El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.

lunes, 13 de abril de 2020

Pensar y habitar

Pensar y habitar
Alfonso Ramírez Ponce




“No quiero que me duelan las paredes de mi casa;
constrúyela... para que converse conmigo.” (Nazario Chacón Pineda)

Este trabajo se inscribe en el II Seminario Nacional de Teoría de la Arquitectura, en el tema “La teoría, sus definiciones y contenidos”. Analiza los distintos significados de la palabra Arquitectura, tanto dentro de la especialidad como fuera de ella. También plantea que la relación entre los espacios arquitectónicos y los seres humanos va mucho más allá de los conceptos de uso y de usuarios, empleados acrítica y repetidamente por la mayoría de los arquitectos. Los seres humanos establecemos una simbiosis difícil de explicar con los espacios que nos contienen. Los habitamos y nos habitan. Somos sus habitantes o sus habitadores (1). En apoyo de la argumentación surgen – exultantes – los pensamientos y palabras de talentosos escritores y poetas.


Pensar

La única posibilidad que el hombre tiene para ser y estar en el mundo es habitándolo, nos dice el filósofo alemán Martin Heidegger (2). Los límites de este “habitar” empiezan cuando estando frente a nuestra casa decimos “Habito allí” y culminarían – según el humor de Georges Perec – cuando tuviéramos que decir; “Habito en uno de los planetas de una de las más jóvenes estrellas amarillas enanas situadas en el borde de una galaxia de mediocre importancia y arbitrariamente designada con el nombre de Vía Láctea” (3).

Como el mundo en su estado natural no es habitable, al hombre no le basta su condición individual para sobrevivir (4), por necesidad tiene que reinventar el mundo. Inventa una segunda piel que lo proteja y le brinde un espacio habitable donde pueda producir y reproducir su vida. Una piel que le brinde la comodidad, la seguridad y el deleite que requiere para poder vivir plenamente.

A esa segunda piel le hemos dado el nombre de Arquitectura (5).

La función histórica y social de la arquitectura ha sido la creación necesaria de un espacio humanizado, un espacio hecho a imagen y semejanza del hombre para que éste sobreviva. Un espacio que el hombre pueda habitar, un espacio antropomorfizado (6).

En este sentido, podemos decir que la esencia de la arquitectura radica en ese espacio interno (7) y las características que debe llenar para satisfacer las necesidades del hombre, aunque sabemos que históricamente esta jerarquía del espacio humanizado no ha sido suficientemente explícitada. Esta definición enraizada en la realidad social de la esencia de nuestra disciplina, nos hace entender que la creatividad arquitectónica tiene, a la manera del verso de líneas anteriores, un pie forzado. Dicho pie es la conciente (8) expresión de una serie de condiciones que los espacios deben satisfacer para ser espacios habitables. En otras palabras, todo proyecto es una respuesta a las exigencias que lo originan. No existe proyecto que no parta de condiciones previas.

Desde el campo de la Teoría se ha llamado a ese conjunto de condiciones, exigencias o requisitos, el programa arquitectónico.

Este Programa o conjunto de exigencias es metafóricamente, la “voz” del ser arquitectónico. Es la expresión de su querer ser, de los modos de vida que encierra (9). Parte básica de la formación del arquitecto es el desarrollo de esta capacidad de “oír” y respetar la vocación del problema arquitectónico expresada en forma expIícita en su Programa.

El arquitecto es el intérprete, el hilo conductor que permite que la voz arquitectónica sea escuchada. Puede interpretarla es decir, re-crearla, volverla a crear, pero sin traicionarla. Un arquitecto debe tener la capacidad de “oír” las voces de los problemas a resolver, respetar su voluntad de ser e interpretar su “música”. Sería absurdo que un cantante al interpretar una canción cambiara la letra y la melodía originales, por querer demostrar su talento y capacidad. En la actualidad estos absurdos – dentro del ámbito arquitectónico – son más que excepciones.

El Programa es el punto de partida insoslayable de toda obra arquitectónica, su principio pero no su meta final. La obra debe cumplir y trascender las condiciones que la originan y sustentan. En este sentido veamos lo que escribió Enrique del Moral (1906-1986):

“Si bien es cierto que los arquitectos se apoyan en el programa, la función y por supuesto en la razón, lo que es conveniente y aún indispensable, no es suficiente para el logro de una buena arquitectura... la arquitectura debe superar la simple utilidad, pues su último y más digno objetivo es, por medio de la armonía de sus elementos y la equitativa proporción del espacio y volúmenes,despertar la emoción y lograr la belleza”. (10)

Dicho de otra manera, el cumplimiento del Programa es la condición necesaria pero no suficiente, para lograr lo que Del Moral llama “una buena arquitectura”.

De acuerdo a lo citado, el fenómeno arquitectónico tiene una estructura incluyente que va de la razón a la imaginación, de lo útil a lo bello, de dentro hacia fuera, a semejanza de una explosión, con una organización que supedita los medios al fin y que se desarrolla dominantemente del interior al exterior, como un organismo viviente.


Pensar la palabra arquitectura

La Arquitectura es uno de tantos términos, que casi sin darnos cuenta, se ha ido llenando de distintos y en algunos casos equívocos significados. Recordemos que la palabra arquitecto viene del griego arkhitékton compuesto de árkho “soy el primero” y tékton “obrero” derivado de tíkto “produzco doy a luz”. Es decir; el primero de los obreros que producen (11). Esta idea original sobre la función inicial de los arquitectos, como todos sabemos, cada vez se apega menos a la realidad. Hemos abandonado – con las notables excepciones de siempre – el campo de la construcción de las obras para refugiarnos en su invención o proyección y en algunos casos en su ideación. Hemos pensado que el fin de nuestra profesión no es tanto la realización material de la obra, sino, su concepción.

En vez de sentirnos responsables de la existencia ideal (12) y la existencia material de la “Arquitectura”; hemos optado tan sólo por la primera. Esta es sin duda una de las principales razones de la crisis actual de nuestra profesión (13).

Pero volviendo a los distintos significados de la palabra arquitectura; encontramos que por ejemplo, cuando decimos “la arquitectura de Luis Barragán” – por citar al más regional y precisamente por eso el más universal de los arquitectos mexicanos – nos podemos referir al estilo o a su manera de proyectar y construir, es decir, su manera de hacer arquitectura. Simultáneamente también podemos darle un segundo sentido a la expresión; refiriéndonos al producto de su hacer, es decir, a sus obras, aisladas o en conjunto.

En un tercer sentido, al decir Arquitectura podemos estar hablando de la disciplina, – cualquiera que sea la definición, – un saber y hacer social e histórico para pensar, proyectar y construir espacios habitables. Por ejemplo, citando algunas de las expresiones más comunes; al decir “la arquitectura griega”; “la arquitectura latinoamericana”, o “la arquitectura mexicana del siglo XVI”; nos referimos, respectivamente, al conjunto de obras arquitectónicas ubicadas en un país – Grecia – o en una región geográfica – Latinoamérica –; o a las obras construídas en México entre el año 1501 y el 1600. El tiempo histórico y el lugar geográfico como coordenadas necesarias de la arquitectura.

En resumen, en el lenguaje de los especialistas, la palabra tiene tres acepciones distintas: la Arquitectura como la disciplina, ciencia y arte de pensar, proyectar y construir espacios habitables (14); la actividad, el estilo o una manera de “hacer obras” – el “arquitecturar” (15) – y en tercer término, es la palabra con que designamos al producto de nuestro hacer, tanto una obra como un conjunto de obras arquitectónicas. La disciplina, la actividad y el producto.

