudiera yo soplar a través de los bosques
podría mover todas las piedras!
Para que la bella molinera
viese mi fiel amor.


¡Ay, mi brazo es tan débil!
Lo que yo levanto, lo que yo llevo,
lo que yo corto, lo que yo talo,
cualquier muchacho puede hacerlo!


Y ahí estoy yo, sentado en el gran corro,
en el silencioso y fresco atardecer,
y el maestro nos dice a todos:
"vuestro trabajo me ha gustado"
y la amada muchacha nos dice:
"buenas noches a todos".

6. El curioso

No pregunto a ninguna flor

ni a ninguna estrella,
no pueden decirme
lo que desearía saber.

No soy tampoco jardinero,
las estrellas están muy altas,
a mi arroyuelo quiero preguntar
si me engañó el corazón.


¡Oh, arroyuelo amado!
¿Por qué estás hoy mudo!
Sólo quiero saber una cosa,
una palabrita.


¡Sí! es una de las palabritas
la otra es ¡No!
Ambas palabritas encierran
el mundo entero para mí.


¡Oh, arroyuelo amado
qué extraño estás!
No voy a decírselo a nadie
di, arroyuelo, ¿ella me ama?

7. Impaciencia

Lo grabaría con gusto en todas las cortezas de los árboles,
lo tallaría con gusto en todos las piedrecitas,
desearía sembrarlo en todos los frescos arriates
con semillas de berros, que crecen rápidamente,
en todos los papelitos en blanco desearía escribirlo:
¡Tuyo es mi corazón y lo será por siempre!


Desearía entrenar a un joven estornino,
hasta que dijese las palabras pura y claramente,
hasta que las dijese con el sonido de mi voz,
con el ardiente impulso de mi corazón entero;
entonces cantaría claramente a través de su ventana:
¡Tuyo es mi corazón y lo será por siempre!


¡A los vientos matutinos desearía contarlo!
¡Desearía que sonara por el bosque!
¡Ojalá cada flor en forma de estrella lo expresara con su brillo
y sus aromas llegaran hasta ella desde cerca y lejos!
Olas, ¿no sabéis hacer otra cosa que mover las ruedas?
¡Tuyo es mi corazón y lo será por siempre!


Creí que estaría en mi mirada,
en el ardor de mis mejillas,
que se leería en mi boca enmudecida,
que hasta la respiración se lo anunciaría;
pero ella no nota nada de todo este desasosiego,
¡Tuyo es mi corazón y lo será por siempre!

8. Saludo matutino

¡Buenos días, bella molinera!
¿Porqué escondes ahora tu cabecita
como si te hubiese pasado algo?
¿Te disgusta mi saludo tanto?
¿Te azora mi mirada tanto?
Entonces deberé volver a marcharme.


¡Oh déjame sólo permanecer a lo lejos,
hacia tu querida ventana mirar,
a lo lejos, muy a lo lejos!
¡Tú, cabecita rubia, sal fuera!
Salid fuera de vuestra puerta redonda
vosotros, azules estrellas de la mañana.


Vosotros, ojitos adormilados,
tristes como flores llenas de rocío,
¿Porqué os asustáis del sol?
¿La noche os hizo tanto bien
y por eso os cerráis, inclináis y lloráis
hacia su callada alegría?


Ahora romped la gasa del sueño,
y subid frescos y libres
hacia la clara mañana de Dios!
La alondra vuela por el aire;
y desde lo más hondo del corazón
llama el amor a penas y dolores.

9. Las flores del molinero

Junto al arroyo muchas florecillas
como claros y azules ojos miran;
el arroyo, él es el amigo del molinero
y claros y azules los ojos de mi amada brillan,
por eso son mis flores favoritas.


Bajo su ventanita
ahí plantaré las flores;
le dirán, cuando todo calle,
cuando su cabeza se incline para dormir,
lo que saben que yo siento.


Y cuando cierre los ojillos
y duerma en dulce, dulce reposo,
entonces susurradle como en un sueño: ¡No me olvides!
Esto es lo que yo siento.


