jueves, 11 de noviembre de 2010

El hombre del tiempo

El hombre del tiempo...

El hombre del tiempo anuncia lo mismo de siempre. Hoy nadie cena, todos estamos desmoralizados, no se sabe bien porque. El viento de levante sopla a intervalos racheados de cierta intensidad anodina. La leña no cesa de convertirse en ceniza inútil y sin embargo es viernes y no llueve. No se sabe bien pero la noche ha entrado, sin avisar, en la casa de los huéspedes. Pedro desciende sigilosamente la escalera de madera y crujen las nueces en el cesto de mimbre. Eli, sin inmutarse se maquilla en el tocador isabelino sus labios macarenos. Maria, placidamente sentada en el sofá aparenta una tranquilidad que no tiene. John Coltrane suena en el aire. Pedro, el trotamundos de la American Express fuma compulsivamente su cigarrillo inacabado. Augus escribe sensaciones bloqueadas por un futuro incierto pero no se sabe bien quien rompió el jarrón.
Entre todos habitábamos un cacho de espacio aragonés. Los huevos duros se enfriaban en el fregadero. Las necesidades se reducían a un vaso de vino del Priorat amenizado por conversaciones mundanas. Todos eran o habían sido muy viajeros: Bali o la Guayana francesa eran importantes referencias vitales para algunos de ellos. El molino molía el grano y sus desgastadas ruedas recordaban el ardor pre-industrial de otros tiempos. El molinero atizaba el fuego de sus pensamientos, a pesar del delirante te de jengibre de Eli.

Cierzo

(Molino de Damaniu. Puente de Mayo 2007)

No hay comentarios:

Publicar un comentario