Para los efectos de nuestro discurso, entenderemos a la Arquitectura comola ciencia y el arte de pensar, proyectar y construir; a la actividad como el “hacer arquitectura” y al producto de dicho hacer como el objeto o la obra arquitectónica.

Los significados de la palabra arquitectura quedarían incompletos, si sólo registráramos los empleados por los especialistas. Aún a riesgo de extendernos, nos parece necesario detenernos para conocer algunas de las acepciones utilizadas desde fuera de la especialidad. En particular, los sutiles significados usados por los poetas y escritores, que ustedes interpretarán, a través de unos cuantos ejemplos.

"¿El ciervo es una bestia o una graciosa arquitectura donde está prisionero el príncipe del mundo?" (16)

Arquitectura como la belleza sensible, la que domina los sentidos, la forma o envolvente, según el poeta español León Felipe. Concepto que con matices también utilizan, respectivamente, sus paisanos Juan Ramón Jiménez y García Lorca:

“Catedral pobre al sur, en el trigo del estío,cuando el sol puro es miel de los rosetonesque abren las abejas de ensueño del ocasosu piedra maternal en panal de colores...desteñidas arquitecturas de ororuinas viejas de cielos caídos...” (17)

“Las arquitecturas de escarcha,las liras y gemidos que se escapande las hojas diminutas en otoñomojando las últimas vertientes,se apagaban en el negro de los sombreros de copa” (18).

Por otra parte, sobre todo en nuestros días, es frecuente oír o leer: “laarquitectura de las computadoras”. En torno a este mundo avasallador, un joven matemático de la Facultad de Ciencias de nuestra Universidad – refiriéndose a la topología de las computadoras y a la ordenación interna de sus procesadores-, escribe en su tesis de doctorado:

“There exist a wide variety of parallel architectures and a corresponding variety of concurrent programming paradigms. For most problems, it is not possible to envisage a general concurrent algorithm which is well suited to all parallel architectures” (19).

Arquitecturas paralelas. La palabra usada como sinónimo de estructuras samejantes, de configuraciones, de un orden interno de relaciones entre las partes. Sentido coincidente con el dado desde otras disciplinas, como la medicina y la filosofía a la palabra arquitectura:

“La vivienda es un sucedáneo del vientre materno, primera morada cuya nostalgia quizá aún persista en nosotros... la complicadaarquitectura de nuestro aparato psíquico también es accesible a una serie de influencias” (20)

“Las creencias... se dan siempre como miembros de un organismo de una estructura. Esto hace que posean siempre una arquitectura y actúen en jerarquía. Las creencias constituyen el estrato básico, el más profundo de la arquitectura de nuestra vida. Decimos tenemos las ideas, pero nuestras creencias, más que tenerlas, las somos” (21)

Para finalizar estos ejemplos, – no exhaustivos y acaso antológicos – quiero citar a dos reconocidos escritores latinoamericanos, muy discutidos por sus posturas políticas, pero que desde su poesía sugieren sutilmente, profundas interpretaciones de la esencia de lo arquitectónico. Juzguen ustedes:

“El mundo lo hemos soñado... ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura, tenues y eternos intersticios de sin razón y sin sentido...” (22)

El poeta nos habla de un mundo arquitecturalmente heterogéneo, no sólo material, sino también inmaterial. Un mundo en el también las hoquedades, las hendeduras cuentan.

“Arquitecturas instantáneassobre una pausa suspendidasapariciones no llamadas, ni pensadasformas de viento insustanciales como tiempoy como tiempo disipadas.Hechas de tiempo no son tiemposon la hendedura, el intersticioel breve vértigo del entredonde se abre la flor diáfanaalta en el tallo de un reflejose desvanece mientras gira" (23).

Arquitecturas inmateriales, hechas de viento y tiempo sin ser ni lo uno ni lo otro. Hechas de huecos e intersticios; de espacio intangible sin límites. Esta propuesta del concepto de arquitectura nos enfrenta a la insoslayable relación entre el espacio contenido y el espacio continente, ambos materias primas del hacer arquitectónico. El primero es el aludido por nuestros autores. El espacio existente pero inasible, insconstruible pues ya existe. El segundo es el que construye el arquitecto, es la envolvente, la piel que delimita al primero. Límites, que por supuesto, modifican, transforman el espacio contenido. Producimos – en el sentidoheideggeriano – el espacio arquitectónico que estaba dentro del espacio natural; al producirlo desvelamos lo velado, desocultamos lo oculto, viajamos de la no presencia a la presencia. El hacer del arquitecto, como la desocultación del espacio, transformación colmada de pensamientos.

Y bueno, como se podrá observar, el tema resulta inagotable.


Pensar los objetos

El hombre ha sido definido por los antropólogos, en sus etapas primigenias, como un “hacedor de herramientas”. Desde otra disciplina del conocimiento Freud nos dice:

“...los primeros actos culturales (realizados por el hombre) fueron el empleo de herramientas, la dominación del fuego y laconstrucción de habitaciones” (24).

El hombre como hacedor de objetos arquitectónicos necesarios para su subsistencia. El universo de objetos que el hombre ha producido es susceptible de ser clasificado. En primer término, tenemos las herramientas o instrumentos que utilizamos dominantemente con dedos y manos: lápices, plumas, pinceles, bisturís (25) o martillos, reglas y demás. Después, los objetos corporalmente necesarios para desarrollar muchas de nuestras actividades, es decir, los muebles: sillas, mesas, camas, escritorios. Son objetos ante los cuales – espacialmente hablando – estamos siempre junto, atrás o delante, arriba o abajo o a un lado. El tercer tipo de objetos, dentro de nuestra clasificación, lo constituyen los objetos arquitectónicos. Su especificidad consiste en ser objetos que penetramos para habitarlos. Objetos que son a la vez continentes de otros objetos – muebles e instrumentos – y personas. Objetos ante los cuales, no estamos junto sino dentro. Nos envuelven y por tanto nos convertimos en su contenido principal. Nuestra necesidad inexorable de habitar les da su característica básica: la habitabilidad.

Y claro, dentro de estos tres tipos de objetos hay combinaciones posibles. Por ejemplo, un coche sería un objeto construido con la finalidad principal de desplazarse a altas velocidades y que en forma complementaria habitamos y con el que nos relacionamos corporalmente, nos sentamos o recostamos en él y además usamos algunas de sus partes con las manos y pies para conducirlo.

Anotemos aquí, en forma breve que potencialmente todos los espacios que nos rodean son habitables aunque con distintos niveles de habitabilidad en función de la frecuencia y la duración de nuestro contacto con ellos. Un sendero en el bosque o la cima de una montaña tienen un grado de habitabilidad mucho menor que el de los espacios que consideramos arquitectónicos.


Habitar

La relación entre el hombre y los objetos que lo contienen es sin duda, una relación sumanente compleja, imposible de agotar en unas cuantas líneas. Una relación que tiene posiciones extremas, desde la identificación total: “Yo soy el espacio que habito, el punto de origen de toda actividad...” (26) o bien la misma idea en otros términos: ”Je suis l'espace ou je suis” (27).

En la exposición presentada por el Fomento de Artes Decorativas en el discutido y multitudinario XIX Congreso de la UIA en Barcelona, el año 1996, se citaba la frase de Adolf Loos: “Tu casa se hará contigo y tú con tu casa” (28). Coincidencia total de ideas con una voz que emerge de la feracidad chiapaneca: “El hombre es su casa / lo que crezca en ella / crecerá su casa". O bien con otros acentos: “...de esa tierra nacimos / con parte de esa tierra levantamos nuestras habitaciones / de esa tierra somos parte de los muros / y las ventanas que somos" (29). Identificación total, desvanecimiento y ampliación de nuestros límites.

