El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.

sábado, 15 de mayo de 2021

Sola en la cabaña y lejos del ruido

Beatriz Montañez - Presentadora de TV
«Eres libre en el momento en que no tienes nada»

Alcanzó la fama en un informativo satírico, fue guionista de un documental que ganó un Goya y un día se retiró a vivir en una casa perdida en el bosque. Allí lleva cinco años y ahora publica el diario de su soledad en medio de la naturaleza

Beatriz Montañez abandonó el ruido y ahora es feliz. Sola. En el bosque. Errata Naturae/LVD
La noche del 29 de mayo de 2016, Beatriz Montañez llegó a una casa perdida en un bosque, donde no vivía nadie desde hacía trece años. Una casa sin electricidad ni agua corriente, situada a 25 kilómetros del pueblo más cercano y con una mala cobertura telefónica. Se instaló en ella cuando se dio cuenta de que la celebridad que le había dado la televisión, gracias sobre todo al programa 'El Intermedio', había enturbiado su conciencia de sí misma y de su destino. Allí sigue viviendo, sola, y en este tiempo de alejamiento y búsqueda ha averiguado los nombres de los árboles y los animales de la zona, ha perdido el miedo a los insectos y se ha convertido en vegana. Ha estado enferma, ha sufrido accidentes y ha aprendido a callar su voz interior y disfrutar de un silencio absoluto. Su jornada se compone de paseos, meditación, lectura y escritura. Tiene más de 200 libretas con las preguntas que se ha hecho y las respuestas que ha alcanzado a darse. Durante el primer año de su estancia en la casa elaboró un diario ('Niadela', Ed. Errata naturae, acaba de llegar a las librerías) con claras influencias de Thoreau y Emerson. De su vida pasada y su vida presente habla esta entrevista. Y si la felicidad se puede medir en sonrisas, Beatriz Montañez es muy feliz. Durante esta larga conversación solo una vez su rostro adquiere un tono de resignación. Son apenas unos segundos, cuando habla de la dificultad de mantener una relación amorosa viviendo en un lugar perdido. Un lugar en el que quiere continuar. «Si algún día los amigos que me dejan la casa quieren recuperarla, tendré que buscar otra parecida. Pero me daría pena», asegura.

– Lleva casi cinco años en esa casa. ¿Pensó al llegar que estaría tanto tiempo allí, viviendo de esa manera?

– Nunca. Solo pensaba que necesitaba soledad, tiempo para dar vueltas sobre los siguientes pasos que debía dar en mi vida.

– El cambio fue brutal:estudió en EE UU, trabajó en TV, fue guionista de un documental que ganó un Goya, y de pronto buscó un aislamiento extremo.

– Thoreau y Emerson, que son quienes siempre se citan en estos casos, no se aislaron tanto, es cierto. Pero no soy la primera que ha buscado un alejamiento tan radical. Las crisis vitales requieren de grandes cambios, de tiempo para escucharte, hacerte preguntas y hallar respuestas. Deberíamos estar todos atentos a nuestras necesidades, porque si no, vivimos la vida a medias.

– No sé si conocía antes los nombres de los árboles y los animales del bosque, pero ya se los sabe todos. Y ha tenido que vencer el miedo a algunos insectos.

– Me he hecho especialista en los animales y las plantas que hay allí. Ymis amigos recuerdan lo alborotada que me ponía al ver algunos bichos. Era una histérica con los insectos.

– ¿Y ahora?

– He cambiado, y ha tenido que ver con la observación. Ves arañas, por ejemplo, y descubres cómo se relacionan con otros animales, y cómo no reaccionan igual las de un tipo que las de otro. O con los seres humanos.

«Mis amigos recuerdan que era una histérica con los insectos»

– En el libro cuenta el trauma que supuso, a los cuatro años, la muerte de su padre, tras la que estuvo sin hablar mucho tiempo. Yde adolescente instauró el 'día del silencio', una jornada semanal en la que no decía nada. Ya iba entrenada para una experiencia así.

–Me encanta el silencio. Mis amigos saben que muchas veces no siento la necesidad de hablar. El silencio es una forma de poder escucharte. Y, para hablar tonterías, ¿por qué abrir la boca?

– Ha sufrido accidentes, ha estado enferma y apenas ha recibido visitas en este tiempo. ¿Cuántas veces ha tenido miedo?