Y cuando abra temprano las ventanas,
entonces miradla con mirada amorosa;
el rocío de vuestros ojillos deben ser mis lágrimas,
las derramaré sobre vosotras.

10. Lluvia de lágrimas

Estábamos tan dulcemente sentados juntos
en la fresca sombra del aliso,
mirábamos tan dulcemente juntos
hacia abajo, al susurrante arroyo.
La luna también llegó,
y las estrellitas detrás,
y mirábamos tan dulcemente juntos
el plateado espejo.


No veía la luna,
ni el brillo de las estrellas,
veía sólo su imagen,
y sólo sus ojos.
Y los veía saludar y mirar
desde el afortunado arroyo
las florecillas de la orilla, las azules
saludaban y miraban hacia ella.


Y en el arroyo hundido,
el cielo entero estaby quería llevarme con él
a sus profundidades.
Y sobre las nubes y estrellas
ahí susurraba alegre el arroyo
y llamaba con canciones y melodías:
¡compañero, compañero, sígueme!


Entonces mis ojos se empañaron
el espejo se rizó;
ella dijo:"llueve,
¡adiós! me voy a casa".

11. ¡Mía!

¡Arroyuelo, deja tu susurro!
¡Ruedas, dejad vuestro rugido!
Todos los alegres pajarillos del bosque,
grandes y pequeños,
terminad vuestra melodía;
Por todo
el bosque
hoy solo se oirá una rima:
¡la amada molinera es mía!
Mía!
Primavera, ¿son éstas todas tus florecillas?
Sol, ¿no tienes ningún rayo más brillante?
Ah, así que debo estar solo
con esta feliz palabra:"mía",
incomprendido por toda la Creación.

12. Pausa

Mi laúd he colgado de la pared,
lo he rodeado con una cinta verde.
No puedo cantar más, mi corazón está demasiado lleno,
No sé cómo vaciarlo en las rimas.
El más ardiente dolor de mis anhelos,
lo volcaba en mis canciones,
y cuando me lamentaba tan dulce y delicadamente
sentía que mis penas no eran tan pequeñas.
Ay, qué grande es el peso de mi felicidad,
ningún sonido sobre la tierra puede expresarlo.


¡Ahora, querido laúd, descansa aquí colgado del clavo!
¡Y cuando una brisa toque tus cuerdas
y una abeja las roce con sus alas,
entonces sentiré temor y me estremeceré!
¿Por qué dejé la cinta colgando tanto tiempo?
A menudo roza las cuerdas con sonido de suspiro.
¿Es el eco de mis penas de amor
o el prólogo de nuevas canciones?

13. Con la cinta verde del laúd

"Lástima la hermosa cinta verde
que pierde su color aquí en la pared,
me gusta tanto el verde..."
Así me dijiste hoy, amada;
enseguida la descolgué y te la mandé:
ahora disfrutarás del verde!


Aunque tu amado es todo blanco,
también el verde tiene su premio
y también a mí me gusta.
¡Porque nuestro amor es siempre verde,
porque verdes florecen las lejanas esperanzas,
por eso nos gusta tanto!


Ahora anuda tus rizos,
con la verde cinta, de forma graciosa;
tanto te gusta el verde.
¡Así sabré dónde vive la esperanza,
así sabré dónde tiene su trono el amor,
así disfrutaré del verde!

14. El cazador

¿Qué busca el cazador en el molino del arroyo?
¡Permanece, obstinado cazador, en tu terreno!
Aquí no hay ningún venado que cazar para ti,
aquí vive sólo un corcillo manso para mí.
Y si quieres ver al cariñoso corcillo,
deja tus carabinas en el bosque
y deja tus perros que gruñan en casa,
y haz que el cuerno no suene y retumbe,
y afeita de tu barba el pelo enredado,
o asustarás al corcillo en su jardín.