El otro extremo de lo planteado en las precedentes líneas, consiste en considerar una simple relación de “uso” entre el “usuario” y los espacios que lo envuelven. Somos, se suele decir “usuarios” de los objetos arquitectónicos. Uno de los apoyos es la repetición mecánica y acrítica y otro parte de la visión materialista, que considera que la utilidad de los “objetos externos” los convierte en valores de uso (30) y de ahi que usamos las cosas. Acordando con lo anterior, sabemos además que cada tipo de objetos tiene propiedades específicas que hacen que los utilicemos de diversas maneras, entonces los objetos según los textos clásicos tienen “diferentes modalidades de uso...” (31)

Y de aquí surge inevitable la pregunta. ¿Cuál es la “modalidad de uso” de los objetos arquitectónicos? Recordando las primeras líneas de este escrito la respuesta es evidente:

El hombre utiliza los espacios arquitectónicos de la única manera posible: habitándolos. Somos sus habitantes o sus habitadores (32). Se usan un lápiz o unos zapatos. Las obras las vivimos y las habitamos. Una relación que va mucho más allá de la simple acción de usar. El uso se convierte, en muchas ocasiones, por fuerza de la costumbre, en un acto mecánico, casi irracional (33).

El habitar en cambio implica una relación comprometida, conciente y activa. Una relación que viaja en dos direcciones. Habitamos y somos habitados (34).

Esta difícil y compleja relación queremos ilustrarla con la visión desde fuera, de algunos autores no arquitectos. Veamos unos ejemplos.

“Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombre. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres...” (35)

En otras palabras, una casa sólo es tal cuando el hombre la habita, la vive colmándola con sus costumbres, sus anhelos, sus angustias, sus sueños. Siguiendo a Vallejo podemos decir: “En una casa habitada sin nombre / sus muros no son de barro o piedra / sino de hombre”. Antes de su humanizaciónla casa es sólo un conjunto de materiales ordenado en volúmenes, superficies y hoquedades. Y por supuesto, tomando en cuenta a los espíritus feministas, tenemos que complementar el verso anterior escribiendo: “En una casa habitada / por el amor y la hiedra / no existe el temor al dolor / ni nada la arredra / y aunque no se nombre por doquier / sus muros son de barro, piedra, hombre y mujer".

Abundando en la relación entre la arquitectura y la mujer, escuchemos el punto de vista de dos poetisas latinoamericanas:

“Las casas necesitan del hombre. Si usted cierra una casa y ya no viene nadie más a ella, entonces la casa se muere, es como si a una planta le quitaran la tierra o el agua. La casa no vive por sí sola, necesita de la gente, necesita calor humano.”

“La casa donde vivo ahora es muy bella no hay duda. Es una casa arquitectónicamente correcta, tiene muebles y adornos bellos, pero no tiene personalidad, no tiene alma” (36).

Y para abundar no sólo en el habitar del cuerpo:

“Y al decir casa, pretendocon un símbolo expresarque casa suelo llamaral refugio que yo entiendoel alma debe habitar” (37).

Con otro acento, surge otra convincente voz.

“Tal vez esta es la casa en que vivícuando yo no existía, ni había tierracuando todo era luna o piedra o sombracuando la luz inmóvil no nacíatal vez entonces esta piedra era mi casa
mis ventanas o mis ojos.Me recuerda esta rosa de granito
algo que me habitaba o que habitécueva o cabeza cósmica de sueñoscopa o castillo o nave o nacimientotoco el tenaz esfuerzo de la rocasu baluarte golpeado en la salmueray sé que aquí quedaron grietas míasarrugadas sustancias que subierondesde profundidades hasta mi almay piedra fuí, piedra seré, por eso
toco esta piedra y para mí no ha muerto:
es lo que fuí lo que seré,reposo de un combate tan largo como el tiempo” (38)

Después de leer estas líneas, ¿Quién podría afirmar que Pablo Neruda era sólo un “usuario” de sus espacios? "Algo que me habitaba o que habité, donde quedaron grietas mías, quizá mis penas, mis angustias o mis alegrías. Y si esto no bastara: esta piedra está viva porque es lo que fui o lo que seré".

Y hablando de grietas decía un autor imprescindible, Juan Rulfo (39):

“Y de las paredes parecían destilar los murmullos como si se filtraran de entre las grietas y las descarapeladuras. Yo los oía”.

De la influencia de los espacios en nuestra etapa infantil, nos habla Alfonso Reyes:

“No he tenido más que una casa. De sus corredores llenos de luna, de sus arcos y sus columnas, de sus plátanos y sus naranjos, de sus pájaros y sus aguas corrientes, me acuerdo en éxtasis. De esa visión brota mi vida. Es raigambre de mi conciencia, primer sabor de mis sentidos, alegría primera y ahora en la ausencia, dolor perenne. Era mi casa natural absoluta. Mis ojos se abrieron a ella, antes de saber que las moradas de los hombres son provisionales, que se trafica con ellas, se venden, se compran, se alquilan; que son separables de nuestro cuerpo, extrañas a nuestro ser, lejanas.Las casas que después he habitado me eran ajenas. Arrojado de mi primer centro, me sentí extraño en todas partes. Lloro la ausencia de mi casa infantil con un sentimiento de peregrinación, con un cansancio de jornada sin término. Me veo sobre el mapa del suelo, ligado a mi casa a través de la sinuosa vida. Su puerta parece ser la puerta que anhelo. En una continuidad de formas y sonidos, mi mundo infantil pende de esa casa. De ella irradian la posibilidades y las tentaciones de mi conducta; estrella de senderos, nudo no disuelto de la voluble voluntad de la vida. Unidad primera, por ella he de medirlo todo” (40)

Primer sabor, primer centro, unidad primera. La casa en la que vivimos nuestra infancia nos marca, en ella terminamos y a partir de ella nos iniciamos. Para terminar, sin pretender agotar el tema, dos poemas. El primero de un arquitecto:

"¿Qué te pasa casa?Ábreme tus puertas,verdece tus pastos.Llénate de humos,de olores, de cantos;que crezcan parejosmi amor y tu árbol.Que ya estoy sintiendoque vuelvo a tu lado" (41)

Y el segundo de un poeta juchiteco poco conocido. Quiero hacerlo por la razón anotada y sobre todo porque es un verso dedicado a un arquitecto. La anécdota cuenta que Lorenzo Carrasco, sabiendo que el poeta no podía pagarle el proyecto de su casa, le dijo: Págame con un verso.

Y Nazario Chacón ni tardo ni perezoso escribió:

“Lorenzo, recoge en la corriente despeñada de un ríoel alud que rueda incesanteen las sombras de un tierno laberintoy sobre la tiniebla de lo no construídolevanta con las piedras ancestrales del asombro
una morada para un habitante herido.

En las cuatro columnas primordialescoloca el norte en la palma de mi manoel sur en un suspiro ineludibleel poniente en los ojos dormidos de la estatuay el oriente mirando hacia un mercado de sorpresas.
No quiero que me duelan las paredes de mi casaque nadie diga que me mire al espejoni que tire para siempre mis zapatosque perdieron su color por la distanciaconstrúyela... para que converse conmigoy ponle mil ventanas que den al paraíso” (42).

¿No les parece una hermosa idea?: “Constrúyela... para que converse conmigo”. Que yo pueda dialogar con mi casa, que sea mi reflejo, mi compañera de sueños y angustias. Que sea mía, que yo sea ella, con una sola condición:...Que no me duela.