– Creo que nunca. Eso tiene que ver con que crecí sola porque mis hermanos son mayores y mi madre trabajaba fuera. El miedo nos lo inoculan: un niño se enfrenta a las cosas de forma más arriesgada. Luego te van diciendo: cuidado con esto, que te vas a caer, o te puedes hacer daño. En la medida de lo posible sería bueno que un niño descubriera las cosas por su cuenta. A mí me parece más peligrosa la ciudad.

– ¿Por qué?

– Desde luego es más peligroso pasear de noche por Nueva York, Los Ángeles o Tokio, por decir sitios donde he estado o vivido, que por el bosque. El ser humano tiene el poder de hacer a otro ser humano vulnerable. Me da más miedo la enfermedad.

– También las ha sufrido, como cuenta en el diario.

– Sí, fui consciente de que me equivoqué con unas plantas que cogí para cocinar y enseguida me di cuenta de que tenía algo parecido a una gastroenteritis. Me daba miedo que nadie respondiera a mi petición de ayuda.

– Eso no deja en buen lugar a las personas próximas a usted.

– Es que todos tienen sus vidas. Siempre he querido resolver sola mis problemas. Si llamo pidiendo ayuda estoy forzando a alguien a venir aquí unos días y gastar un dinero en el viaje. Estoy lejos de la civilización, y no quería poner a nadie de mi familia en la tesitura de elegir entre cuidar de mí o atender a los suyos. El pasado verano me picó un escorpión. Sentí un dolor tremendo. Había leído que la picadura de los escorpiones que hay por aquí no es mortal, pero llamé a mi hermano, que sabe de estas cosas, y me dijo que podía aguantar un dolor intenso o ir a un centro médico a que me pusieran una inyección.

– ¿Y qué hizo?

– Me quedé en casa y el dolor fue pasando.

– Se llevó otro susto cuando se cortó un dedo con una máquina.

– Aún recuerdo la cara que puso el médico. Cuando me corté, reaccioné recuperando el trozo de dedo y colocándolo en su sitio, y envolviendo todo en un trapo de cocina que quedó completamente ensangrentado tras media hora de coche hasta el ambulatorio. No fui consciente de por qué hice todo eso. Hace unos meses lo interpreté como una metáfora:estaba recomponiendo partes de mi personalidad que había ido tirando para adecuarme a lo que los demás esperaban de mí.

– ¿Qué le dijeron las personas más próximas cuando anunció que se retiraba al bosque?

– Mi madre siempre ha dicho que soy especial, aunque ella nunca ha entendido cómo puedo estar sin hablar. Mi pareja de entonces lo entendió porque había vivido conmigo la crisis que derivó en mi alejamiento. Y mis amigos ya estaban acostumbrados a ausencias de dos o tres meses en las que cogía una mochila y me iba a viajar.

– ¿Era vegana antes de esta experiencia?

– No. Decidí serlo cuando llevaba algo más de un año. Me dije que si disfrutaba tanto con los animales que me rodeaban no podía comérmelos. Pero cuando estoy con amigos y vamos a comer, no les reprocho de ninguna manera lo que comen.

«Lo más triste de estos cinco años ha sido el final de la relación con mi pareja»

– Porque cada medio año va a la ciudad.

– Sí, y cómo aprecio ahora la diferencia. Cada experiencia –ir al teatro, a un restaurante– es mucho más intensa. Aunque a los tres o cuatro días, estoy deseando regresar a mi casa.

– Ha dicho que vive con 150 euros al mes.

– Eso se ha interpretado mal. Como con 150 euros al mes, pero gasto mucho más en libros, por ejemplo. Me alejé del mundo entre otras cosas por lo que se decía sobre mí que no podía controlar, cosas que no eran en absoluto reales y que te hacen dudar de quién eres de verdad.

– ¿La reconocían cuando bajaba al pueblo a hacer las compras?

– No, porque iba con un gorro y unas gafas de sol.

– ¿No llega a hartarse de su propia voz interior?

– La meditación hace que seas capaz de callar esa voz. Hace unos años estuve veinte días en un templo, haciendo 13 o 14 horas diarias de meditación, y llegué a conseguir ese silencio.

– ¿Se desdobla en dos personajes para hablar consigo misma como hace alguna gente?

– No. En mi primer año en la casa leí mucho a Jung y Freud y descubrí la mayéutica de Sócrates. Aprendí a conocerme, y rellené más de 200 libretas con preguntas que me iba haciendo y las respuestas que alcanzaba a dar. Fue muy útil.

– ¿Suele releerlas?

