(...) Steve permanecía sentado ante su mesa de escritorio en el altillo de su vieja casona, una casona misteriosa donde los fantasmas entran y salen sin pedir permiso, "ese palacio de palomas disecadas", escribiendo frente al ventanal cuya vista daba a un glorioso paisaje de campos de cebada, otrora verde en primavera y dorado en verano. El cristal de la ventana moteado por múltiples y minúsculas huellas de excrementos de mosca, un cigarrillo inacabado y el Mesias de Haendel, lo vivido por lo servido.
Ese lugar retirado de toda miseria mundana donde el viento empuja fuerte en esta estaca donde todos estamos anclados entre el pasado y el futuro.
Ese lugar retirado de toda miseria mundana donde el viento empuja fuerte en esta estaca donde todos estamos anclados entre el pasado y el futuro.
Una botella medio vacía de whisky escocés aguardaba el próximo sorbo de un capitán con su nave varada en el agujero negro del tiempo y con la tripulación en cuarentena.
(Continuará...)
Gus Cierzo