Pero lo mejor sería que también tu te quedaras en el bosque
y dejaras a molineros y molinos en paz.
¿Que hacen los pececillos en los verdes ramajes?
¿Qué hará la ardilla en el estanque azulado?
Entonces quédate, obstinado cazador, en el bosque,
y déjame, con mis tres ruedas, solo;
y si quieres hacerte agradable a mi tesoro,
te diré, amigo, lo que apena a su corazoncito:
los jabalíes, que salen por la noche del bosque
y entran en su huerto de coles
y pisotean y destrozan el campo;
los jabalíes ¡mátalos heroico cazador!

15. Celos y orgullo

¿Dónde vas tan rápido, rizado y agitado mi querido arroyo?
¿Sigues, lleno de ira, al desvergonzado hermano cazador?
Regresa y riñe primero a tu molinera
por su ligero, pícaro y pequeño coqueteo. ¡regresa!


¿La viste ayer por la tarde de pie en la puerta de la ciudad,
con el cuello estirado mirando el gran camino?
Cuando, de la caza, el cazador regresa contento a casa,
ninguna chica honesta asoma la cabeza por la ventana.


¡Ve, arroyuelo, y dile esto; pero no le cuentes
ninguna palabra de la tristeza de mi cara;
dile: se talla junto a mí una flauta de caña
y toca, a los niños, bellas danzas y canciones

16. El querido color

Me vestiré de verde,
como los verdes sauces llorones
a mi tesoro le gusta tanto el verde.
Buscaré un bosque de cipreses,
una campiña de verde romero
a mi tesoro le gusta tanto el verde.


¡Adelante a la alegre cacería!
¡Adelante por prados y bosques!
a mi tesoro le gusta tanto la caza.
El venado que yo cazo es la muerte,
a los campos les llamo penas de amor:
a mi tesoro le gusta tanto la caza.


¡Cavadme una tumba en el prado,
tapadme con verde césped!
a mi tesoro le gusta tanto el verde.
Ninguna crucecita negra, ninguna florecilla de colores,
verde, todo verde alrededor:
a mi tesoro le gusta tanto el verde.

17. El malvado color maligno

¡Querría recorrer el mundo,
el ancho mundo;
si sólo no hubiera tanto verde,
allí fuera en bosques y campos!

¡Querría todas las hojas verdes
arrancar de cada rama,
querría sobre toda la verde hierba
llorar hasta que empalideciera!

¡Ah, verde, color malvado!
¿por qué me miras siempre
tan orgulloso, tan osado, tan malicioso,
a mí, pobre hombre blanco?

Querría yacer ante su puerta
con tempestades, lluvias y nieves,
y cantar muy quedo día y noche
solo una palabrita: ¡adiós!

Escucha, cuando en el bosque resuene un cuerno de caza,
suena su ventanita,
y aunque no mire hacia mí,
yo puedo mirar hacia adentro.

Oh, quítate de la frente
la verde cinta;
¡Adiós, adiós! y ¡tiéndeme
como despedida tu mano!

18. Flores secas

Vosotras, todas las florecillas que ella me dio
a vosotras deben poneros en mi tumba.
¿Cómo me miráis todas tan tristes,
como si supierais lo que me pasa?
Vosotras, florecillas todas, ¿cómo estáis tan mustias, tan pálidas?
Vosotras, florecillas todas, ¿cómo tan mojadas?


Ah, las lágrimas no hacen que brote el verde de mayo,
ni hacen florecer de nuevo el amor muerto,
y la primavera vendrá y el invierno se irá,
y las florecillas saldrán en la hierba,
y las florecillas llenarán mi tumba,
las florecillas todas, las que ella me dio.


Y cuando ella pase por la colina
y piense en su corazón: ¡era fiel!
¡Entonces florecillas todas, salid, salid!
¡Mayo ha venido, el invierno se fue!

19. El molinero y el arroyo

El molinero:
Donde un fiel corazón muere de amor
ahí se marchitan las lilas en cada arriate;
ahí debe esconderse, tras las nubes, la luna llena,
para que no vean sus lágrimas los hombres;
¡ahí los angelitos se tapan los ojos
¡y lloran y cantan para calmar el alma!