– Sí, releo algunas y noto un cierto tono de frustración, rabia y tristeza en las primeras. Ya la vez, cierta arrogancia en las respuestas.

– Cuenta que la relación con su pareja se ha terminado. ¿Es consciente de que, si sigue viviendo así, es poco probable que encuentre a alguien dispuesto a despojarse de todo y compartir su espacio y su vida?

– El momento más triste de estos cinco años fue el del final de la relación. Seguimos siendo amigos, como me sucede con otros ex. Creo que eso es importante porque han sido parte de mi vida. Soy consciente de lo que me dice, de la dificultad de encontrar a alguien viviendo como vivo. Por un lado, me entristece;pero por otro no quiero renunciar, y si llevar la vida tan maravillosa que llevo me obliga a algún sacrificio, lo haré. Porque ahora me siento más libre.

– ¿En qué sentido?

– Estuve años viviendo en una gran casa, con dinero, yendo a Milán a un restaurante o a Londres a una exposición o un estreno. Para mí los viajes eran lo importante. Pero ahora es muy placentero decir que mi vida se reduce a una maleta. La clave de la libertad es no tener nada. En cuando tienes algo, empiezan las responsabilidades y todo te exige tiempo. Eres libre en el momento en que no tienes nada.

– Trabajaba en un programa humorístico en TV y le prohibieron reírse. Si su carrera profesional hubiese sido distinta, ¿habría continuado con una vida más convencional?

– En 'El Intermedio' lo que sucedió fue que el director me dijo que tenía que dejar de hacer algo que salía de mí. Mi naturalidad dejó de ser una baza a favor y no entendí por qué. También me prohibieron mirar a Chechu (El Gran Wyoming). Siempre estaré muy agradecida al programa, porque era poco más que una becaria y me dieron una gran oportunidad. Pero un día me dijeron que, como tarde o temprano iba a marcharme, me buscarían una sustituta.

«La meditación hace que seas capaz de callar tu propia voz interior»

– ¿Y pensaba marcharse?

– No. Yo ya había rechazado algunas ofertas, pero empezaron a hacer un 'casting' con alumnas de Periodismo de la Complutense y cada tarde, al llegar, veía sentada en mi silla a alguna chica leyendo el guión que yo había hecho la noche anterior. Eso fue mermando mi autoconfianza. Así que me fui. Pero no me marché al bosque por eso. Hubo muchas más razones. 'Niadela' ha sido como mi segundo vientre materno.

– ¿Qué tiene que suceder para que vuelva a vivir en la ciudad, en un piso, rodeada de gente?

– No lo sé. Hacer planes es bastante absurdo. Siempre hay algo que aprender de cada circunstancia vivida. Quiero poder seguir escribiendo, ese es el camino. Pero voy a dejar que el destino me muestre a dónde me lleva.

«Tratar de mostrarnos perfectos nos hace impenetrables»

– Ya al final de su libro recomienda que evitemos sentir inquietud o miedo a cuenta de personas y hechos que no nos importan. ¿Debemos desnudarnos, metafóricamente, para ser felices?

– Sí, y no acabo de entender por qué es tan difícil. Creo que yo he hecho un ejercicio de honestidad porque muestro quién soy con todos mis defectos. Tratar de aparecer perfectos nos hace impenetrables. A alguien a quien todo le va bien le puedes envidiar, pero no te acercas. Mire lo que sucede en las redes sociales: todo el mundo se muestra perfecto y hermoso. Mientras, la realidad dice que la pobreza crece, los suicidios se disparan... Mostrando mi vulnerabilidad invito a los demás a mostrar la suya.
https://www.elcomercio.es/sociedad/libre-momento-20210321203649-ntrc.htm




Una vida sencilla
Beatriz Montañez reflexiona sobre su nueva vida: "He pasado momentos duros, caí enferma grave cuatro días". La periodista no sabe si algún día volverá a la ciudad después de elegir vivir en una cabaña en mitad de un bosque. "Mi conexión con la naturaleza es de 24 horas al día", explica.



La periodista Beatriz Montañez ha sorprendido a muchos al revelar su radical cambio de vida. La que fuera presentadora de 'El Intermedio' en la Sexta lleva viviendo cinco años en plena naturaleza, en una cabaña, su 'Niadela', que para ella ha sido "como volver al vientre materno".

"Tenía un trabajo que todo el mundo hubiera pensado que era maravilloso y una vida que vista desde fuera podía parecer idílica, pero dentro había algo que no estaba funcionado", explica. Ahora, vive en una casa "prestada" en la que vive "mucho más feliz que en una casa de 200 metros cuadrados".

