El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Arquitectura Rural en Andalucía
Ignacio González Tascón

Molinos: Documentos
Los Molinos y las Aceñas: Diversidad tipológica y criterios de emplazamiento.


Los molinos hidráulicos en el mundo antiguo / La difusión del molino de agua en la España medieval / La construcción de presas y azudes para molinos y aceñas / El molino como factoría: molineros y usuarios / Molinos y aceñas: tecnología punto o arqueología / Ingenios hidráulicos en otros sectores industriales / Bibliografía


LOS MOLINOS HIDRÁULICOS EN EL MUNDO ANTIGUO

Es bien conocido que Hispania, dentro de la economía del mundo romano, fue una provincia importante en la producción de grano. Plinio el Viejo, en su Naturalis Historia, señala que la Península, "allí donde es fértil, da en abundancia cereales, aceite, vino, caballos y metales de todo género", y los estudiosos del comercio marítimo señalan continuas exportaciones por vía marítima de cereales destinados a Roma, la metrópolis del Imperio.

La práctica totalidad del grano -si se excluye el que se destinaba a la siembra y a la fabricación de bebidas alcohólicas, a las que al parecer nuestros antepasados eran ya bastante aficionados- era molido para obtener harina, materia prima básica en la fabricación de pan, que constituía el principal pilar de la dieta de la época.

En la Hispania romana, la mayoría de los molinos de grano estaban constituidos por dos muelas (una fija llamada solera y otra móvil o corredera), poco peraltadas y de pequeño diámetro, que pueden moverse a mano por un hombre con cierta facilidad.

Para hacer girar la muela móvil, ésta llevaba a veces un taladro en el que se encajaba un mango de madera que se empuñaba con una mano. Hay, sin embargo, muchas muelas -en la Lusitania especialmente- que carecen por completo de taladros, por lo que es difícil hacerse una idea del mecanismo que empleaban para hacerlas girar.

Con menor frecuencia han aparecido en Hispania molinos de muelas muy peraltadas, llamados molinos pompeyanos -por los magníficos ejemplares de este tipo hallados en la ciudad dc Pompeya~ cuya descripción detallada puede verse en Moritz53.

La muela inferior de estos molinos pompeyanos recibe el nombre de "meta" y consiste en una piedra muy robusta y de gran peralte, sobre la que descansa la muela móvil o "catillus". Mientras que los molinos de muelas poco peraltadas tienen pequeña capacidad de producción y se utilizaban, fundamentalmente, en el ámbito doméstico, los molinos pompeyanos requieren, por su tamaño mucho mayor, ser tirados por asnos y tienen naturalmente una capacidad de molienda bastante mayor. Estos grandes molinos harineros de tracción animal se empleaban con frecuencia en las fábricas de pan de las ciudades, como puede verse hoy día en la factoría de Pompeya

Quizá la mejor colección de molinos de Hispania se conserva en Mérida, la antiguaAugusta Emerita, capital de la Lusitania. Allí hemos examinado más de un centenar de muelas, la mayoría de las cuales pertenecieron a pequeños molinos domésticos, aunque también se conservan algunos ejemplares que pertenecen al tipo pompeyano.

No hay sin embargo restos de muelas que pertenezcan a molinos hidráulicos -salvo un ejemplo dudoso- que se detectan, cuando sólo se conservan las muelas, por la aparición del mecanismo que perrnite separar a voluntad la muela corredera de la solera según las necesidades de la molienda. Tan sólo una muela, de todas las examinadas, dispone de un lavijero, hueco tallado en la piedra móvil para alojar una pieza de hierro (la lavija) que la hace girar.

Sin embargo sabemos que los romanos conocían bien la técnica, mucho más compleja, del molino hidráulico, y así se recoge en la célebre obra de Vitruvio71 donde figura una detallada descripción de molino de rueda vertical de paletas, que generalmente llamamos molino tipo vitruviano.