Disculparán ustedes, que los ejemplos hayan sido tal vez excesivos, en torno al concepto de habitar y vivir los espacios. Esto se debe a una evidente deformación docente, que prefiere la reiteración a la omisión y que además admite su debilidad por las bellas ideas expresadas a través del universo exultante y deslumbrador de los poetas.

Los espacios son parte de nosotros. Y nosotros de ellos. Al visitar una casa, aun sin conocer a quien la habita, podemos tener una idea muy cercana a su realidad, a sus gustos y preferencias; a algunas de sus obsesiones (43). Son nuestra cara hecha piedra, nuestra voz apresada en sus paredes.

Una sola sugerencia a manera de conclusión. Dejemos para los zapatos, los lápices y las camisas el uso y el desgaste causados por sus “usuarios” y reconozcámosles a nuestras “grietas” y sus murmullos, a nuestras paredes pintadas con amor y lágrimas, a los espacios que nos envuelven; en justa correspondencia, la posibilidad de vivirnos y de habitarnos. Sea.


Notas:
1
El término puede parecer un neologismo pero es todo lo contrario. Es empleado por Cervantes nada menos que en su obra máxima: “...hay opinión por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel [en referencia a Don Quijote] que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vió en aquellos contornos".“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Miguel de Cervantes. Ed Porrúa, 21 ed., 1960, p. 12.

2
Dice Heidegger: “The way in which you are and I am, the manner in which we humans are on the earth, is buan, dwelling. To be a human being means to be on the earth as a mortal. It means to dwell”. Traduzco la idea citada: “...la manera en la que los humanos estamos en la Tierra es habitando...ser un ser humano...significa habitar”. Basic writings. Building Dwelling Thinking. Martin Heidegger, Harper and Row N.Y., p. 325.

3
Penser, Classer. Georges Perec. Ed Hachette, 1985.

4
“....cuando los obstáculos...superan las fuerzas de cada individuo...no tiene otro medio de conservación que el formar por agregación una suma de fuerzas capaz de sobrepujar la resistencia”. “Encontrar esta forma de asociación...es el problema fundamental cuya solución da el Contrato social”.“El Contrato social.” Juan Jacobo Rousseau. Ed Porrúa, 10. ed., p. 9

5
Líneas adelante veremos los distintos significados de la palabra Arquitectura. Aquí la citamos como la obra o el objeto arquitectónico. Con otros acentos, tomando como pie forzado: “A lo lejos un barco inventa el mar”. primera línea de un poema del poeta cubano Waldo Leyva (1943 – ]) podríamos decir: “Si para navegar el barco imagina el mar / el hombre para sobrevivir / y habitar un mundo agreste y hostil, / bebe la amargura de la hiel / e inventa la Arquitectura, / su segunda piel”.

6
Si partimos de la concepción del espacio en la vida cotidiana, hemos de comprobar que el hombre desde el primer momento tiende a que el espacio que lo envuelve, lo refleje, a que sea una expresión de sus gustos. Tiende a “antropomorfizar” el espacio en palabras de Lukács. Estética. Tomo I. Georg Lukács. Ed. Grijalbo 1965.Traducción de M. Sacristán, p. 90.

7
Joào Cabral de Melo Neto poeta brasileño escribe: “Uma casa nào é nunca / só pa ser contemplada / melhor: somente por dentro / é possível contemplá-la”. “Una casa no es nunca / sólo para ser contemplada / mejor: solamente por dentro / es posible contemplarla”. (traducción Arponce), Premio Cora Coralina.Poesias. U. F. de Goiás, Brasil, p. 91.

8
Es común escribir “consciente” sustantivo derivado de “conciencia”. El no escribirlo con “sc” tiene dos razones principales. Una es que la “s” agregada es totalmente inútil pues no tiene ningún sentido ni sonido y además implicaría que por elemental congruencia, el sustantivo originario se escribiera “consciencia”.

9
“When you walk in (the early houses in wood) you could sense the life, you could reconstruct the life of the people...The building is really a way of life”. “Cuando uno camina (dentro de las primitavas casas nórdicas de madera) uno puede sentir la vida, se puede reconstruir la vida de la gente...las casas son realmente una manera de vivir.' (traducción; Arponce.) Discurso de Louis I. Kahn en la OAF, 1964.

10
Cita dictada por Enrique del Moral al autor del libro. “La obra de Enrique del Moral”. Salvador Pinoncelly, UNAM, 1983, p. 93.

11
Breve Diccionario etimológico de la Lengua castellana.Joan Corominas. Ed. Gredos, 3. ed., p. 63.

12
“...hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es en el hecho de que,antes de ejecutar la construcción, LA PROYECTA en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya EXISTENCIA IDEAL”. El Capital. Carlos Marx. Trad. Wenceslao Roces. 2. ed FCE, 1965, p 130.

13
Ver en relación a esta crisis de la profesión, el artículo “Delenda est Arquitectura” en la Revista “Arquitectura” de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay (SAU) No. 263. Nov. 93 p. 19. Después fue publicado por la revista de la FPAA, Arquitectura Panamericana. Por su importancia dimos copia del artículo a los editores de Arquitectura Mexicana de la FA de la UNAM y apareció en su n. 4. El autor del artículo es el arquitecto español Rafael M. de la Hoz, expresidente de la UIA, que 20 años antes ya había advertido: “La sociedad ha comenzado ya a prescindir de nuestros servicios. Una cuarta parte de los arquitectos del mundo se encuentran hoy en paro laboral...No es la sociedad culpable de nuestro genocidio. Somos nosotros quienes estamos cometiendo un suicidio colectivo al negarnos de plano a servir a los demás”.

14
Nuestra hipótesis de definición, la arquitectura como un saber y un hacer social para la producción de espacios habitables y la satisfacción de necesidades humanas.

15
Neologismo propuesto por nuestro compañero el arquitecto Carlos Ríos Garza. Si la actividad del pintor es pintar y la del escultor, esculpir; la del arquitecto es “arquitecturar”. En italiano existe la palabra architettar que se traduciría no como la palabra propuesta sino como arquitectar.

16
Antología rota León Felipe. Ed. Losada, p. 204.

17
Nueva antolojía[sic] poética. Juan Ramón Jiménez. Ed. Losada, p.110.

18
Poesías completas. Federico García Lorca. Ed. Mexicanos Unidos, p. 428.

19
“...existe una amplia variedad de “arquitecturas paralelas” y una correspondiente variedad de paradigmas de programación concurrente. Para la mayoría de los problemas no es posible concebir un algoritmo concurrente general que convenga a todas las “arquitecturas paralelas” [traducción Arponce.] A logic-based concurrent object-oriented programming language. Rafael Ramírez Meléndez. Ed. University of Bristol. U.K, 1996, p. 48.

20
El malestar en la cultura. Sigmund Freud. Alianza editorial, p. 22.

21
Historia como sistema. José Ortega y Gasset. Ed. Sarpe, p. 31.

22
Otras inquisiciones. José Luis Borges.

23
Árbol adentro. Octavio Paz. Ed. Seix Barral. 1987, p. 34.

24
El malestar en la cultura. Sigmund Freud. Alianza editorial, p. 34.

25
Es común pluralizar los sustantivos terminados en vocales acentuadas con la sílaba “es”. También es correcto hacerlo sólo con la “s”, sobre todo ante plurales tan absurdos como mamaes, papaes, dominoes o buroes. “Perlas japonesas”Nikito Nipongo. “El Financiero”, 21 nov. 96. p. 75.
26

Francis Bacon. Citado por A. Fernández Alba en “La metrópoli vacía”, Ed. Anthropos.1990. Bacon formulando “la conciencia de la subjetividad”.

