El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Molineras, molineros y molinos en el cancionero popular (I)

María del Carmen Ugarte

Iniciamos aquí un recuerdo a algunas de las canciones populares que tienen como protagonistas a los molinos y sus habitantes al objeto de saber algo más de estas construcciones que nos eran tan familiares y que lamentablemente se van perdiendo.

En toda España, pero sobre todo en la zona norte, en Castilla y en León encontramos gran variedad de canciones que van perfilando un modo de ser de los habitantes del molino. ¿Qué puede haber de verdad en esto?, ¿son las molineras tan ligeras de cascos como las pintan?, ¿es, por el contrario, una mera habladuría? ¿Son los molineros agarrados y propensos a quedarse con más de lo que les corresponde? ¿Son los molinos lugares frescos y amenos que invitan al amor?...

Empecemos por las molineras, a las que el cancionero describe por lo general como buenas amantes y algo libertinas en sus costumbres dispuestas a hacer favores a todo aquel que pisa el molino. Recordemos a este fin una de las rondas más populares:

Vengo de moler, morena,
de los molinos de arriba,
duermo con la molinera, olé, olé,
no me cobra la maquila,
que vengo de moler, morena.
Vengo de moler, morena,
de los molinos de abajo,
duermo con la molinera, olé, olé,
no me cobra su trabajo,
que vengo de moler, morena.
Vengo de moler, morena,
de los molinos de en medio,
duermo con la molinera, olé, olé,
no me queda más remedio,
que vengo de moler, morena.

Si nos paramos a pensar el argumento de estas coplas tiene algo de chocante: un mozo o mozos van de ronda y se dedican a contar sus peripecias amorosas a otra mujer —la morena común de tantas coplas pero que a veces toma el cuerpo de la propia mujer, novia o esposa a la que presumiblemente están rondando. Hay en el relato una mezcla de jactancia —«¡qué bueno estoy!», parece decir— y de «resignación» ante el acoso de las sucesivas molineras, a las que, sin embargo, no le «queda más remedio» que satisfacer. Por su parte, la molinera de abajo, la que «no cobra su trabajo», nos recuerda a aquella copla tan popular, Ojos verdes, en la que la protagonista se da por pagada por el bien hacer del caballero: «¡Serrana! para un vestío yo te quiero regalar. Y yo te dije: ¡estas cumplío! No me tienes que dar na.» Por supuesto que en estas coplas las palabras: maquila, molino, trabajo, moler y naturalmente dormir, ocultan, pero solo aparentemente, una actividad sexual bastante clara por otro lado pues no en vano existen versiones más recatadas en las que el mozo en vez de «dormir» «viene de donde la molinera» o «baila» con ella. De todas formas tanto en unas versiones como en otras las letras son una pura metáfora del trajín sexual que pasa en el molino, y por otro lado, pese a la fama de aprovechados que tenían los molineros y las propias molinera en lo tocante a las maquilas, y de lo que en su día hablaremos, los favores de la molinera siempre le salen gratis al mozo.

En algunos casos las rimas vienen bastante forzadas pero no deja de sorprender el añadido que se presenta en algunas variantes en las que se introducen unos supuesto molinos azules. La copla que sigue la incluyó el folklorista segoviano Agapito Marazuela en su Cancionero:

Vengo de moler, morena,
de los molinos azules,
duermo con la molinera, olé, olé,
sábado, domingo y lunes,
que vengo de moler, morena.

Y que nos recuerda la que en nuestras bodegas se canta:

al subir las escaleras
te vi las ligas azules
un poquito más arriba
sábado domingo y lunes.

Volviendo a los molinos y sin marcharnos de ellos deberemos mencionar su disposición en el curso del río: de arriba, de abajo y de en medio, donde además de la situación repetitiva de este tipo de canciones se da la circunstancia de que responde a una realidad. En muchos lugares los molinos se denominaban así, y buen ejemplo de ello tenemos en nuestro Gromejón sin ir más lejos.1 Otras variantes de la canción hablan de los molinos de enfrente y entonces nuestro galán duerme con la molinera «y no lo sabe la gente» (o bien «nunca dormí tan caliente»). De los molinos de arriba se canta en Navalanguilla (Ávila) que lo allí acaecido «no lo sabe el tío Barriga» y en otras zonas, que «no lo saben las vecinas»; y de los molinos de en medio que «no lo sabe el molinero». En cualquier caso lo que el supuesto celoso molinero ignora o lo que se les escapa a las vecinas, nuestro mozo cautivado por la molinera no tiene ningún problema en decir a los cuatro vientos presumiendo de que mujeres tan corridas como las molineras se hayan fijado en él.2 Dicho lo cual no nos extraña nada que en algún lugar la canción de La molinera se remate con otra copla también muy popular y picante:

¡Qué polvo tiene el camino!,
¡qué polvo la carretera!
¡Qué polvo tiene el molino, olé, olé!,
¡qué polvo la molinera!