Montañez nos cuenta que pasó un año y medio viviendo con velas porque cuando llegó no había electricidad. Al ver el alto presupuesto que tenía que invertir en velas, alrededor de 100 euros al mes, decidió instalar un equipo fotovoltaico. Además, invierte una hora de su día en cortar leña.

Reconoce que no puede sentirse sola porque su conexión con la naturaleza es "24 horas al día". "Después de comer me siento a escribir y no me levanto hasta las 23:00", afirma. También desvela haber sufrido momentos duros, de "fiebres muy altas". "Cuando creía que lo sabía todo y que era tan estúpida como creer que era lo suficientemente inteligente como para poder valerme sola, empecé a coger hierbajos y caí enferma grave cuatro días", recuerda.

Sí que confiesa echar de menos "el contacto con la piel de otra persona", bromeando sobre el "continuo momento duro" que vive: "Todavía soy joven y aquí no hay sexo... a no ser que te gusten mucho los árboles". Por último, Montañez confiesa que no sabe si volverá a vivir a la ciudad algún día después de haber encontrado su hogar, su nuevo comienzo, su 'Niadela'.

"Empecé a oír un tic tac en la cabeza"

"Había mucho ruido en mi vida", explicaba en una entrevista en la 'Cadena SER', donde ha señalado que, por entonces, le afectaba mucho lo que se decía de ella, y ha realizado esta confesión: "Empecé a oír un tic tac en la cabeza y sentí que en cualquier momento iba a explotar".

Ahora es vegana y no gasta más de 150 euros al mes en comida. "La soledad es, ha sido y será para mí la mejor amiga que he tenido nunca", afirmó.
(https://www.lasexta.com/noticias/cultura/beatriz-montanez-reflexiona-sobre-su-nueva-vida-he-pasado-momentos-duros-cai-enferma-grave-cuatro-dias_2021032160572942f992530001f6aa9a.html)

VEGANA Y AUTOSUFICIENTE

De su mediático pasado en Madrid solo quedan un puñado de amigos y una SL dedicada a la comunicación; en su actual vida ermitaña todo lo obtiene de la naturaleza y así lo cuenta en su libro, 'Niadiela'


Beatriz Montañez (Almadén, Ciudad Real,1977) se fue cuando quiso y porque quiso. Solo así se puede volver a lo grande, cosa que acaba de hacer para presentar su primer libro, Niadela (Errata Naturae). La última vez que la vimos fue recibiendo un guiño de su entonces pareja en la gala de los Goya: “Amor, te quiero. Gracias por todo, Bea" decía Gustavo Salmerón recogiendo el galardón a Mejor Documental por Muchos hijos, un mono y un castillo, cuyo guión firmaba Beatriz. La periodista no aparecía en televisión desde 2014 y tras aquella gala volvió a esfumarse.


Beatriz Montáñez, de presentadora estrella de ‘El Intermedio’ a vivir con 150 euros al mes. Atresmedia

Según explicaba ayer en la cadena SER, Montañez decidió aislarse para escapar del ruido del mundo urbano y del barullo de su propio interior. Fue poco después de un enganchón con Bertín Osborne en el programa ‘Hable con ellas’ (Telecinco) sobre el recién nacido partido Podemos y Venezuela. “Estaba perdida. No, perdidísima. Cuando no tienes un camino concreto y ves decenas de bifurcaciones alrededor y no sabía cuál tomar. Quería picar un poco de todo, como las gallinas pero siempre hay que elegir. La vida es pura elección, cada segundo y yo tenía grandes dificultades para elegir”, le decía a Àngels Barceló.

La periodista halló el camino que buscaba en un bosque, tras reparar y acondicionar una casa de pastores abandonada. Instaló paneles fotovoltaicos para tener energía y se provee de agua de un pozo cercano. Su alimentación se basa en lo que la naturaleza le ofrece y el ser humano más próximo está a 25 kilómetros, una distancia que debió recorrer el día que se rebanó un dedo usando la motosierra para que un médico reparase el accidente.

“La soledad es, ha sido y será la mejor amiga que he tenido nunca”, añadía en los micros de ‘Hoy por hoy’. De ese primer año de retiro –lleva cinco–, de su condición de vegana, de los animales que la rodean y de cómo necesita solamente unos 150 euros al mes para vivir, trata Niadela. Beatriz vuelve a Madrid cada cinco o seis meses para ver a sus amigos y regresa a su anacoreta realidad.