También se han hallado fuera de Hispania algunas factorías importantes de molienda, entre las que destaca la descubierta y estudiada en la Galia, por el gran arqueólogo francés Fernand Benoit7. Sus ruinas, cerca de Arlés, muestran un impresionante complejo industrial bastante tardío- de las primeras décadas del siglo IV d.C. -que constaba del aprovechamiento escalonado de dos grupos de ocho molinos cada uno provisto de ruedas verticales de cangilones, molino también llamado de tipo gravitatorio por ser el peso del agua en los cangilones el que hace girar la rueda motriz, y por medio de un engranaje de linterna, la muela corredera

El tercer tipo de molino hidráulico, el molino de rodezno, tiene unos orígenes mucho más dispersos, pero ya era conocido en el siglo I a.C. en lugares tan distantes como Dinamarca o Asia Menor. Este será, cuando se introduzca en España, el molino más extendido hasta nuestros días, ya que se adapta bien a un país montuoso y con ríos y arroyos de régimen muy irregular.

Sin embargo hasta hoy no tenemos noticias de excavaciones de molinos hidráulicos romanos en la Península Ibérica.


LA DIFUSIÓN DEL MOLINO DE AGUA EN LA ESPAÑA MEDIEVAL

La desaparición del orden romano supuso para la Península Ibérica un período de profunda inestabilidad, pero al mismo tiempo representó para los campesinos la ruptura de un pesado yugo que gravaba, en beneficio de Roma, la producción agrícola.

Esta época oscura, que se extiende desde el siglo V hasta finales del X, fue sin embargo un período fecundo para la difusión silenciosa pero eficaz del pequeño molino hidráulico. Así lo pone de manifiesto por ejemplo el Fuero Juzgo21 cuya legislación se compila a mediados del siglo VII. En el Libro VII, se castiga duramente a los que hurten los hierros del molino (es decir la lavija, el parafuso, la cruz y la rangua) y en el octavo se legisla contra quienes desvían las aguas de su cauce habitual, y contra los que destruyen los molinos, obligando en este último caso a rehacer la obra quebrantada en un plazo máximo de treinta días.

Naturalmente, la invasión musulmana no modificó la amplia difusión del molino hidráulico, sino que más bien la intensificó estableciendo una notable planificación para emplear de la mejor manera el agua disponible en el doble uso de riego de huertas y de molienda del cereal para fabricar harinas. Idrisí46 y AI-Himyari45 nos hablan con admiración de los nolinos de Córdoba en el Guadalquivir, cerca del puente de la ciudad. No sabemos con certeza de qué tipo de molinos se trataban, pero al tratarse de factorías asentadas en el cauce de un río caudaloso creemos que se trataba de molinos de rueda vitruviana “aceñas".

En los casos en que fue posible, los hispanomusulmanes establecieron sus molinos buscando un aprovechamiento integral del agua; unas veces el molino utilizaba los desniveles más elevados y agrestes del terreno, como ocurre por ejemplo en Frigiliana (Málaga), donde realmente el terreno, muy escarpado, es poco adecuado para el cultivo en huerta y allí se instala un molino (42, pág. 198) y otras ocupa el último eslabón de la cadena, como ocurre en los molinos musulmanes de Bañalbufar, en la isla de Mallorca5, donde un molino aprovecha el último desnivel de las aguas, ya inútil a efectos de regadío, entre el acantilado y el mar.

Es también durante la Edad Media cuando la energía hidráulica se diversifica, comenzán­dose a emplear en nuevos usos industriales, como los batanes para enfurtir los paños, o las factorías para fabricar papel, ésta última industria bien desarrollada en Játiva a tenor de lo que nos relata Idrisí46.

Esta situación, en la que se detectan pequeños molinos de rodezno y algunas excepcio­nales aceñas de rueda vitruviana en los ríos más caudalosos, se modifica en cierta medida y de modo paulatino a partir del siglo X.

Las transformaciones tienen su origen, no en importantes hallazgos tecnológicos, sino en el nuevo orden social que se afianza entre los siglos XI al XIII, como consecuencia de la consolidación del poder feudal. Poco a poco, el pastoralismo de subsistencia, que aseguraba al campesino una dependencia menor de la agricultura, se convierte en un pastoreo comercial a gran escala, cuyos propietarios son los grandes señores feudales que se agruparán pronto en la poderosa Mesta.

