Han tenido que transcurrir casi 40 años para que se investigue la verdad sobre la muerte del poeta chileno en un hospital de Santiago días después de producirse el golpe militar liderado por Pinochet. Esta semana se lleva a cabo la exhumación del cadáver del Premio Nobel de la tumba que comparte con Matilde, su última esposa, en su casa de Isla Negra. Lo cierto es que Neruda padecía de un avanzado cáncer de próstata, pero su rápido fallecimiento al poco tiempo de ingresar en el hospital siempre despertó sospechas hacia la posible implicación de la dictadura militar en su muerte.
Pero no voy a hablar aquí de intrigas ni posibles envenenamientos, sino del lugar donde Pablo Neruda vivió sus últimos años y donde su cuerpo ha reposado enterrado frente al mar desde 1992… hasta ahora. He tenido la suerte de poder conocer las tres casas que habitó el Premio Nobel:
La Chascona, en Santiago de Chile, La Sebastiana en
Valparaíso, y su hogar más preciado y donde se concentra la esencia de su personalidad y la consecución de sus sueños,
Isla Negra.
Pablo Neruda fue un marino frustrado, un marinero en tierra y la casa de Isla Negra fue su barco, su navío y el fue su capitán. Aquí, a los pies del océano Pacífico, rodeado de oscuras rocas y pinos que retrepan por los acantilados de esta costa y a los pies de una pequeña playa, construyó su hogar más querido, su barco en tierra que fue ampliando con el paso de los años.
Entrar en esta casa de Pablo Neruda es hacerlo en un lugar único configurado por los sueños del poeta. Viajero, diplomático, escritor… Neruda aprovechó sus estancias en Asia, África y Europa para hacerse con objetos que luego integró en su imaginario particular. A lo largo de su vida recopiló todo tipo de objetos, recuerdos, obras de arte, objetos de los que se rodeo otorgándoles personalidad propia y una significación especial y con los que se creó un mundo propio.
Neruda llegó hasta este paraje de la costa chilena allá por el año 1937 buscando el lugar idóneo para escribir su “Canto General” y cayó prendado de su paisaje por entonces todavía virgen, del embate de las olas de un mar inmenso y del olor, intenso olor a salitre y océano. Neruda compró en 1939 lo que era entonces una pequeña casa de piedra a un viejo capitán de navío español y con el paso de los años la convirtió en su casa favorita y el lugar donde él y su tercera esposa, Matilde Urrutia, pasaron la mayor parte de su tiempo en Chile.
La parte original de la casa con el torreón está construida en piedra. Mirando al mar se encuentra el Campanil y la lancha donde Neruda invitaba a “navegar” a sus amigos. Al pie del acantilado está la Cabaña donde se encerraba para escribir antes de la ampliación de la casa.
Isla Negra está ubicada al sur de Valparaíso y se accede un poco antes de llegar al balneario de El Tabo. Toda esta pequeña zona está llena de referencias a Neruda y su obra en puestos artesanales, negocios, tiendas, pinturas callejeras o pequeños monumentos. Hay una zona de estacionamiento de pago para dejar el vehículo particular, y después sólo hay que seguir las indicaciones que nos llevan a un camino de tierra entre altos pinos. Allí está la entrada al museo donde deberemos abonar unos 3$ por persona y esperar nuestro turno para la visita guiada. Y por desgracia está prohibido hacer fotografías en el interior de la casa…
Neruda, amante del mar y de las cosas marítimas, rebautizó la casa como Isla Negra por el color de las rocas que salpicaban la playa a los pies de la propiedad y durante los primeros diez años la casa fue creciendo y ampliándose insertándose en el paisaje costero como un barco con techos bajos, pisos de madera crujiente y pasillos estrechos. Allí, entre el tumultuoso movimiento oceánico, las rompientes, los roquedales negros y la brisa, Neruda hizo del mar uno de los escenarios míticos de su poesía.
Entrada a la casa museo desde donde se accede el jardín donde se encuentra el Locomóvil y al frente de la casa que da al mar.
El lugar no deja de sorprender desde la misma entrada con una extraña máquina llamada Locomóvil ubicada en el centro del jardín. A partir de aquí la casa se convierte en todo un muestrario de recuerdos del poeta y premio Nobel que nos hablan de una vida rica e intensamente vivida donde el mar siempre es protagonista: mascarones de proa, cartas náuticas, sextantes, rosas de los vientos, réplicas de veleros, una colección de pequeños barcos encerrados en botellas, otra colección de conchas y caracolas, dientes de cachalote… Y también recuerdos de sus viajes que hablan de su curiosidad y de sus gustos más personales: máscaras de Asia y África, botellas de colores, pipas de marfil, restos de maderas arrojadas por el mar que el transformó en su escritorio, retratos de personajes científicos y literarios… y libros, muchos libros.
La entrada da paso a la Sala de Estar original donde destacan su enorme ventanal y la colección de mascarones de proa auténticos, cada uno con nombre propio como la Medusa, de madera pintada desteñida por el paso de los años; o la María Celeste, mascarón de proa más pequeño de pulida madera oscura suspendida de la barandilla del segundo piso. El suelo de baldosas rojizas contrasta con una roca oscura que se dejó al construir la casa y con una gran chimenea. A continuación pasamos al salón comedor donde nos encontramos con la mesa puesta, preparada para recibir a los viejos amigos y las vitrinas con sus vajillas.
Subimos hasta el segundo piso donde está el cuarto principal de Neruda, de forma redondeada y con una privilegiada vista sobre el mar, los armarios con sus zapatos y trajes y otros recuerdos. Toda una herencia de su vida viajera completada con los regalos que recibía de amigos y conocidos.
Desde el jardín se accede hasta la tumba de Neruda y su última esposa desde donde se observan la playa, las rocas y el mar que tanto amó cumpliendo así la voluntad que había expresado muchos años antes en su poema “Disposiciones” del Canto general: “Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver…”
Neruda salió de Isla Negra ya gravemente enfermo tras el golpe militar de Pinochet en 1973 para morir poco después en Santiago tras conocer que las tropas habían asaltado y saqueado su casa. Desde entonces la vieja casa pasó a ser un lugar de acceso prohibido y durante años estuvo cerrada y tapiada hasta que con la llegada de la democracia se decidió convertir esta casa en fundación y museo.
En diciembre de 1992 los restos de Neruda fueron trasladados allí junto a los de su esposa, Matilde Urrutia, y sepultados en el jardín de la casa frente al mar transformando el lugar en uno de los lugares más visitados de todo el país.
Visitar Isla Negra es hacer un viaje imprescindible para conocer al alma de Pablo Neruda y entender su obra. Que descanse en paz de una vez este hombre y poeta universal frente al mar que tanto amó.
El último gran sueño de Pablo Neruda tenía un nombre: Fundación Cantalao. En una célebre entrevista con la periodista argentina Rita Guibert, después de obtener el Premio Nobel, el poeta explicaba el sentido de su proyecto: "Será una fundación para que los escritores becados puedan vivir por un año con el producto de mis derechos de autor, disfrutando de una casa común para reuniones y actos, además de cabañas individuales para trabajar".
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