El arroyo:
Y cuando el amor se deshace del dolor,
una estrellita nueva, brilla en el cielo,
nacen tres rosas, medio rojas y medio blancas,
entre las ramas de espinas, que ya no se marchitarán;
y los angelitos se cortan las alas
y bajan todas las mañanas a la tierra


El molinero:
Ah, arroyuelo, querido arroyuelo, tu intención es tan buena;
ah arroyuelo, pero ¿sabes tú lo que el amor hace?
¡Ah abajo, ahí abajo el descanso es fresco!
Ah arroyuelo, querido arroyuelo, sigue cantando.

20. Nana del arroyo

¡Buen descanso, buen descanso!
¡Cierra los ojos!
Caminante cansado, estás en casa.
La fidelidad está aquí,
debes yacer conmigo,
hasta que el mar se beba los arroyuelos.


¡Te acostaré fresco
sobre suave almohada!
En la pequeña cámara azul y cristalina
¡Venid, venid
quienes puedan acunar!
Meced y acunad al muchacho en mi lugar.


Cuando un cuerno de caza resuene
por el verde bosque,
silbaré y zumbaré a tu alrededor.
¡No miréis aquí
azules florecillas!
Hacéis los sueños de mi durmiente muy pesados.


¡Aléjate, aléjate
de la pasarela del molino!
Aléjate, aléjate
malvada muchacha,
para que tu sombra no le despierte.
Échame tu fino
pañuelito
para que los ojos le tape.


¡Buenas noches, buenas noches!
¡Hasta que todos despierten,
duerme tus alegrías, duerme tus penas!
La luna llena sale,
la niebla pasa,
y el cielo ahí arriba, qué ancho es.

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Language: Spanish
-Translation from German to Spanish copyright © 1997 by Pilar Lirio, pilarlirio (AT) yahoo.com, http://www.geocities.com/pilarlirio and Uta Weber, (re)printed on this website with kind permission. Please contact the copyright-holder when requesting permission to reprint.
-Based on a text in German by Wilhelm Müller (1794-1827) , "Wanderschaft", from Gedichte aus den hinterlassenen Papieren eines reisenden Waldhornisten 1, in Die schöne Müllerin, no. 2 DUT CAT ENG ITA FRE

Canciones de molineros

CANCIONES


-Molinero, molinero
-La Peregrina
-Aquel pino
-Esta noche ha llovido
-Vengo de moler, morena
-A la luz del cigarro
-La casada
-Cantar a la salida de la iglesia
-La novia
-La bailina
-Jota de Boñar

MOLINERO, MOLINERO

Molinero, molinero
no vengas de noche a verme
que no está mi padre en casa
y puede murmurar la gente


La molinera
llorando estaba
y el molinero
la consolaba


Capullito, capullito
ya te vas volviendo rosa
ya te va llegando el día
de decirte alguna cosa


La molinera....


Vengo de moler, moler
de los molinos de enfrente
que mi amanta es molinero
y no lo sabe la gente


La molinera.....


A la puerta del molino
me puse a considerar
el que no tenga dinero
pocos amigos tendrá


La molinera...


Vengo de moler, moler
de los molinos de arriba
que mi amante es molinero
y no me cobra la maquila


La molinera....

LA PEREGRINA

La letra corresponde a la descripción clásica de la belleza femenina (muy usada ya en los romances y serranas de la Edad Media). Primero hace referencia a rasgos generales del atuendo para pasar a describirla físicamente, empezando por arriba (pelo, frente, cejas…) y por orden.

Hay otra versión que cambia el último verso por: “A mi peregrina pido perdón”, insinuando que es la Virgen a quien encuentra y que la búsqueda de la belleza perfecta es una quimera.

El baile tiene cierto aire ceremonioso en la forma de andar de las mujeres.

Camino de Santiago
con grande halago
mi "Peregrina" la encontré yo,
y, al mirar su belleza,
con gran presteza
mi "Peregrina" se hizo al amor.


Fue tanta la alegría
que al alma mía
la compañía de su amor dio,
que en la oscura maraña
de una montaña
mi "Peregrina" se me perdió.
Y mi pecho afligido,
preso y herido,
por esos montes suspiros dio.