No obstante, no siempre las molineras son tan picantes como en estas coplas, aunque siguen siendo guapas y depositarias de los piropos varoniles como nos encontramos en estas coplas del Cantar de la molinera del pueblo de Rebollar en Salamanca en la que la acumulación de metáforas para describir a la molinera es acumulativa, que es tan linda que hasta al cura pone en un aprieto y de los curas y las molineras también habrá que hablar en su momento: (3)

Gasta la molinera
ojos de cielo
y unos labios que saben
a caramelo.
Gasta dientes perlés
como dos filos
y unos labios que huelen
a rosa y tomillo.
Todo lo tiene bello,
gracia y hechura,
que cuando vas por la calle
tiras al cura.
Los mozos muy alegres
la piropean
y al pasar gritan todos:
¡la molinera!
Molinera de Mieres,
linda asturiana,
tú eres la alegría
de la mañana.
Despierta, molinera,
que el gallo canta,
y la alborada bella
la noche espanta.
¿Dónde vas, molinera,
de mañanita,
con un ramo tan grande
de margaritas?
No escuches los acordes
de mis quebrantos,
que voy a rezar un poco
al camposanto.
Voy a adornar la tumba
con estas flores
donde están descansando
los mis amores.
Que yo abandoné a mi madre
porque creía
que aquella buena moza
yo alcanzaría.
Y yo me fui a mi casa
desengañado,
porque un querer como el suyo
no lo he encontrado.
El querer de una madre
es verdadero;
sólo el de las mujeres
es traicionero.

No siempre los mozos salen felices de sus encuentros o amores con las molineras, ya que aquí vemos que el protagonista se lamenta de haber caído en esos amores y haber abandonado a su propia madre por seguirlos. En cualquier caso parece que el molino en sí es lugar propicio para encuentros amorosos, quizás por lo fresco y ameno de su natural ubicación.

Por otro lado, las molineras no siempre son tan insensibles y tragahombres como pudiera parecer, dos coplillas populares nos dejan bien constancia de cómo sufren en ciertas circunstancias.

Canción asturiana (Mieres del Camino):

Dicen que está llorando
la molinera
porque sus amores
van a la guerra.
Yo también, madre mía,
suspiro y lloro;
que mañana se llevan
el bien que adoro.

Y esta otra:

Molinera, molinera,
qué descolorida estás,
desde el día de la quinta
no has dejado de llorar,
ni tampoco de sufrir.
Molinera, molinera
de pena vas a morir.

De esto, de otros aspectos de las molineras y de los molineros seguiremos hablando en otras colaboraciones, pero para finalizar esta traigo a colación dos coplas completamente diferentes en las que los mozos resumen sus primeras experiencias amorosas precisamente con las molineras:

El primer polvo que eché
se lo eché a una molinera,
por ser la primera vez,
la mitad se lo eché fuera.(4)

O esta otra de Barrillos de las Arrimadas, pequeño pueblo de la montaña leonesa:

Madre, con la molinera
yo me tengo que casar,
ella me lleva al molino
y me enseña a maquilar.(5)

María del Carmen Ugarte
Noviembre del 2004

Notas

* Publicado en Nos Interesa, n.º 79, 2004.

· 1. Según lo documentado por Juan José Calvo en «El río Gromejón: molinos tradicionales en torno a sus riberas»: Cuadernos del Salegar, 40-41, 2004, pág. 28, en el Gromejón coexistían entre otros tres molinos: el de Arriba o del Suso, bien conocido por nosotros, el de Revilla o de Abajo, también bastante conocido, y un tercero de Enmedio, hoy desaparecido, que estaría en el río Puentevilla cerca de su desembocadura con el Gromejón en un pago que precisamente se conoce todavía hoy como Molinimedio.

· 2. Manuel Urbano: Sal gorda. Cantares picantes del folklore español. Madrid: Hiperión, 1999, pp. 197-8).

· 3. José Alonso Pascual: Coplas y cantares de Robleda [en línea]. 1987. . [Consultada: 04/11/2004.]

· 4. Manuel Urbano: ídem. Cómparese con la que se canta por Gumiel acerca de las primeras experiencias:

El primer polvo que eché
se lo eché a una prima mía
por ser la primera vez,
me dijo que volvería.

· 5. Canciones de Barrillos de las Arrimadas. . [Consultada: 04/11/2004.]

© 2004 María del Carmen Ugarte

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