Rehabilitar habilitar una esperanza posibilitar un lugar un encuentro habitar un espacio un tiempo abrir los ojos a media caña respirar oler cada mañana caminar por las nubes regar los cipreses coger un puñado de arena sembrar la tierra con el viento oler oler la vida quedarse inmóvil viendo pasar las nubes... MOLER LA VIDA.
El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.
lunes, 25 de enero de 2021
Espíritu de cabaña
La casa viajera
Yo tenía una cabaña en el bosque.
Ya, ya sé que no empieza así, sino: “Yo tenía una granja en África”, pero el caso es que nunca he tenido una granja en África, solo una cabaña en el bosque. La cabaña, en realidad, no era mía, aunque me permitían utilizarla, y el bosque… era un bosque.
André Lhote, Cabañas en Piquey, Musée des Beaux-Arts de Bordeaux, 1912
Entre los catorce y los quince años disfruté de muchas noches solitarias en aquella cabaña. Cuando llovía, dormía con la puerta abierta para compartir el regocijo de los árboles y dejar que me alcanzasen todos los olores y sonidos del bosque. No cabe duda: Gaston Bachelard tiene razón cuando dice que la cabaña es “tan simple que no pertenece ya a los recuerdos, a veces demasiado llenos de imágenes. Pertenece a las leyendas”.
Paul Gauguin, Cabaña bajo las palmeras, Musée de France, París
No, no voy a hablar de la cabaña primitiva de Laugier, sino de otros asuntos, como las cabañas arbóreas de los wookiees en el planeta Kashyyyk. ¿Cabañas circulares construidas sobre plataformas elevadas adosadas a los troncos de los árboles? ¿Qué más se puede pedir? Una sola cosa: que el árbol sea capaz de desarraigarse y caminar o, mejor aún, que pueda transformarse en un árbol volador.
Steve Binder, Star Wars Holiday Special, 1978
Esperad, contentémonos con vivir en la copa de un árbol o en su tronco antes de ponernos en movimiento.
“Una cabaña no es una casa –nos recuerda Alicia Guerrero Yeste en su texto Un espacio vital, publicado en Exit Express en 2011-. Significa cobijo, pero implica un completo distinto sentido de cobijo al que ofrece la casa. El cobijo de la casa es el del bienestar y la estabilidad. El cobijo de la cabaña, en su deseada sencillez y austeridad extrema, es el de la incertidumbre y la transformación. La cabaña es el cobijo del que se despoja, del que se retira, deseando soledad y silencio, depuración y purificación”.
Vincent van Gogh, Cabañas en el campo, colección particular, 1889
Cabaña de Virginia Woolf en Monk's House
La cabaña es, también, el lugar donde la soledad y la desnudez urden sus creaciones. Son muchos los escritores, músicos y filósofos que han requerido de la cabaña. Acude a la memoria, de inmediato, el nombre de Henry David Thoreau, pero también podemos pensar en George Bernard Shaw, Virginia Woolf, Dylan Thomas, August Strindberg, Martin Heidegger, Ludwig Wittgenstein, Gustav Mahler, Edvard Grieg. Recordamos, asimismo, el deseo de Friedrich Nietzsche de construirse una cabaña en Sils-Maria.
Eduardo Outeiro, Cabaña de Edvard Grieg a orillas del lago Nordas
Sobre este tema se publicó en 2011 el libro Cabañas para pensar, editado por Alberto Ruiz de Samaniego y José Manuel Mouriño y con fotografías de Eduardo Outeiro. En la primavera de 2015, con el mismo título y con Alberto Ruiz de Samaniego y Alfredo Olmedo como comisarios, se ha celebrado una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Eduardo Outeiro, Cabaña de Gustav Mahler en Klagenfurt
¿Qué se hace en la cabaña? Ya nos lo ha dicho Alicia: despojarse, transformarse. Vivir. Crear. Wittgenstein nos cuenta sobre su vida en la cabaña de Skjolden: “Mis días aquí transcurren entre la lógica, silbar, pasear y estar deprimido”. Perfecto.
Cabaña de Ludwig Wittgenstein en Skjolden
La cabaña nos permite estar dentro y fuera al mismo tiempo. Estar dentro, por supuesto, porque para eso es cobijo, pero con un modo de estar dentro que incluye el entorno e incorpora los árboles, el cielo, las rocas, la tierra, el agua que nos rodea. Solo tienes que dejar la puerta abierta para que el bosque penetre con todos sus colores, sus voces, sus aromas; basta con que tiendas la mano para acariciar las hojas de los árboles, la rugosidad de sus troncos, los perfiles de la piedra, la textura de cada superficie. Solo tienes que ofrecer tu rostro a la lluvia y el sol, tu cuerpo al aire.
Paul Cézanne, Sendero en el bosque, colección particular, 1902-06
Siempre habrá quien te diga que cierres la puerta de la cabaña, porque se cuentan historias terribles acerca de un lobo que merodea por el bosque. Pero eso es lo normal, ¿no? ¿Qué sería de un bosque sin su lobo, su bruja y sus niños perdidos?
La cabaña exige el retiro y también la pequeñez. En algunas de las pinturas de Remedios Varo, la vivienda se amolda al cuerpo de su habitante, lo ciñe, al tiempo que muestra en su interior imposibles extensiones de puertas, pasillos, escaleras. El espacio se transforma, se abre a otras dimensiones, se expande y se contrae. Vive.
Remedios Varo, Jardín del amor, 1951
Remedios Varo, Catedral vegetal, 1957
La imagen que acabamos de ver nos abre otro camino, al que ya he aludido al comienzo del texto. La cabaña, como la casa, es quietud, recogimiento, reposo, es el lugar que alberga nuestro sueño y nuestro descanso. Pero, ¿y si es una casa viajera? ¿Y si está provista de ruedas, de hélices, de velas? ¿Y si puede navegar?
Remedios Varo, Caravana, 1955
Remedios Varo, Emigrantes, 1962
Remedios Varo, Hallazgo, 1956
¿Y si, ya se trate de casas o de cabañas, vuelan? ¿Os imagináis poder sobrevolar fronteras, alambradas, muros, todo lo que cierra y encierra y causa tanto sufrimiento?
Xul Solar, Vuel Villa, Museo Xul Solar, Buenos Aires, 1936
Laurent Chéhère, Casa voladora
Amy Casey, Arquitectura en el aire, MOCA, Cleveland, 2009
Interior y exterior, quietud y movimiento. En la contradicción decimos quiénes somos.
Paul Klee, Casa giratoria, 1921
Hoy me despido con un poema de Yeats y con la música de dos habitantes de cabañas: Edvard Grieg y Gustav Mahler.
Me levantaré e iré ahora, iré a Innisfree; Construiré una cabaña pequeña, de barro y cañas Tendré allí nueve surcos de habas y un panal de abejas, Viviré solo bajo el claro de los altos zumbidos
Y allí tendré paz, porque la paz cae lentamente Desde los velos de la mañana hacia donde los grillos cantan Allí la medianoche es clara, la luna un resplandor púrpura, Y la tarde se llena de alas.
Me levantaré e iré ahora, para siempre, noche y día Escucho al agua del lago besar suavemente la costa Mientras me detengo en el camino, o en el asfalto gris, En lo profundo del corazón, la escucho.
(William Butler Yeats, La isla del lago Innisfree, 1888)
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