Asimismo, la explotación de montes comunales, bastante productiva, -miel, bellotas, madera de construcción, leña- pero difícil de controlar por los señores feudales debido a su movilidad, es sustituida por el cultivo extensivo de cereales y viña, incluso en lugares poco adecuados para su implantación. La explicación de esta aparente actitud irracional es clara si consideramos las ventajas que estos cultivos tienen para el señor de la tierra: puede controlar con facilidad la producción (y evitar ser engañado en la parte de lo recolectado que le corresponde) y además acumular a bajo coste los excedentes (en graneros o bodegas) durante mucho tiempo. La importancia de esta nueva economía, que permite acumular excedentes (lana de los rebaños, grano, vino) la testimonia la nueva arquitectura suntuaria de los poderosos monasterios, las magníficas iglesias románicas y góticas, y los grandes castillos señoriales que dan su nombre a Castilla.

Y es este nuevo orden feudal, basado en relaciones desiguales en las que los campesinos pagan una renta o hacen prestaciones de trabajo a una clase de terratenientes (nobleza y alto clero), el motor que impulsa modificaciones cualitativas en el equipamiento molinar.

En la nueva economía, que genera importantes excedentes, los molinos también se transforman y aparecen las primeras factorías importantes, sin que ello implique la aparición de modificaciones tecnológicas de envergadura.

Pero sí se producen algunos cambios significativos; así, en los molinos de rodezno hacen su aparición los cubos, y en los ríos caudalosos se generalizan las grandes aceñas de recia cantería. Los primeros molinos dotados de cubo, se detectan en la documentación medieval ya a principios del siglo XIII51 y su uso allí donde el agua escasea, está ya muy generalizado en la España renacentista. como ponen de manifiesto los manuscritos conocidos como “Los Ventiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas” o los del vecino de Medina del Campo Francisco Lobato48. Estos nuevos molinos se construyen, a veces, como altos cubos exentos que destacan como torreones en el paisaje, como en Frigiliana (Málaga) o Arroyomoli nos de Montánchez (Cáceres), y otras con cubos más o menos enterrados, lo que ayuda a resistir mejor la presión interior del agua, destacando entre estos últimos el que mandó construir el rey Felipe II en las instalaciones anexas al Monasterio de El Escorial, y del que se conservan los planos originales (42, pág. 197). En Zamora, se conserva un buen ejemplar de cubo de molino, en la localidad de Peleas de Arriba, construido con buena sillería que ha resistido hasta hoy el transcurso del tiempo.

En cuanto a los molinos de tipo vitruviano. empleados en el mundo islámico, reaparecen en Castilla en la segunda mitad del siglo XII, en cuya documentación se refleja ya una clara distinción entre los "molini", pequeños molinos de rodezno, y las “aceñas", voz de origen árabe que si bien en la documentación cristiana significa molino de grano, es en su origen etimológico equivalente a azuda o rueda de elevar agua, lo que denota que se trata de ingenios de moler provistos de una rueda vertical, y no de un rodezno.

Una discusión en profundidad de los significados del término aceña puede verse en la obra de Caro Baroja (13, págs. 263 y sigs.)

Estas aceñas, que no introducen ningún cambio tecnológico, aportan sin embargo, un factor de escala. ya que se tratan de grandes factorías que requieren una organización del trabajo mayor que los simples molinos.

Ya hemos comentado que las aceñas harineras requieren para su instalación grandes corrientes de agua, pues las ruedas motrices que emplean, de simples paletas planas, tienen un rendimiento muy bajo. Pero es muy posible que bajo la voz "aceña", se oculte otro tipo de molino diferente, también de rueda motriz vertical, pero en la que el agua incide por arriba y no por abajo. Es decir, una rueda de cangilones o rueda gravitatoria, análoga a la que emplearon los romanos en la factoría de Barbegal, en la Galia. Estos molinos, de rueda gravitatoria tienen el inconvenien­te de que emplean una rueda muy lenta, por lo que la multiplicación de la velocidad que se obtiene con ayuda del mecanismo del engranaje ha de ser grande; a cambio tienen la ventaja de que pueden moler con muy poca agua, y de que tienen un rendimiento muy elevado.

