Entre nubes blancas
Junto con la avalancha de libros publicados sobre el budismo zen en los últimos años, varios documentales se han encargado de alimentar la voracidad que siente occidente por esta milenaria tradición. Entre nubes blancas, una visita de 86 minutos a los ermitaños budistas chinos en las montañas de Zhongnan, es fascinante por la singularidad del tema y lo modesto de su factura. Aunque los budistas y taoistas chinos se han refugiado en las montañas durante siglos, hasta esta película no hemos sido capaces de ver sus vidas y sus prácticas directamente.
Edward A. Burger ha estado viviendo en la República Popular China durante más de ocho años, trabajando como traductor, director, coordinador de un proyecto cultural de intercambio y músico. Originalmente viajó a China como un estudiante de budismo y se encontró con su maestro, Guang Kuan, en las montañas Zhongnan en el invierno de 1999. Completó su primer documental, Entre nubes blancas en 2005.
El cineasta explica que la lectura de “Camino al Cielo” de Bill Porter, un cuaderno de viaje acerca de los ermitaños de China, despertó en él el deseo de conocer a algunos de estos maestros. Guang Kuan se convirtió en su maestro durante varios años, y el tiempo que pasó en las montañas le permitió conocer a otros, todos los cuales le han ayudado en su propio camino budista. Por lo tanto, una de las razones por las esta película destaca es que el director no sólo quiere documentar la vida de los ermitaños, sino que quiere aprender de ellos también, y la mayor parte de la película se dedica simplemente a escuchar respuestas concisas de los ermitaños a sus preguntas. A partir de estos practicantes oímos las ideas budistas comunes, pero la sabiduría adquirida en años de meditación solitaria aparece más fuerte y más verdadera que en innumerables páginas de sutras filosóficos (una actitud típica Zen expresada por varios de los ermitaños).
"¿Por qué la gente en este mundo está tan ocupada?
Ocupado, ocupado...mío, mío, una vida entera para "Mí”...cuando dejen de respirar deberán dejar ir todo el universo,
¿por qué no dejarlo ir desde el principio, por qué no poner toda esa energía en la liberación?"
La película va de las conversaciones con los ermitaños y sus puntos de vista a las escenas de la vida cotidiana en las montañas. Pronto nos enteramos de que "ermitaño" puede significar muchas cosas diferentes: algunos viven solos – a kilometros de todo- , pero otros viven en parejas o en pequeñas comunidades. En consonancia con la tradición china de percibir las cosas como un todo, algunos parecen ser estrictamente Ch’an (Zen), pero muchos son eclécticos, prácticando la Tierra Pura también. Más de uno tiene un perro, uno tiene dos gatos, un maestro lee periódicos, y otro tiene un reloj que no va adelantado sino que es “20 minutos más rápido que los otros”. En el camino el cineasta también pasa tiempo con dos monjas y, finalmente, con un ermitaño Ch’an que dice estar "en el tramo final, caminar la última milla a la iluminación", y a juzgar por su mirada y sus respuestas, no seré yo quien lo ponga en duda.
En la manera en que esta filmado el documental de Burger se intenta expresar algunas cualidades esenciales de la vida de los ermitaños. El ritmo es lento, hipnótico, lo que nos permite experimentar las conversaciones de los ermitaños de una manera directa y reflexiva. Se notan los años pasados por el director en las montañas: los cortes son largos y se crea un ritmo de meditación que evoca la práctica esencial de los ermitaños. Intercalados, los cortes que de vez en cuando aparecen con escenas de la naturaleza, una hoja, un pájaro, unas hormigas devorando un gusano, una montaña brumosa, nos recuerdan a los poemas clásicos chinos, que utilizan imágenes similares a transmitir el concepto Ch’an de "verdadera esencia". Otra técnica evocadora de la tradición son las escenas de muchas de las tareas diarias: una larga secuencia muestra a una monja ermitaña y su esfuerzo para sacar agua de un pozo, llevándola ladera abajo con una fina manguera, y verterla cuchara por cuchara en una olla grande, una manera de señalar la "actitud cotidiana Zen" de muchos textos chinos. "Cuando trabajo, sólo trabajo (…) Todo se hace con la misma mente. Todo es práctica…no sólo es sentarse por ahí a meditar. Todo está equilibrado y en calma, incluso el trabajo", nos recuerda un ermitaño.
En una reciente entrevista Edward A. Burger explicaba de esta manera su estancia en la montaña Zhonghan: “La vida en una ermita es diferente de la vida en un monasterio. En las montañas vas a tu aire. Eso es más difícil de lo que parece, mantener tu práctica sin las campanas y toques de madera que se utilizan para llamar a las actividades en las comunidades organizadas. En un lugar algo más grande como en la comunidad de mi maestro Guang Kuan, las actividades de grupo no están organizadas, pero sucederán cuando sea necesario. Comemos juntos y, a veces trabajamos juntos. Por lo general las tareas son una distracción, una ruptura con el cojín de meditación o para descansar los ojos de la lectura. Aparte de la meditación, la lectura y el trabajo, me siento en la habitación de mi Maestro y comemos naranjas y bebemos té. Puedo hablar con él acerca de cosas que pasan en mi vida y me ayuda a aplicar las enseñanzas de Buda a la vida cotidiana. A veces hablamos de lo que está pasando en el mundo. Escribimos poemas juntos, malos, en su mayoría. Y paseamos por las colinas observando los pájaros y recolectando vegetales silvestres para la cena. Hay muchas cosas que hacer.”
Aunque las historias que a veces escuchamos de los monjes y monjas sobre sus razones para vivir así son fascinantes y variadas, la mayoría de los ermitaños tienen las mismas motivaciones para elegir la soledad: "En el monasterio no se está suficientemente tranquilo, hay demasiadas distracciones, con otros practicantes alrededor, incluso un poco de charla es demasiado para alguien que profundiza en los niveles más sutiles de la práctica. Estás sentado en Samadhi profundo y "Bing" suena la campana y hay que levantarse con todos los demás. Eso no es bueno. Por lo que necesitan la tranquilidad y el enfoque de la soledad. Y no hay nada que te lleve tan lejos en la práctica como cuando se está solo, cara a cara con uno mismo. Completamente solo con uno mismo. Lo único que te rodea es la naturaleza, que es como un sutra en sí, recordándote el nacimiento, la muerte y la interdependencia. Todas las enseñanzas actuando como un juego a tu alrededor.“, explica Burger.
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