27
“Yo soy el espacio donde estoy”, Noel Arnaud. Citado por Gaston Bachelard en “La poética del espacio”. Ed. FCE. 1965. p. 172.

28
Frase traducida al “mexicano” pues el original decía: “Vuestro hogar se hará con vosotros y vosotros con vuestro hogar”.

29
De la obra poética. Roberto López Moreno. Ed. Papeles privados. 1995, p. 103 e 114.

30
“La utilidad de un objeto lo convierte en valor de uso”, El Capital. Carlos Marx. 2. ed. FCE, 1959, p. 3.

31
“Cada objeto representa un conjunto de las más diversas propiedades y puede emplearse, por tanto, en los más diversos aspectos”, El Capital. Carlos Marx. 2. ed. FCE, 1959, p. 3.

32
El término también es empleado por Carlos de Sigüenza y Góngora,(1645-1700) en la que para muchos es la primera novela mexicana: “Infortunios de Alonso Ramírez”; cuando habla de la riqueza de Puerto Rico transformada en pobreza “...por falta de sus originarios habitadores”.

33
“El uso es un hábito social...es aquella conducta que por ser ejecutada con frecuencia, se automatiza y se produce o funciona mecánicamente”; ”...ejecutamos muchos movimientos, actos y acciones con máxima frecuencia y que evidentemente no son usos". “El hombre y la gente”. José Ortega y Gasset. Ed Porrúa, 1985, p. 203.

34
“Esta casa me habita /...Suas paredes crescem em meu corpo / Somos feitas de pedra-e-cal /...como irmàs”. (Esta casa me habita / sus paredes crecen en mi cuerpo / Estamos hechas de piedra y cal /,,,como hermanas).(traducción: Arponce.). Neiva Maria Rodrigues de Almeida. Premio Coralina. Poesias. U. F. de Goiás, Brasil, 1988, p.136.

35
Obra poética completa. César Vallejo. Casa de las Américas. 3. ed. 1975. p. 155.

36
Entrevista a Dulce María Loynaz. La Jornada. 3 ene 94, p. 47.

37
Poesías completas. Guadalupe Amor. Ed. CNCA, 1991, p. 37.

38
Antología esencial. Pablo Neruda. Ed. Losada, 1971, p. 217.

39
Pedro Páramo. Juan Rulfo. FCE, 6. ed.1964, p. 62.

40
Iconografía. Alfonso Reyes. Ed. FCE, 1989. p. 30.

41
Fragmento del poema Abuela y casa del arquitecto Italo Barrionuevo, profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Tucumán. Documento inédito.

42
Fragmentos del Poema para construir una morada. (Dedicado al arq. Lorenzo Carrasco.) Nazario Chacón Pineda. Documento inédito propiedad de Roberto López Moreno.

43
“En muchas lenguas en vez de habitar puede decirse vivir.¿Dónde vive usted? preguntamos, cuando queremos saber el lugar en el que alguien habita”. Dime cómo vives y te diré quién eres ”...Sólo los hombres pueden habitar. Habitar es un arte. Unicamente los seres humanos aprendemos a habitar”. Iván Illich.


Sobre el autor

Alfonso Ramírez Ponce es arquitecto mexicano, profesor, escritor, conferencista, proyectista y constructor de obras de bajo costo, con materias primas como el ladrillo. Asesor de la FPAA (1992-2000) y de la Fundación Rigoberta Menchú. Ganador del Premio Armando Mestre de la República de Cuba. Primer premio del Concurso sobre Transferencia Tecnológica para el Habitat Popular, organizado por el CYTED



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miércoles, 8 de abril de 2020

El silencio y la quietud

COINCIDEN FILÓSOFOS Y MÍSTICOS DE TODAS LAS ERAS EN QUE EL SILENCIO ES EL PRINCIPIO DEL MÁS ALTO CONOCIMIENTO


El silencio es el recogimiento del Ser en el retorno a su verdad.
(Heidegger)

El silencio es el sueño que nutre la sabiduría.

(Francis Bacon)

La mente recubre la realidad sin darse cuenta. Para conocer la naturaleza de la mente necesitas inteligencia, la capacidad de observar a la mente en silencio con conciencia desapegada.

(Nisargadatta Maharaja)

Sé tan silencioso como un pez y sumérgete en el océano de la dicha.

(Rumi)

Permanezcamos en silencio para que así podamos escuchar el murmullo de los dioses.
(Emerson)

El que habla no sabe; el que sabe no habla.
(Lao-Tse)


El silencio en todas las tradiciones místicas y gnósticas tiene un lugar central. Filósofos y místicos de todas las eras han reconocido que para que la mente logre acceder a los aspectos más sutiles de la existencia y pueda realmente conocer lo que es, es necesario silenciar el pensamiento discursivo, conceptual o representacional. Un símil utilizado en las tradiciones de la India puede servir para entender esto: si tenemos una imagen (por ejemplo, la Luna) reflejada en un cuerpo de agua, podremos verla con mayor claridad si la superficie está quieta; si en cambio existen agitaciones, ya sea por el viento o por una roca que al caer genera ondas en el agua, no podremos ver con la misma claridad la imagen.

El matemático y filósofo francés Blaise Pacal escribió: "La infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación". Una frase que hay que leer a la luz del silencio, tanto en su aspecto gnóstico como en su aspecto más secular como un remedio para el estrés. En este artículo intentaremos explicar por qué el silencio y la quietud son las llaves que llevan no sólo a la felicidad sino, más aún, a la sabiduría, que es al final de cuentas una felicidad serena y duradera que conquista la mutabilidad del ánimo y de las circunstancias. Es sólo el hombre que es capaz de aquietar su mente y sus emociones quien puede ver la realidad. Podemos parafrasear: "Quédate quieto y te conocerás a ti mismo y a los dioses".

La frase de Pascal también puede entenderse en relación al concepto de Heidegger del "pensamiento meditativo" que piensa al Ser, a diferencia del pensamiento superficial, representacional o calculador. Heidegger sugiere que para para alcanzar este pensamiento meditativo es necesario "esperar". Este esperar es estar receptivo a la apertura del Misterio, al claro del Ser (que a su vez también nos espera); se trata de un esperar que no espera nada en específico, una espera sin objeto o meta, una espera pura y totalmente abierta, una espera meditativa. "No debemos hacer nada en absoluto, sólo esperar", dice Heidegger en el texto Diálogos en un camino de campo. Hay que aprender a no hacer nada, como dice Pascal, y hay que aprender a esperar, que es también algo así como saber estar en una habitación quietos (lo cual no significa no pensar; al contrario, significa pensar y contemplar lo más cercano e íntimo que es el Ser). Al hacer esto, dice Heidegger, nos volvemos sensibles a la voz del Ser, y si la seguimos nos podemos transformar de tal forma que todo pensamiento (Denken) se vuelve agradecimiento (Danken). Aquí Heidegger cobra una dimensión mística similar a la de Meister Eckhart, quien sugirió que si nuestra única oración es "dar las gracias" eso es suficiente para el conocimiento de Dios. Aunque este esperar, este pensamiento meditativo no es exactamente lo mismo que el silencio, sí es claramente un estado místico similar al wu-wei taoísta, un hacer sin hacer, una especie de concentración meditativa sin esfuerzo o voluntad. El concepto clave aquí es Gelassenheit, que ha sido traducido al español como "serenidad", "dejidad" o "ecuanimidad" y que alude a dejar ser, a una liberación, a una soltura; se trata, según el mismo Heidegger, de una disponibilidad ante el Ser que deja que las cosas sean en sí mismas, "en su misterio e incertidumbre". Heidegger llama a esto una forma "superior de acción", emparentada con la espera, que es a la vez "un acto superior que sin embargo no es ninguna actividad". Así el Gelassenheit "yace más allá de la distinción entre actividad y pasividad" y del "dominio de la voluntad", algo que suena justamente a una paradoja taoísta. En el Tao Te Ching leemos: "el sabio actúa sin hacer nada", "El Sendero es siempre inacción, y sin embargo nada queda sin hacerse", o "La más alta virtud es no hacer nada. Y, sin embargo, nada necesita hacerse. La más baja virtud hace todo. Y, sin embargo, mucho queda por hacerse".