Desde la editorial Errata Naturae nos confirman que hablar con ella no es inmediato, por razones obvias. Debe conectarse para responder los correos y mensajes, también en estos días de promoción. Así, salvo lo que ella quiera contar no sabemos más de su presente.

De su pasado permanecen algunas amistades y una sociedad: Beatriz es administradora única de Beloved Productions SL, sociedad que fundó en octubre de 2008 en Madrid, muy cerca de la estación de Atocha, y dedicada a actividades cinematográficas, de vídeo y de programas de televisión.

Beatriz Montañez se licenció en Periodismo en la Universidad de California (UCLA) y realizó un máster presencial en Innovación en los Medios de Comunicación de la Universidad de Stanford y otro online en Derecho Civil en el Periodismo en Harvard. También estudió en la Academia Americana de Artes Escénicas de Los Ángeles. De regreso a España, estudió guion y dirección de documentales en el
Instituto de RTVE

Comenzó en la profesión como redactora y reportera de Telemundo (NBC) y saltó a la fama con 'El Intermedio' (La Sexta), donde estuvo cinco años y ha colaborado en 'La Ventana de Verano' de la Cadena SER y en el magazine WIRED en Los Ángeles. Además del guión de Muchos hijos, un mono y un castillo, ha intervenido en el cine como actriz en la película 88 (2012), dirigida por Jordi Mollà, hizo un cameo en 7 Vidas y un breve papel para la comedia de temática LGTBI De chica en chica (2015).

Su último trabajo en televisión fue como copresentadora de ‘Hable con ellas’, en 2014, junto con Sandra Barneda, Yolanda Ramos, Natalia Millán y Alyson Rae Eckmann. Poco después, congeló su cuenta de Instagram y desapareció del mapa.

(https://www.lavanguardia.com/gente/20210318/6601804/beatriz-montanez-stanford-pastores-bosque.html)

Beatriz Montañez, estrella ermitaña

Alcanzó la fama en televisión, pero acabó harta y rompió con todo. Aislada hace años en una casa de campo, publica su primer libro, ‘Niadela’, una catarsis en fusión con la naturaleza.

Beatriz Montañez con el collar de cuentas nepalí que lleva cuando medita.
RAUL BELINCHON / EPS

En la película Dersu Uzala, el viejo cazador nómada abronca a un soldado ruso por tirar un trozo de carne a la hoguera. “¡No hagas eso! ¡El fuego se comerá toda la carne, y si llega otra gente y la ve, podrá comer!”.

—Quién va a venir por aquí…

—¡Mucha gente! —insiste Dersu.

—¿Quién?

—¡Viene el tejón, y el cuervo también, y los ratones! ¡Mucha gente! ¡En la taiga no estamos solos! ¡Nunca!

Beatriz Montañez vive con mucha gente. Vive con el ciempiés y con la araña toro, con el lagarto ocelado, con el sapo de espuelas, con los grillos, el jabalí y el murciélago hortelano. También vive con la culebra de herradura, con la lagartija colirroja y con el escarabajo de cementerio. Y con decenas de aves: la abubilla, el reyezuelo sencillo, el pájaro carpintero, la oropéndola europea, la bisbita pratense, el avión roquero…, entre muchas otras a las que da las gracias en el glosario zoológico que cierra su primera novela, Niadela, publicada por el sello Errata Naturae.

La casa de campo donde vive Montañez hace cinco años.
RAUL BELINCHON / EPS

Antes, Beatriz Montañez vivía en Madrid y cientos de miles de personas la veían en televisión con el Gran Wyoming. Tuvo éxito con ese programa, El Intermedio, pero llegó un punto en que no se sentía bien. “Empecé a escuchar el tictac de una bomba que podría explotar en cualquier momento”, dice. Se fue. En 2014 fichó por Telecinco e hizo un programa con otras cuatro presentadoras que le acabó de quemar los fusibles. Explica que pidió mantenerse al margen de temas del corazón y de entretenimiento banal. “Ellos se comprometieron, pero después de unas semanas de emisión me di cuenta de que aquello iba derivando en algo de lo que no quería formar parte”. Lo dejó y dice que fue entonces cuando la bomba de relojería estalló. “Pero no fue lo único que motivó la detonación, pues una bomba está compuesta de muchos materiales conectados entre sí”.