En los prados y flores
de mis amores,
a los pastores les pregunté:
"¿Quién vio a una morenita, peregrinita,
que el alma irrita con su desdén?"
Por ver si mis desvelos
hallan consuelo
todas sus señas daré también.


Iba la "Peregrina",
con su esclavina,
con la escarcela y su bordón;
lleva zapato blanco,
media de seda,
sombrero fino que es un primor.


Tiene rubio el cabello,
tan largo y bello,
que el alma en ellos se me enredó;
y en su fina guedeja,
de oro madeja,
su amor y el mío se aprisionó.


En su frente espaciosa,
larga y hermosa,
donde Cupido guerra formó,
pronto se halló vencido,
preso y herido,
mi amor que al suyo se coronó.


Sus ojos y pestañas
son dos montañas
donde dos negros hacen mansión,
y, en arcos de Cupido,
los atrevidos
presto disparan flechas de amor.


Su nariz afilada
no fue sonada
y su mirada fama cobró,
es un cañón de plata,
que a todos mata
sin que ninguno sienta dolor.


Su boca, tan pequeña
y tan risueña,
naturaleza pudo formar,
que al decir me provoca
mas, punto en boca,
por no agraviarla quiero callar.


Su barba es el archivo
donde yo vivo,
preso y herido, muerto de amor,
es la que a ser proviene,
sepulcro alegre,
cárcel divina y dulce prisión.


En su hermosa garganta,
la mejor planta,
que en los jardines sembró el amor
y, al verla la azucena,
aunque con pena,
de su hermosura se avergonzó.


Lo que cubre el pañuelo
no me desvelo
para pintarla lo que no vi,
mas aunque enamorado
muera abrasado,
a su sagrado no me atreví..


Para pintar su talle
bueno es que calle,
pues mi pintura sería un borrón.
¡Quién pudiese de Apeles
tener pinceles
para pintarla con perfección!


Perdone tu hermosura
si en la pintura
grosero ha estado mi dulce amor,
por haberte ofendido,
a tus pies, rendido,
mi "Peregrina", pido perdón.

AQUEL PINO

Hace referencia a una costumbre que tenían los mozos de ir al monte la víspera de Reyes y cortar una rama de pino (o en su defecto de otro árbol) y ponerlo en la puerta de una chica para cortejarla. O acaso puede venir de la costumbre antigua de la rama de tejo. (De ahí viene lo de tirar los tejos)

Aquel pino que está en el pinar
Florido y hermoso,
A cortarlo quisieron entrar
Cuatro buenos mozos.
Cuatro buenos mozos,
Mi amor el primero,
A cortarlo quisieron entrar
Y no se atrevieron.


Si tu fueras buena moza
Te comprara un zagalex’o
Así como no lo eres
Con el que tienes de dejo.
Aquel pino…..(estribillo)


ESTA NOCHE HA LLOVIDO

Esta noche ha llovido
mañana hay barro
pobre del carretero,
que va en el carro.

Estribillo

"Quítate niña de ese "boqueiro",
porque si no te quitas,
ramo de flores,
llamaré a la justicia
que te aprisione
con las cadenas
de mis amores."


Dicen que los pastores
huelen a sebo,
partorcito es el mío
y huele a romero.

Estribillo...

Dicen que los pastores
matan ovejas,
también los labradores
rompen las rejas.

Estribillo...


VENGO DE MOLER, MORENA

Vengo de moler, morena
de los molinos de arriba,(bis)
dormí con la molinera, olé, olé,
no me cobró la maquila,
que vengo de moler, morena.


Vengo de moler, morena
de los molinos de abajo,(bis)
dormí con la molinera, olé, olé,
no me cobró su trabajo,
que vengo de moler, morena.


Vengo de moler, morena
de los molinos de enmedio,(bis)
dormí con la molinera, olé, olé,
no se ha enterado la gente,
que vengo de moler, morena.


A LA LUZ DEL CIGARRO

A la luz del cigarro, voy al molino (bis)
Si el cigarro se apaga (tri)
morena,
Me voy al río.


A la luz de la luna, te vi la cara (bis)
Yo no he visto una rosa (tri)
" morena,
Tan colorada.


