¿Está la vida rural abocada al fracaso y la desaparición?
2 DE SEPTIEMBRE DE 2018
Iglesia de Huidobro (Burgos).
El titular de este post no es mío. Tan solo pongo en formato pregunta algo que el periodista y escritor burgalés
Rafa Ruiz negó con emoción este verano en el pregón de las fiestas patronales de
Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja: la vida rural no está abocada a su desaparición. Pero lo parece.
He tenido la oportunidad de acompañar un día a Rafa por el norte burgalés, por
Las Merindades, una comarca más extensa que toda la vecina provincia de Vizcaya. ¡Qué soledad! Pueblos y más pueblos casi deshabitados, y eso que estábamos en agosto, cuando más vivos se encuentran. Carreteras sin automóviles, senderos infinitos sin caminantes, iglesias sin feligreses, parques infantiles (por decenas, en todas partes) sin niños.
En su pregón, el periodista se negó a hacer lo fácil, ensalzar las glorias pasadas del municipio. ¿La razón? Que cree firmemente en el futuro del mundo rural, incluso el de pueblos como el suyo, con apenas siete habitantes.
El periodista y escritor Rafa Ruiz.
Luchar por el futuro rural
“No demos por hecho que la vida rural está abocada al fracaso y la desaparición; no es verdad, no está escrito en ningún destino”, sostiene Ruiz. Y añade:
“Nos han vendido el éxodo rural como algo inevitable del avance de la civilización, porque muchos, los de arriba, prefieren a la gente estabulada, como el ganado, en urbes bien vigiladas y controladas, mejor que gente moviéndose libre por el paisaje, hablando con lobos y montañas. Porque así somos de más fácil manejo”.
Otro párrafo hermosísimo de este pregón es el canto que hace a la naturaleza y a su ritmo pausado. A ese entorno que nos enseña algo fundamental, darle tiempo al tiempo:
“Porque aquí, en nuestro entorno, en la naturaleza, está todo, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, el territorio para reencontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor y vivir en la confianza de las cosas bien hechas. No pongamos gris en lo verde, no lo llenemos de asfalto y hormigón, dejemos crecer la hierba y los árboles, los robles, los fresnos, los álamos y los guindos”.
Vida urbana en el mundo rural
El mundo rural, una cultura y economía anclada en el paisaje, autárquica, colaborativa, nació con el Neolítico y ha muerto a finales del siglo XX.
La vida en el pueblo es ahora tan urbana como la de cualquier capital, aunque con todos los inconvenientes de la distancia y la escasez de servicios. Al final acabas comprando en el Mercadona, como uno de Valencia, salvo que si vives en una remota localidad ese trámite te puede llevar una hora de viaje. La misma distancia para ir al médico, al banco, llevar los niños al colegio, arreglar unos papeles o comprar ropa. Demasiados inconvenientes que se unen al peor de todos ellos ¿De qué se puede vivir en los pueblos? El turismo rural nunca será suficiente.
Al final, comunidades rurales y urbanas también comparten uno de los peores males sociales de estos nuevos tiempos: el aislamiento.
Porque cada vez hay menos relación entre los vecinos, ya sean de ciudad o de pueblo; cada vez se confía más en que los problemas comunes los resolverán las administraciones y no un vecindario unido con ganas de trabajar por el bien común.
Internet nos ha conectado con el mundo, de tal manera que, como hago yo, puedes teletrabajar desde un pueblecito con la misma conectividad que si estuvieras en una oficina de la Gran Vía madrileña.
Si cuentas con buena conexión ADSL, electricidad y agua corriente sin cortes, coche propio y buena salud, no hay demasiada diferencia entre vivir en la casa de piedra de tus abuelos o en un adosado de Guadalajara. Bueno, sí que la hay. En el pueblo siempre hay y habrá mucha mayor calidad de vida
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