Adeline Rucquoi, en su trabajo sobre los molinos y aceñas de Castilla en la Edad Media (58, pág. III) señala la existencia de "aceñas" en la segunda mitad del siglo XV en un pequeño afluente del río Cega, y también en un arroyo llamado Caramillo, en los que la falta de un caudal suficiente de agua hace técnicamente inviable el levantar aceñas de rueda vitruviana, por lo que nos inclinamos a pensar que se trata de molinos de rueda de cangilones, que conocen un importante auge en la industria pesada medieval y renacentista, tal como se puede ver el tratado de minería y metalúrgica de Agrícola, o en los manuscritos de Madrid de Leonardo da Vinci70.

A partir del Renacimiento, ya no aparecen nuevas tipologías importantes, si bien se generalizan en España los molinos de mareas (que pertenecen a la tipología de rodezno), construyéndose muchos de estos ingenios durante la Ilustración4. Y en general, aunque las viejas aceñas permanecen en los emplazamientos donde el agua abunda, lo más frecuente es la construcción de importantes molinos de cubo, a veces de manera escalonada, para lograr un aprovechamiento integral del agua, como ocurre por ejemplo en La Orotava (Canarias) o en las sierras graníticas de Cáceres (42, pág. 205 y 196).

Villarreal de Bérriz, autor de un importante tratado sobre molinos y herrerías escrito en las primeras décadas del siglo XVIII, testimonia que por entonces las factorías que "movían la piedra con la máquina de una linterna" -es decir las aceñas- estaban ya muy abandonadas, "por ser muchas las averías y costosas”69

E incluso, la mayoría de los molinos de mareas que se construyen durante la Ilustración, emplean también dispositivo de rodezno, a pesar de que con ello se reduce el tiempo de molienda, que queda reducido al aprovechamiento del agua acumulada en el estero cuando la marea está baja.


LA CONSTRUCCIÓN DE PRESAS Y AZUDES PARA MOLINOS Y ACEÑAS

Cuando las aguas que se derivan hacia el caz de un molino o aceña son de captación de un pequeño arroyo, con frecuencia las presas en las que se acumula el agua destinada a la molienda adoptan las mismas tipologías que las obras hidráulicas, cuya finalidad es el regadío o el abastecimiento urbano. Su construcción no entraña especiales dificultades, ya que es posible realizar las delicadas obras de cimentación y de construcción aprovechando la sequía casi total del cauce durante los largos estíos.

El tipo más frecuente de presa de este tipo consta de un simple muro cuyo espesor se determina de manera empírica para que sea capaz de resistir por sí mismo el empuje hidrostático del agua que se acumula en el embalse. Es lo que llamamos una presa de gravedad, y lo más frecuente es que se construya de mampostería, usando la cal como aglomerante, aunque la cara que permanece en contacto con el agua, que ha de ser más impermeable, se realiza con una sillería cuidada.

Otro tipo lo constituyen las presas de muro -pantalla de escaso espesor, al que se adosa, para ayudar a resistir el empuje del agua un espaldón de tierra más o menos compactado. En este caso se trata de una clara continuidad de la tipología de las presas romanas, como la de Proserpina que abastecía de agua a Emérita Augusta y que aún se mantiene en pie.

Más evolucionadas, por el ahorro de material de construcción que significan, son las presas de contrafuertes, muy utilizadas en presas de pequeña altura para almacenar agua para la molienda durante el estiaje en Extremadura. De ellas, la más antigua destinada a la molienda es la Albuhera de San Jorge, en Trujillo, construida en la segunda mitad del siglo XVI por Sancho Cabrera y Francisco Becerra38. Este tipo de presas de contrafuertes se siguen empleando mucho en los siglos XVII y XVIII y no sólo en Extremadura.

Estas presas tenían una toma o derivación por la que salía el agua, que a través del caz llegaba a las factorías de molienda, aunque a veces uno o más molinos se construían integrados o adosados al propio cuerpo de la presa 38.

Las presas disponían siempre de aliviaderos superficiales, cuya misión era evacuar el agua sobrante en el caso de que se llenasen en época de lluvias, para evitar que el agua rebasase su coronación, lo que resultaba especialmente peligroso en el caso de las presas con espaldón de tierra, ya que éste es fácilmente erosionable por el agua.