El silencio en las tradiciones contemplativas de la India y el Tíbet

La India es un país que quizás no haya aportado tanto a la evolución de la tecnología y de la ciencia que permiten, entre otras cosas, que sondeemos la profundidad del espacio cósmico con poderosos aparatos. Sin embargo, su aportación al nivel de lo que podemos llamar ciencia interna o de una disciplina del conocimiento de la naturaleza de la mente es difícil de igualar. Particularmente le debemos a las tradiciones que se derivan del pensamiento védico el desarrollo del "samadhi", un término que tiene numerosas acepciones, pero que a grandes rasgos podemos traducir como "calma" y "concentración", y que etimológicamente hace alusión a "unir" o "perfeccionar" (en relación a la mente) --una acepción más que viene de los Yoga-sutras de Patanjali es la de éxtasis o logro espiritual, equivalente al nirvana. Podemos decir que el verdadero éxtasis es la calma, la constante quietud de la cual emerge la dicha, que es una especie de luminosidad creativa --esta es la imagen védica de la creación, una luz que empieza a relumbrar en las aguas calmas de la mente. El maestro de meditación y físico Alan Wallace sugiere que el samadhi es el telescopio Hubble de la mente y que lograr amaestrar lo que la tradición contemplativa budista ha mapeado como diferentes etapas de absorción meditativa (de generación de samadhi) es el requisito esencial para alcanzar los estados más altos de sabiduría. En el budismo esto se lleva a cabo a través de la meditación shamata, la cual al producir samadhi da pie al vipassana (la visión clara introspectiva). "Una vez que la estabilidad se logra, entonces el misterio puede ser revelado", escribe Wallace.

El gran maestro budista tibetano Longchen Rabjam explica esta misma idea de cómo son la quietud y la ecuanimidad lo que permite que alcancemos el conocimiento de la verdad, algo que en el budismo mahayana es representado como la diosa Prajnaparamita ("la diosa de la perfección de la sabiduría trascendente"). Lo que descubre el practicante que logra el silencio de la mente es la vacuidad (la interdependencia de todos los fenómenos) que tiene una cualidad radiante, una cualidad cognitiva pese a que no es una cosa:

entiende que los fenómenos [dharmas] del samsara y el nirvana no tienen naturaleza propia y descansa ecuánimemente sobre eso. Asienta la mente sin elaboración externa hacia las cosas sólidas ni interna en retraimiento concentrativo. Entonces, al no referenciar ningún fenómeno que sea otro que eso, la mente dualista racional se subsume en un estado igual al espacio, el cual se expande hacia todos los confines, y es llamado "prajna-paramita".

[Traducción de Tony Duff]

Aquí Longchenpa hace referencia a una meditación sin esfuerzo, a un estado ciertamente avanzado pero a la vez completamente natural en el que la mente se ha aquietado y deja de colorear con sus propias elaboraciones tanto los fenómenos externos que percibe como los internos. Al descansar en este estado la mente se torna naturalmente amplia y luminosa como el espacio mismo, una expansión que contiene todos los fenómenos pero que no se agarra de ninguno. Este estado, que en realidad es la naturaleza prístina de la mente, es conocido comorigpa en la tradición tibetana. Longchenpa ahonda:

Dentro de la brillante vacuidad de rigpa, mientras descansamos en la suprema claridad natural sin involucrarnos con nada, la luminosidad de las apariencias externas no tiene límites y los sentidos yacen relajados y libres, y ya que no hay nada de qué asirse, los objetos en el campo de las apariencias no se reifican. En el vasto silencio existencial de la luz clara innata, en la ininterrumpida matriz radiante que no tiene principio, las apariencias son como reflejos en un lago pelúcido.

[traducción Keith Dowman, Natural Perfection].

Esta misma idea en cierta forma se encuentra también en los Yoga-sutras de Patanjali, quizás el texto más traducido en la historia de la filosofía mística de la India. La frase sánscrita más conocida es esta: yoga nirodha chitta vritti. Una traducción novedosa de Christopher Wallis la vierte así: "yoga es el estado en el que las fluctuaciones mentales y emocionales se han aquietado". Aquí Wallis define yoga (que podemos referir como la unión con lo divino) como un estado y no como una práctica per se: el estado que resulta de aquietar las fluctuaciones de la mente que impiden contemplar la naturaleza esencial del ser, que para la tradición de Patanjali tiene una identidad con lo divino, es decir, el ser individual tiene una existencia temporal mayormente ilusoria, su naturaleza verdadera es el Ser intemporal, inmutable e inefable. De nuevo podemos evocar la imagen del lago tranquilo en el cual podemos ver la realidad: lo que somos, más que la imagen que se refleja, es el agua que puede acomodar toda imagen sin perturbarse. 


El silencio en el zen

No hay duda de que la tradición del budismo zen tiene una de las relaciones más ricas e íntimas con el silencio. De hecho, el silencio es su fundación a la vez que su último florecimiento: el principio y el final se encuentran en el silencio de la transmisión del Buda y en el silencio de la realización del contemplativo, que reconoce al practicar zazen que siempre ha sido Buda (se dice en el zen que el silencio que se bebe cuando uno medita, incluso en la mente de un principiante, es ya Buda).

En uno de los textos clásicos del zen, Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz), el maestro Keizan narra:

Ante una asamblea de 80 mil monjes en el monte Grdhrakuta [monte Buitre], el Buda sostuvo una flor en su mano y guiñó el ojo. Nadie en la asamblea entendió lo que estaba haciendo, y permanecieron en silencio. Mahakashyapa sonrió... El Buda sostuvo una flor y mostró que no estaba cambiando. Mahakashyapa sonrió para mostrar que era eterna. De esta forma Shakyamuni y Mahakashyapa se conocieron y sus pulsos se entremezclaron. El entendimiento perfecto y puro no involucra la mente que discrimina, así Mahakashyapa se sentó en meditación y cortó la raíz del pensamiento. 

Esta historia narra el origen del zen, una transmisión de la luz de la sabiduría budista que ocurre en silencio, y continúa 2 mil 500 años después, en un linaje ininterrumpido de maestros y discípulos que fundamentalmente se dedican a cultivar el silencio. El silencio es el secreto que al entenderse germina como la flor de la iluminación, pero aquello mismo que se entiende no es más que silencio.