A la Virgen del Carmen, tres cosas pido (bis)
La salud y el dinero (tri)
" morena,
Y un buen marido.


Que no fume tabaco, ni beba vino (bis)
Que no vaya con otra (tri)
morena
Sólo conmigo.


Y la Virgen del Carmen le ha concedido (bis)
Fumador y borracho (tri)
" " morena
Empedernido.


LA CASADA

Despídete niña hermosa
De la casa de tus padres,
Que esta es la última vez
Que de ella soltera sales.


A la entrada de la iglesia
Pisaste losa sagrada
La última de soltera
La primera de casada.


Estimadla caballero
Bien la puedes estimar,
Que otro la pidió primero
No se la quisieron dar.


Por esta calle a la larga
Lleva el galán a su dama
Por esta calle florida
Lleva el galán a su niña.


Sal casada de la iglesia
Que te estamos aguardando
Para darte la enhorabuena
Que sea por muchos años.


Ya te sacaron la cruz
De plata para casarte
Delante del crucifijo
La palabra le entregaste.


CANTAR A LA SALIDA DE LA IGLESIA

Buenos días nos de dios,al señor cura el primero,
al padrino, la madrina
y a los dos casados ñuevos.


Con el sí que dio la niña,
en el centro de la iglesia,
con el sí que dio la niña,
entró libre y salió presa.


No la prendieron con grillos,
ni tampoco con cadenas,
que la prendió el señor cura
con palabras de la iglesia.


Dime niña que decías
cuando del altar venías,
dime niña que rezabas
cuando del altar bajabas.


Cuando del altar venías
vestida de paño negro,
blanca flor me pareciste
al lado del caballero.


Cuando del altar venías
vestida de paño fino,
blanca flor me pareciste
al lado de tu marido.


Cuando del altar bajabas
vestida de paño blanco,
blanca flor me pareciste
la lado del más amado.


Estímala caballero
bien la puedes estimar,
que otro la pidió primero
y no se la quisieron dar.


Acérquese la madrina
a darle agua la fijada
la primera de casada
de soltera despedida.


Acérquese la su madre
a recibir a su hija,
soltera salió de casa,
casada viene de misa.


Salte niña de la iglesia,
pisa la piedra labrada
que esta es la primera vez
que la pisas de casada.


Salte niña de la iglesia,
que te estamos esperando,
pa darte la enhorabuena:
¡que sea por muchos años!



LA NOVIA

Salga señor cura salga
que mañana rezará
que esta la novia caliente
y se nos puede enfriar.


Que contenta está la novia
porque salió de soltera
más contento estará el novio
porque va a dormir con ella.


Casada ya estas casada
con los libros de Fortuna
Dios quiera que de hoy en un año
tengas un niño en la cuna.


Vivan los señores novios
y el cura que los casó
el padrino y la madrina
los convidados y yo.


LA BAILINA

De S. José traigo el ramo
de S. Francisco el bordón
de la Virgen la corona
de mi amante el corazón


¡Ay morena!,¡ ay salada!
como eres morena
me robas el alma


Tienes un cuerpo bonito
y tu tan bien te lo pones
cuando bailas a tu gusto
con los pies haces renglones


¡Ay morena!...


Tienes ojos de paloma
cejillas de leche y sangre
y los cabellitos rubios
como la Virgen del Carmen


¡Ay morena!...


JOTA DE BOÑAR

Que no las tienen León
dos cosas tiene Boñar
que no las tiene León
el maragato en la torre
y en la plaza el negrillón


Que cuando bailo,¡leré!
calzó galochas
suenan los clavos, ¡leré!
sobre las rocas
sobre las rocas, ¡leré!
sobre las peñas
que cuando llueve, ¡leré!
calzo madreñas


Por bailar y no bailé
a la romería fui
por bailar y no bailé
perdí la cinta del pelo
mira lo que yo gané


Que cuando bailo...


No te debe entristecer
perder la cinta del pelo
no te debe entristecer
que una mujer en el baile
que menos que puede perder


Que cuando bailo...