Cuando se trataba de derivar corrientes de agua más caudalosas que simples arroyos, se recurría en general a la construcción de azudes de pequeña altura, diseñados para verter sobre su coronación el agua del río en época de crecidas. Estos azudes. a veces, se asentaban en un lecho de acarreos poco consistentes, por lo que se cimentaban, ya en la Edad Media empleando pilotes de madera hincados por percusión, de manera análoga a como procedemos hoy día. El remate superior de los azudes. con un suave perfil para ofrecer escasa resistencia al paso del agua, estaba constituido por piedra sillería bien labrada, y generalmente grapada mediante lañas de hierro emplomadas para ayudar a que los bloques de piedra trabajen de manera solidaria y sin que se muevan, lo que podría provocar la ruina de la obra.

Una de las descripciones técnicas más antiguas en España sobre la construcción de azudes nos la proporciona el ingeniero militar Cristóbal de Rojas. que reconstruyó, a finales del siglo XVI, una presa molinera en el cauce del río Guadajoz, empleando una tipología de materiales sueltos para evitar que los asientos de la cimentación agrietasen -como había ocurrido anteriormente- un cuerpo formado por una estructura rígida de cal y canto (42, pág. 171 - 173).

Naturalmente, para evitar que la obra se desmoronase con el paso del agua, fue necesario proceder a la hinca de 2500 pilotes de madera de unos tres metros de longitud.

Entre los azudes más característicos, por su buena factura y su excelente montea, se encuentran los construidos por Villarreal de Bérriz en las primeras décadas del siglo XVIII en los ríos del País Vasco y Cantabria, y cuya experiencia resume en su importante libro dedicado al diseño de molinos69.

Sin embargo, cuando se trata de construir azudes en ríos más caudalosos, la complicación es mayor, y se requiere una gran habilidad. En estos casos, los azudes que derivan las aguas hacia las ruedas de las aceñas. se construyen muy tendidos y no perpendiculares a la corriente, ya que de este modo ofrecen una menor resistencia cuando las aguas del río bajan crecidas. Hoy todavía se detecta con claridad esta disposición en las aceñas próximas al puente de Tordesillas, y en las aceñas de Olivares en Zamora.


EL MOLINO COMO FACTORÍA: MOLINEROS Y USUARIOS

Para conocer el régimen de funcionamiento de los molinos a lo largo de la Edad Media, hemos de recurrir a fuentes de índole muy diversa. A partir del siglo X, la documentación manuscrita que ha llegado hasta nosotros se hace mucho más abundante, permitiéndonos en cierta medida conocer quiénes eran los propietarios de los molinos, cómo se mantenían y reparaban estas importantes factorías y cuáles eran las tarifas que se establecían por la molienda del grano.

Quizá el tema más debatido haya sido si en la molienda de grano imperó, en tiempos medievales, un régimen de explotación de monopolio, en el que los señores feudales imponían a los campesinos la obligación de moler en sus factorías, a precios abusivos, y sin que, fuera de estos molinos señoriales, fuese posible construir otros ingenios.

Centrándonos en la época en que disponemos de datos abundantes, entre los siglos XI y XIV, podemos adelantar que, en general, en Castilla y León no existió un régimen de monopolio de carácter señorial, aunque a partir del siglo Xl los señores de la tierra (nobles y alto clero), bien mediante donaciones o compras, incrementan su participación en la propiedad del equipamiento molinar hasta hacerla casi aplastante.

En el reino de León, el importante monasterio de San Pedro de Montes, entre los siglos X y XIII, más de la mitad de los propietarios de molinos (o de parte de uno) pertenecen a pequeños propietarios (42, pág. 59).

En la Rioja, aproximadamente para el mismo período, los pequeños propietarios de iiolinos son tan sólo el diez por ciento, pero García de Cortázar no detecta ni un solo caso de monopolio molinero37.

Sí parece que existieron tendencias monopolísticas. análogas a las que se dieron en gran parte de Europa, en Cataluña y Baleares (5 1, pág. 165-194) sobre todo a partir del siglo Xl. E incluso más al sur, como en la villa de Cabanes, en cuya Carta de Población (dada en 1243) el obispo de Tortosa se reserva para sí "todos los hornos y molinos que en el término de dicha villa lleguen a edificarse", estando, por tanto, obligados sus pobladores a moler el grano (pagando de maquila una parte de cada dieciséis) y a cocer el pan (entregando una parte de cada veinticinco) en los hornos y molinos señoriales.