El silencio de la mente meditativa en la obra de Krishnamurti

Aunque Jiddu Krishnamurti buscó separarse de las antiguas tradiciones contemplativas de la India y forjó su propio camino, es indudable que sus enseñanzas están fincadas profundamente en el dharma del país donde nació. El silencio es fundamental en la visión de Krishnamurti, incluso podemos decir que en Krishnamurti el silencio toma el rol del gurú que es tan vital en el budismo y en el hinduismo (y del cual Krishnamurti quiso distanciarse). La propia mente, cuando logra entrar en silencio, se vuelve el maestro que muestra lo divino inmanentemente. A continuación, un hermoso pasaje del libro La mente meditativa:

La meditación implica un completo y radical cambio en la mente y el corazón. Esto sólo es posible cuando existe un extraordinario sentido de silencio interno, y con eso solamente surge la mente religiosa. Esa mente sabe lo que es sagrado…

Una mente meditativa es silenciosa. No es este el silencio el cual el pensamiento puede concebir; no es el silencio de una tarde calmada; es el silencio en el cual el pensamiento –con todas sus imágenes, palabras y percepciones– ha cesado. Esta mente meditativa es la mente religiosa –la religión que permanece intocada por la Iglesia, los templos o los cantos. La mente religiosa es una explosión de amor. Es este amor que no conoce separación. Para él, lejos es cerca. No es lo uno o lo múltiple, sino el estado de amor en el que no existe división. Como la belleza, no es la medida de las palabras. Sólo desde este silencio la mente meditativa actúa. 
...
Esa noche, particularmente en ese valle distante de antiguas colinas que esculpían finamente las peñas, el silencio era tan real como el muro que tocabas. Y veías las estrellas brillantes por la ventana. No era el silencio autogenerado; no era que la tierra estaba quieta y los pobladores se habían ido a dormir, sino que venía de todas partes –de las estrellas distantes, de esas colinas oscuras, y de tu propia mente y corazón. Este silencio parecía cubrir todas las cosas desde el más pequeño grano de arena en el estero –que sólo conoció el agua corriente cuando llovió– hasta el alto y expansivo baniano y una ligera brisa que ahora soplaba. Hay un silencio de la mente que nunca es tocado por ningún ruido, por ningún pensamiento o por el viento pasajero de la experiencia. Es este silencio que es inocente, y tan interminable. Cuando hay este silencio de la mente, la acción brota de él, y esta acción no causa confusión ni miseria.

La meditación de una mente que es completamente silenciosa es la bendición del hombre que siempre está buscando. En este silencio toda cualidad de silencio es. Hay ese extraño silencio que existe en un templo o en una iglesia vacía en un pueblo remoto, sin el ruido de turistas o fieles; y el silencio oneroso que yace en la superficie del agua que es parte de aquello que está afuera del silencio de la mente. 

La mente meditativa contiene todas estas variedades, cambios y movimientos del silencio. Este silencio de la mente es la verdadera mente religiosa y el silencio de los dioses es el silencio de la Tierra.

La mente meditativa fluye en ese silencio, y el amor es la vía de esta mente. En este silencio hay dicha y alegría.


La voz del silencio en la cábala

El místico y cabalista David Chaim Smith nos introduce al papel del silencio en la vida contemplativa en su libro de cábala no-emacionista The Awakening Ground:

La práctica contemplativa empieza con el amor al silencio. Silencio en este caso no se refiere a la mera ausencia de sonidos audibles, aunque este es uno de los aspectos que invitan a la mente a la gran expansión de su naturaleza esencial. El gran silencio es pleno, resonante y habla a través de todas las cosas. Puedes empezar llamándolo en tu interior, donde reside sin interrupción.

El amor al silencio es una especie de hambre o sed. Cala profundamente hondo. La urgencia de unirse a él es como el fuego que intensifica la aspiración gnóstica.

Smith habla de este amor al silencio como un fuego, un fuego que se enciende en el corazón de un practicante con la aspiración gnóstica, que es fundamentalmente el deseo de encontrar la libertad a través de la sabiduría, una sed de lo absoluto, de contemplar siempre la fuente. Este fuego, el cual es descrito también como un fuego fluido o un fuego líquido, va purificando la mente en una especie de baño lustral en el cual el contemplativo va eliminando lo inesencial, todo el ruido mundanal de conceptos y distracciones. El silencio además de purificar, de hacer la mente como el espacio primordial sin mácula, es también para Smith el método más alto de conocimiento, ya que la verdad no puede decirse, aunque sí puede saberse: un saber que es un ser, un silencio, una oscuridad luminosa. Así el tzadik, el equivalente al bodhisattva de la tradición mística judía, es aquel que se despersonaliza, aquel que "no tiene una psique individual, esto en el sentido de que ya no hay más apego al significado de los fenómenos relativos" y se convierte en una expresión viviente de ese silencio luminoso: "El tzadik no es más que esta centella del silencio asumiendo forma, la cual anula la separación entre su singularidad y su infinita variación".

En la cábala, la mente en su estado primordial de sabiduría indiferenciada es representada por la imagen de las aguas y la letra mem (que representa la sefira chokmah, según el Sefer Yetzirah). Esta es el agua en la cual sopla el espíritu de Dios su hálito de deseo gnóstico (Ruach Elohim), unas aguas que son una sabiduría tan profunda que no puede expresarse: el silencio. Y sin embargo esta totalidad indiferenciada, siempre pura, aparece como mundos y cuerpos. Este es el sonido del silencio (el mundo en su manifestación), expresado por la letra shin, un fuego crepitante (equivalente a binah). Pero, aunque el mundo se manifiesta, aunque las letras divinas se inscriben en el espacio con toda su serie de correspondencias y emanaciones, la gnosis más profunda revela que aquello que se manifiesta no es más que lo absoluto en su infinito juego creativo. Cada una de las esferas del árbol de la vida cabalístico y cada una de las apariencias no son más que Ein Sof (lo Infinito, lo Absoluto). "¿Cómo puede el infinito vaciarse o dividirse? ¿Estas acciones sólo aplican a sustancias materiales finitas, así que cómo pueden aplicarse a Ein Sof?... El infinito se refleja a sí mismo en cada detalle de sus apariciones", dice Smith.

La forma en la que el infinito irradia y se manifiesta como energía en el mundo toma en la cábala un término sumamente sugerente: "chasmal", literalmente "la voz del silencio", y que es traducido a veces como ámbar o electrum, una referencia a una cualidad eléctrica o radiante. Este término es utilizado por el profeta Ezequiel para describir su famosa visión mística de una carroza o rueda flamante compuesta de cuatro bestias angelicales con los rostros de un buey, un águila, un león y un hombre (asociados con signos astrológicos, las cuatro direcciones y los cuatro mundos cabalísticos), que se mueve de manera coordinada, centelleando con el espíritu de Dios. Esta visión es el origen del misticismo del merkabah y el carro flamante es descrito a veces como el trono de Dios, como un vehículo luminoso, como la figura misma del hombre en su estado superno de iluminación. David Chaim Smith sugiere que el merkabah representa el vuelo gnóstico de una mente libre de fijaciones conceptuales que asciende hacia la contemplación mística de lo divino. Poéticamente, escribe que "el merkabah debe seguir volando hasta que se convierte en el cielo", esto es, eliminar toda dualidad entre un sujeto que percibe y lo que se percibe. 

Smith explica que chasmal, la voz del silencio, es la energía espiritual que profiere a aleph, la primera letra del alfabeto hebreo, y la cual simboliza la totalidad, una identidad con Ein Sof. En otras palabras, el mundo surge como una corriente eléctrica en las aguas indiferenciadas del silencio y aunque se manifiesta como diversidad no es nunca más que ese fondo silencioso, una fuente ubicua.

De alguna manera, la contemplación silenciosa lleva a contemplar esta paradoja primordial de la manifestación divina (también conocida como el tzimtzum, una manifestación que es a la vez un ocultamiento de lo absoluto en lo relativo). La mente es como esa agua cuya sustancia no es otra que la gnosis. La mente que no se aferra a sus propios constructos, presencia la voz del silencio que es la luminosidad creativa que escribe mundos como hologramas sobre el lienzo del espacio.


