En este momento, mi vida es una sinfonía compuesta de tres movimientos distintos: "Mucha gente", "Algunas personas", y "Casi nadie". Cada uno dura aproximadamente cuatro meses por año, y aunque a menudo se mezclan en un mismo mes, nunca se confunden.
El movimiento "Mucha gente" lo forman los momentos en que estoy en contacto con el público, los editores, o los periodistas. "Algunas personas" sucede cuando voy a Brasil, me encuentro con mis amigos de siempre, paseo por la playa de Copacabana, voy a algún que otro acontecimiento social o, como es más habitual, me quedo en casa.
Sin embargo, mi intención es hoy divagar un poco sobre el movimiento "Casi nadie". En el momento en que escribo estas palabras, la noche ha caído ya sobre este pueblo de 200 habitantes, situado en los Pirineos, cuyo nombre prefiero mantener en secreto, y donde hace poco compré un antiguo molino reconvertido en casa. Me levanto todas las mañanas con el canto del gallo, me tomo mi café y salgo a caminar entre las vacas, los corderos, y los campos de maíz y heno. Contemplo las montañas, y (al contrario de lo que sucede durante el movimiento "Mucha gente") me olvido de quién soy. No tengo preguntas, ni respuestas, vivo por entero en el momento presente, entendiendo que el año tiene cuatro estaciones (sí, puede parecer obvio, pero a veces lo olvidamos), y que, como el paisaje que me rodea, yo también me transformo.
En momentos como éste, no me interesa mucho lo que sucede en Iraq o en Afganistán: como cualquiera que viva en el campo, las noticias más importantes son las relacionadas con la meteorología. Todos los que viven en el pueblo saben si va a llover, a hacer frío o viento, ya que eso afecta directamente a sus vidas, sus planes y sus cosechas. Veo a un labriego cuidando su campo, nos damos los buenos días, hablamos del pronóstico del tiempo, y seguimos haciendo lo que estábamos haciendo hasta entonces: él sigue con su arado, y yo con mi larga caminata.
Vuelvo a casa y miro el buzón, donde encuentro el diario de la región: hay un baile en el pueblo vecino, una conferencia en un bar de Tarbes (la gran ciudad, con sus 40.000 habitantes), ayer tuvieron que actuar los bomberos porque durante la noche se quemó un vertedero. El asunto que moviliza a la región es la presencia de un grupo al que se acusa de cortar los plátanos de una carretera rural porque por lo visto causaron la muerte de un motociclista; esta noticia ocupa una página entera y varios días de reportajes sobre el "comando secreto" que quiere vengar la muerte del muchacho destruyendo los árboles.
Me detengo al lado del riachuelo que discurre por mi molino. Miro al cielo sin nubes en este verano aterrador, en el que, sólo en Francia, ha habido 5.000 muertos por el calor. Me levanto y practico el kyudo, la meditación con arco y flecha, que me ocupa más de una hora al día. Es ya la hora de almorzar: tomo un pequeño refrigerio y me doy cuenta de repente de que en una de las dependencias de esta antigua construcción hay un objeto extraño, con pantalla y teclado, conectado (maravilla de las maravillas) a una línea de altísima velocidad, también llamada de DSL. Sé que, en el momento en que pulse un botón de aquella máquina, el mundo vendrá a mi encuentro.
Me resisto todo lo que puedo, pero llega el momento en que mi dedo pulsa el botón de "conectar", y aquí estoy de nuevo conectado con el mundo, las columnas de los periódicos brasileños, los libros, las entrevistas que hay que hacer, las noticias de Iraq, de Afganistán, los pedidos, el aviso de que el billete de avión llega mañana, las decisiones que hay que aplazar, las que hay que tomar.
Trabajo durante varias horas, porque eso fue lo que escogí, porque ése es mi lema personal, porque un guerrero de la luz sabe que tiene deberes y responsabilidades. Pero en el movimiento "casi nadie" todo lo que aparece en la pantalla del ordenador es muy lejano, de la misma manera que el molino me parece un sueño cuando estoy en los movimientos "Mucha gente" o "Algunas personas."
El sol comienza a esconderse, el botón está desconectado, el mundo vuelve a ser sólo el campo, el perfume de las hierbas, el mugido de las vacas, la voz del pastor que trae de vuelta sus ovejas al establo al lado del molino.
Me pregunto cómo es posible pasear en dos mundos tan diferentes en apenas un día. No tengo respuesta, pero sé que me da mucho placer, y mientras escribo estas líneas estoy contento.
Pablo Coelho
Fuente: Guerrero de la luz Online. Pablo Coelho
Edición nº 63
Un día en el molino. Historias con el número treshttp://www.warriorofthelight.com/espa/edi63_um.shtml
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