En Aragón el monopolio señorial parece dudoso (5, pág. 232). Sin embargo, en Castilla y León diversos autores han puesto de manifiesto la inexistencia de monopolios, lo que también tiene un reflejo en las maquilas, generalmente moderadas, que se cobraban en molinos y aceñas por la molienda de grano.

Así, en Cuenca, a partir de su incorporación a Castilla en 1177, los grandes propietarios de la tierra compran molinos, pero todavía en 1295 un simple pastor, llamado Domingo Ibáñez, vende el edificio de unos molinos, lo que pone de manifiesto la inexistencia de un régimen de monopolio estricto2.

Estas maquilas o parte del grano, que se descontaba del que llegaba al molino como pago por el servicio de molienda, variaban dentro de ciertos límites de unas regiones a otras, siendo además muy frecuente que se estableciese una doble maquila, una barata cuando el agua abundaba, (los fueros en general recogen desde San Miguel a San Juan), y otra, bastante más cara, que entraba en vigor en época de sequía, cuando el agua escaseaba y era más necesaria para los riegos de las huertas (de San Juan, al comienzo del verano, hasta San Miguel, cuando comienza el otoño).

Aunque las maquilas que se establecen en los fueros no son una garantía de que se cumplieran (pues en general las leyes que regulan precios, desde el edicto de Diocleciano hasta las de hoy día, tienden a ser ampliamente sobrepasadas), proporcionan, al menos, una idea cualitativa de lo que se cobraba por moler el grano. Además, si comparamos la evolución de esta normativa, y suponemos que el grado de incumplimiento no varía de unas épocas a otras, encontramos curiosamente que en los siglos XV y XVI, a pesar del notable avance técnico en la construcción de obras hidráulicas (en España trabajan en el siglo XVI algunos de los mejores ingenieros hidráulicos italianos renacentistas como Sitoni o Juanelo Turriano), las maquilas no sólo no disminuyen sino que aumentan. Así por ejemplo, las Ordenanzas de Valladolid, de 1549, establecen maquilas más elevadas que las medievales que hemos estudiado, tanto en época de lluvias (8,33%) como durante el estío (10%) (42, pág. 67).

Ello pone de manifiesto, que a pesar de la construcción de aceñas, de molinos de cubo o de los más novedosos molinos de mareas, de mayor capacidad de producción, las maquilas no sólo no disminuyeron en el renacimiento significativamente, sino que a veces aumentaron.

La organización de una factoría de molienda medieval era de tipo artesanal y de gran sencillez. La excepción la constituyeron las grandes aceñas, que a partir del siglo Xl se construyen en los ríos caudalosos, y que requieren una organización laboral ya más compleja.

Conocemos por ejemplo cómo se estableció la jerarquía del trabajo de las aceñas de Olivares, en la ciudad de Zamora, a finales del siglo Xlii (59, págs. 61-86). El nivel más bajo era el de "maquilero", trabajador sin cualificación que cobraba las maquilas y atendía a los clientes que llegaban a la aceña, y seguía por el aprendiz de molinero, el oficial, que realizaba las funciones rutinarias de molienda, y el maestro de aceñas, encargado de dirigir el manteni­miento de las ruedas hidráulicas, los ejes y engranajes, el picado de las muelas y, en general, de las obras especiales no rutinarias.

Los "Veedores de la zuda" constituían una comisión ejecutiva técnica que dependía del "Cabildo de la zuda", organismo que agrupaba a los dueños de las aceñas.

Existía también un tribunal extraordinario (denominado "hombres buenos de la zuda"), cuva función era resolver los conflictos relativos a las obras hidráulicas que derivaban las aguas a los molinos, y cuyas decisiones fuerzan por ley a las partes en litigio.