La disciplina del silencio en la escuela pitagórica

Se dice que Pitágoras, el gran sabio que conjugó el conocimiento científico con el conocimiento místico, en su escuela de Crotona, requería que sus candidatos pasaran algo así como 5 años en silencio antes de ser admitidos a sus misterios. Esto ejemplifica de manera explícita la tesis de este artículo de que el silencio y el aquietamiento de las oscilaciones mentales es la base sobre la cual se establece el más alto conocimiento.

Dice Thomas Stanley, uno de los más grandes biógrafos de Pitágoras, que los 5 años de silencio eran una prueba de conducta por la cual "el alma podía convertirse en ella misma lejos de las cosas externas, de las pasiones irracionales del cuerpo para asumir su propia vida que es la vida eterna". Sobre esta disciplina del silencio, Clemente de Alejandría explica que "al abstraerse del mundo sensible, el discípulo podía buscar a Dios con una mente pura". Luciano agrega sobre este método que tenía la virtud de producir la reminiscencia. Lo que parece razonable, ya que el silencio parece hacernos olvidar nuestros pensamientos superficiales para abandonarnos en la profundidad de la mente, accediendo tal vez a capas más profundas del ser; siguiendo la máxima platónica del conocimiento como recuerdo, podemos decir que el silencio es una ciencia de la reminiscencia. 

La vida pitagórica requería numerosos sacrificios además del silencio, siempre moderación y frugalidad. Pitágoras pedía a sus discípulos que no bebieran vino, que comieran y durmieran poco, se abstuvieran de la carne y en general de cualquier alimento de difícil digestión. La idea general que se esboza aquí es que sus hábitos estuvieran orientados siempre a no gastar energía en otra cosa que no fuera el estudio de la filosofía y el cultivo de sus facultades. Thomas Stanley dice que Pitágoras "procuraba a sus discípulos una conversación con los dioses en visiones y sueños" --lo que no podía ocurrir a un alma perturbada por el placer o la ira, o cualquier otro transporte inadecuado, o con la impureza o la ignorancia. Stanley precisa que no todos los alumnos eran sometidos a 5 años de silencio; al parecer Pitágoras personalizaba su instrucción y algunos de espíritu naturalmente más tranquilo no tenían que pasar el lustro (a veces 2 años eran suficientes). Una vez que los pupilos cruzaban este umbral de silencio se les llamaba Mathematici, antes eran Acoustici. "Si no has sido cambiado, estás muerto para mí", era el lema que se aplicaba a aquellos que no lograban superar el período de prueba.


El silencio es lo que hace al mago y al chamán

En un artículo anterior escribí sobre la relación entre el chamanismo y el silencio, basándome en una edición de la revista Artes de México en la que se concluye por diversas fuentes que “La habilidad chamánica consiste en percibir y mirar lo ausente y escuchar lo que el silencio revela”. Esta misma idea puede aplicarse también a los magos (siendo la más alta magia el misticismo y el conocimiento de lo divino). La mejor elucidación de esta relación es la que hace el místico hermético cristiano Valentin Tomberg en su libro Los arcanos mayores del tarot. Para concluir con este acercamiento al silencio, que está impulsado por la inflamación misma de la mente que desea el silencio como se desea a un amante, como el alma desea a Dios, como los ojos desean contemplar el cielo o como el fuego desea el aire, descansamos en el ardor poético de estas palabras cuya riqueza de matices lo mismo glosa los Yoga-sutras de Patanjali que del wu-wei taoista o de "la noche del alma" de San Juan de la Cruz:

La concentración sin esfuerzo –es decir, ese lugar en el que no hay nada que suprimir y en donde la contemplación se vuelve tan natural como la respiración y el latido del corazón– es el estado de conciencia (i. e., pensamiento, imaginación, sensación y voluntad) de calma perfecta, acompañada de la completa relajación de los nervios y los músculos del cuerpo. Es el profundo silencio de los deseos, las preocupaciones, de la imaginación, de la memoria y el pensamiento discursivo. Uno podría decir que todo el ser se vuelve como la superficie quieta del agua, reflejando la inmensa presencia del cielo estrellado y su armonía inefable. ¡Y las aguas son profundas, tan profundas! Y el silencio crece, perpetuamente… ¡qué silencio! Su crecimiento se lleva a cabo a través de ondas regulares que pasan, una tras otra, a través de tu ser: una onda de silencio seguida por otra onda de silencio más profundo y luego otra vez una onda de silencio aún más profundo… ¿Alguna vez has bebido silencio? Si tu respuesta es afirmativa, entonces ya sabes lo que es la concentración sin esfuerzo. 

Con el tiempo, el silencio o la concentración sin esfuerzo se vuelve un elemento fundamental siempre presente en la vida del alma. Es como el servicio perpetuo en la iglesia del Sagrado Corazón en Montmartre que se realiza en París mientras uno trabaja, uno interactúa, uno se divierte, uno sueña, uno muere… De la misma forma que “un servicio perpetuo” de silencio se establece en el alma, esto continua siempre aunque uno esté trabajando o cuando uno está conversando. Esta “zona de silencio”, una vez establecida, es un manantial del cual uno puede tomar tanto para el trabajo como para el descanso. Entonces tendrás no sólo concentración sin esfuerzo, también actividad sin esfuerzo. Es precisamente aquí que encontramos la expresión de la segunda parte de nuestra fórmula: transformar el trabajo en juego

La transformación del trabajo, que es obligación, en juego, ocurre como consecuencia de la presencia de la “zona de silencio perpetuo”, de la que uno extrae una especie de secreta e íntima respiración, cuya dulzura logra ungir el trabajo y convertirlo en juego. Y es que la “zona de silencio” no sólo significa que el alma está, fundamentalmente, en reposo, sino, sobre todo, que existe un contacto con el mundo celestial o espiritual, el cual colabora con el alma. Aquel que encuentra silencio en la soledad de la concentración sin esfuerzo, nunca está solo. Nunca carga solo el peso que debe llevar; las fuerzas celestes, las fuerzas superiores, están ahí participando de ahora en adelante. Así en verdad se cumple la tercera parte de la fórmula: haz que todo yugo que hayas aceptado sea sencillo y cada peso que cargas sea ligero, se vuelve experiencia en sí misma. Puesto que el silencio es el signo del contacto real con el mundo espiritual y este contacto, a su vez, siempre engendra el influjo de las fuerzas. Este es el cimiento de todo misticismo, toda gnosis, toda magia y todo esoterismo práctico en general.

Todo esoterismo práctico está fundado en la siguiente regla: es necesario ser uno en uno mismo (concentración sin esfuerzo) y uno con el mundo espiritual (tener una zona de silencio en el alma) para que pueda ocurrir una verdadera experiencia espiritual o revelatoria. En otras palabras, si uno quiere practicar algún tipo de esoterismo auténtico –ya sea misticismo, magia o gnosis– es necesario ser el Mago, i.e., concentrado sin esfuerzo, operando con soltura como si uno estuviera jugando, y actuando en perfecta calma. Esta es, entonces, la enseñanza práctica del primer arcano del tarot. Es el primer consejo, mandamiento o advertencia en lo que concierne a la práctica espiritual; es el aleph del “alfabeto” de las reglas prácticas del esoterismo. Y de la misma forma que los números son sólo aspectos (múltiplos) de la unidad, así también todas las otras reglas prácticas comunicadas por los otros arcanos del tarot son sólo aspectos y modalidades de esta regla básica.





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