Nació en Ciudad Real (1977) y vivió en el pueblo manchego de Almadén hasta que era adolescente. Su padre murió en un accidente de tráfico cuando tenía cuatro años. Nadie se lo explicó. Su madre no le dijo que su padre había muerto y que nunca más lo vería. Dice que creció casi muda. En el instituto la llamaban rara. “Me daban pescozones en la cabeza”.

El fantasma del padre, la infancia difícil, la tele, la fama, la frustración. Los elementos de la bomba.

Cuando explotó, se fue de viaje por Asia. Estuvo en templos budistas. Se acuerda del nombre de uno, Wat Ram Poeng, en Tailandia, no del de los demás. Dice que arrastra un problema de memoria y que un psicólogo le diagnosticó “amnesia retrógrada” por un trauma de su adolescencia. Al volver de Asia, trabajó de guionista de Muchos hijos, un mono y un castillo, documental dirigido por su expareja Gustavo Salmerón. Luego se recluyó en una casita del interior valenciano a la que se llega por una pista de tierra, sola y aislada. “Había telarañas por todas partes, colchones llenos de pulgas y alfombras llenas de vida. No tenía agua caliente ni luz. La chimenea no tiraba. La primera noche dormí vestida. Pasé frío y oía ruidos extraños. Acabé durmiendo por puro cansancio, pero me quedé dormida con una sonrisa. Esa primera noche fui muy feliz. Estaba en paz. Era una sensación que nunca había experimentado, como si un líquido templado naciera en la boca del estómago y se derramase por todo el cuerpo”. Allí ha estado cinco años y ha escrito Niadela, un libro en la tradición anglosajona del nature writing o escritura de la naturaleza. Ahora la casa es acogedora. Sencilla, decorada con gusto y esmero, atiborrada de piezas de ganchillo y con una fila de post-it en la chimenea con ideas suyas apuntadas a boli como “El medio más seguro de deshacerse de la carencia es desviarse del camino” o “No poseer nada es una de las facetas de la libertad”. Ya de niña le gustaba la escritura —su madre la presentó al concurso de poesía de Almadén; perdió—, pero en esta casa la ha vivido con una pasión nueva. “Me he dado cuenta de que puedo pasar meses en silencio, pero no puedo pasar días sin escribir”. Por las mañanas medita frente a un acantilado con su collar de cuentas nepalí en la mano, luego hace la casa, pasea, cocina y la tarde la dedica a la literatura. Cuando sale a hacer la compra al pueblo más cercano, en un cascado jeep que conduce a cierta velocidad por la pista sin asfaltar, se embute en los oídos unos tapones de espuma.

En Niadela vuelca en palabras sus observaciones. Usa un vocabulario exuberante y realiza unas representaciones milimétricas. “Describo el sol más de 40 veces y nunca desde el mismo punto de vista. El sol es diferente cada día, como lo son el cielo y las nubes, como lo son las ramas de los árboles y los arbustos. Solo hay que pararse a mirar con profundidad para darse cuenta”. El libro describe su primer año en este lugar y se compone de fragmentos donde hay memoria, ensayo, realidad, delirio, lirismo, un ritmo corto y veloz. “Quise que fuese poético, pero que estuviese confeccionado a golpe de hacha”.

Beatriz Montañez parece una persona frágil y feroz. Herida pero con una voluntad animal. De adolescente se fue de casa a Ciudad Real, después a Madrid, y con 21 años trabajó un año en Tokio de modelo. Allí vivía en un edificio con otras colegas de oficio. Un día a una le apareció una rata en el retrete. Ella la mató a golpes con una espátula de hierro. Más tarde se fue a Los Ángeles y estudió Comunicación en la Universidad de California mientras curraba en varios sitios a la vez y tiraba de efedrina para poder estar activa sin descanso.

En ocasiones, leemos en Niadela, le gusta salir a caminar desnuda.

Lo narra así Montañez: “Cuanto más enmarañado el sotobosque, más acompañada me siento. Es una sensación antigua, gloriosa. No siento ni frío ni calor. No siento el cuerpo. Las zarzas me rayan con sus afiladas uñas buscando las cuerdas del arpa. No suena nada. Soy piel hueca sobre hueso bruñido. Por eso vagabundeo entre la maleza. Busco mis tripas, despertar la sangre que duerme, avivar el alma descuidada. Quiero perder la cabeza para sentirme extraña, quiero caminar por los límites del orbe, cambiar de color en otoño, beber néctar de escarcha, mezclarme con la tierra y renacer purificada”.

https://elpais.com/eps/2021-03-19/beatriz-montanez-estrella-ermitana.html








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