MOLINOS Y ACEÑAS: TECNOLOGÍA PUNTO O ARQUEOLOGÍA

El incremento de la industria textil en Castilla, hace que ya a finales del siglo XII se mecanicen algunas labores pesadas como el lavado y enfurtido de los paños empleando máquinas hidráulicas llamadas batanes. Al igual que el martinete de forja, el batán mueve sus mazos mediante levas, por lo que el dispositivo más conveniente para evitar engranajes es la rueda hidráulica vertical, generalmente de tipo vitruviana. Dada la gran facilidad de transfor­mar una aceña harinera en un batán de paños, estas reconversiones industriales fueron muy frecuentes hasta el siglo XIX en Castilla, dependiendo en cada momento de la industria que estuviera más en auge. No obstante, y aunque muchas de estas transformaciones tuvieron lugar en los ríos caudalosos, lo más frecuente fue construir nuevos batanes en pequeños arroyos, para asi servir a una industria textil poco mecanizada y de producción muy dispersa. E incluso en el siglo XVIII, en las respuestas generales del Catastro del marqués de la Ensenada, en la provincia de Zamora52, de las 2177 personas dedicadas a actividades artesanales e industriales, 783 eran molineros, es decir, algo más de la tercera parte del sector secundario.

Otros datos, de mediados del siglo XVIII, nos los proporciona la contabilidad del marquesado de Tábara, estudiada por Juan Carlos Alba3. En su trabajo se señala que los arren­damientos de molinos y aceñas constituían el 37% del trigo que ingresa el marqués por todos los conceptos, parte nada despreciable de la renta señorial.

Creemos que se ha exagerado notablemente la importancia que tuvo la introducción de la máquina de vapor en España, si se excluye Cataluña y el País Vasco. Su influencia en el ámbito territorial que nos ocupa fue desde luego mínima a lo largo de todo el siglo XIX, donde las mayores innovaciones se centran en la sustitución de los viejos rodeznos por las turbinas hidráulicas, de rendimiento mucho más elevado.

Finalmente, vamos a pasar brevemente a las normas que regulaban la construcción y reparación de los molinos, excluyendo las presas molineras anteriorrnente estudiadas.

En época medieval, la legislación sobre construcción de molinos es abundante, siendo quizá la más completa la del Fuero de Cuenca19. En él se especifica la anchura mínima del camino de acceso al molino y el modo de construir los caces. Establece, además, que deben de colocarse señales para detectar las inundaciones provocadas por otros molineros y señala las sanciones para los que causen daños.

Un caso de frecuentes litigios lo constituye la reparación de los molinos que pertenecen varios propietarios, lo que generalmente provoca disputas entre ellos. Ya en el Fuero de Soria33 se legisla a favor de los que desean reconstruir un molino, sin que puedan hacer valer sus derechos los propietarios que no quieran repararlo. Esta misma normativa, en lo que concierne al equipamiento molinar, se mantiene hasta el siglo XVIII y así lo recoge Juan de Torija a mediados del siglo, en las "Ordenanzas de la Villa de Madrid" (65, cap. XLVII), en las que se señala que si los propietarios de un molino no se ponen de acuerdo, "qualquiera de ellos pueda llamar a un Alarife, para que con su declaración se aderece", pagándose las obras “según el grado en que cada uno se hallare".

El oficio de molinero requería desde luego cierta habilidad, y aún durante el Renacimiento los molinos constituían un excelente laboratorio, donde genios de la mecánica, como Leonardo da Vinci, estudiaban los rendimientos de los diferentes tipos de ruedas o la naturaleza del rozamiento70. Todavía entonces constituían estas máquinas la tecnología más avanzada, y sus artífices, llamados a veces "carpinteros de lo prieto", eran personas bien consideradas dentro de la mala consideración que tenían los oficios mecánicos. Suárez de Figueroa 63, ya en el siglo XVII. escribe que los molineros trabajaban continuamente en "acomodar los perpendículos, la palamenta, las ruedas, quitar y dar agua, cevar la tramoya, alzar los muelles, volverlos y hacer otras cosas semejantes."

Pero a pesar de su trabajo, no gozaban, desde luego, ni el molino ni los molineros de buena fama para las clases dominantes. Para Suárez de Figueroa63 "clérigos, frailes, monjas, caba­lleros y señores, plebeyos, ricos y pobres de toda suerte: todos son engañados y robados de los molineros", mientras que en el cancionero popular asturiano se recoge la idea del molino como refugio: "Los molinos no son Casas, porque están por los vegueros, son cuartitos retirados para los mozos solteros".


INGENIOS HIDRÁULICOS EN OTROS SECTORES INDUSTRIALES

Hasta ahora hemos hablado de los molinos y de las aceñas empleadas en la molienda de grano, que constituyen el sector más numeroso y antiguo de las máquinas históricas que han utilizado el agua como agente motriz industrial. No debemos, sin embargo, olvidar la gran cantidad de industrias que, a partir de la Baja Edad Media, comienzan a emplear la fuerza motriz del agua para elaborar productos cada vez más complejos.

Sin abandonar el mundo agrario, ruedas hidráulicas han sido empleadas en la molienda de algunas raíces de plantas tintóreas como la rubia, o para exprimir la caña dulce, primer paso para la fabricación del azúcar.

También se han utilizado ingenios hidráulicos en la fabricación de aceite, destacando por la excelente cantería de sus edificios, las almazaras de La Vera, que bien merecerían ser conservadas como restos únicos en su género.

Aunque en España no se emplearon factorías hidráulicas para elaborar tabaco en polvo (que era el habitualmente consumido en España en los siglos XVII y XVIII), sí se emplearon molinos hidráulicos para tabaco en Cuba, precisamente, aprovechando las aguas de la Zanja Real, que abastecían a la ciudad de La Habana.

En muchos campos industrialés el agua ha representado un auxiliar indudable que facilitó las tareas productivas, siendo uno de los campos más antiguos el de la metalurgia. En la Edad Media se comenzó a instalar utillaje hidráulico en ferrerías y fanderías, tanto para accionar las máquinas soplantes (fuelles o barquines, y más tarde trompas o roncaderas) como para accionar los grandes martinetes de forja, en los que se realizaba desde rejería artística hasta anclas de grandes dimensiones, o para laminar y cortar, mecánicamente, planchas metálicas en varillas, útiles tanto para fabricar objetos menudos, como para obtener hilo metálico para usos diversos.

Gracias también a las potentes máquinas soplantes se generalizan en el siglo XVI los primeros altos hornos, que permitieron obtener objetos de fundición, mucho más baratos que el hierro de forja, y más tarde lograr el hierro dulce a partir de la fundición, por el procedimiento conocido como método indirecto.

En el campo textil, el modesto pero eficaz batán hidráulico será una constante, desde los lugares más rústicos y aislados hasta las grandes factorías pañeras ilustradas; su sencillez le convierte en una máquina fósil, de difícil evolución a causa de su gran simplicidad conceptual.

En el siglo XIX, modernas máquinas textiles movidas por agua compiten con la nueva máquina de vapor, que lentamente desplaza a las viejas ruedas hidráulicas, aunque todavía hoy se conserva alguna en uso en la fábrica de mantas de Grazalema (Cádiz).

Extraordinaria importancia tuvo, desde la invención de la pólvora, la energía hidráulica tanto para reducir a polvo algunos ingredientes -el carbón vegetal y el azufre- como para fabricar por vía húmeda la pasta, que una vez graneada y seca constituye la pólvora.

La práctica desaparición de molinos de este tipo -los últimos de los que tenemos noticias, y que sirvieron como modelo para construir los de Nueva España, se encuentran al borde de la desaparición en el pueblo aragonés de Villafeliche- pone punto final a un procedimiento industrial muy singular.

el campo de la ingeniería de riegos y el urbanismo, las máquinas hidráulicas aunque marginales, lograron algunas realizaciones importantes, como las ruedas hidráulicas o azudas empleadas con profusión en la España islámica, aunque también se utilizaron en España en el abastecimiento de algunas ciudades, siendo el más conocido el artificio que Juanelo Turriano construyó en Toledo.

Estas ruedas hidráulicas, aunque sufrieron algunas modificaciones, no presentan cam­bios cualitativos hasta que en el siglo XIX se transforman en las modernas turbinas, ruedas rápidas y de buen rendimiento, que abren un nuevo campo de colaboración en el campo de la producción de energía motriz, gracias al descubrimiento de la inducción electromagnética que permite transformar la energía del agua en electricidad.

Todavía en el siglo XIX se construyeron ingenios hidráulicos para elevar el agua a cierta altura sin necesidad de utilizar ruedas hidráulicas, aprovechando el fenómeno conocido como golpe de ariete.

Y aunque hoy ya nadie se acuerde de este pintoresco artefacto decimonónico, sus anuncios publicitarios en revistas de época, nos recuerdan las esperanzas depositadas en esta máquina conocida como ariete hidráulico.


BIBLIOGRAFÍA

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